| 23 de Abril de 2024 Director Benjamín López

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse
Imagen de la campaña del 8M en la Comunidad Valenciana
Imagen de la campaña del 8M en la Comunidad Valenciana

El Día Internacional de la Mujer en 2021

Es menester congratularse de que Irene Montero haya dicho que no va a acudir a ninguna concentración por el 8-M, y resulta incomprensible que los delegados del Gobierno las estén autorizando

| Mónica Nombela Edición Alicante

Como ha dicho mi querido director de ESdiario Alicante, Andrés Maestre, “unos se pasan de frenada mientras otros lo niegan”. Conste que no es peloteo, pero no puedo estar más de acuerdo con él. Ayer la vicepresidenta del Gobierno valenciano, Mónica Oltra, de Compromís, decía que la Ley de Igualdad “estará inspirada por el feminismo y la armonización del planeta”, lo que se venido a llamar “ecofeminismo”, término que confieso no conocía hasta ese momento. Echo mano de la Wikipedia, que es lo más socorrido en estos casos, y veo que aparece definido como un movimiento que nació en 1974, en contestación a la apropiación masculina de la agricultura y de la reproducción, lo que según esta teoría habría acarreado la sociedad patriarcal y la mercantilización de la sexualidad femenina. No estoy de acuerdo.

Tampoco lo estoy con la teoría de Ana Vega, portavoz de Vox en las Cortes Valencianas, que ha llamado feminazis a las feministas, insultando con ello a miles de mujeres, a mí incluida, y ha reivindicado que el día 8 de marzo sea declarado ‘Día de las víctimas del coronavirus’, por la diseminación de la pandemia que tuvo lugar tras las concentraciones del año pasado. Pues bien, ni una cosa ni la otra. No creo en la necesidad de que las mujeres abanderemos el ecologismo, como reflejara aquel maravilloso libro de Edith Holden, titulado “La felicidad de vivir con la naturaleza”, ni tampoco creo que el trabajo del feminismo haya concluido aún ni, por tanto, se deba ningunear el trabajo en pro de la igualdad real y efectiva de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres.

Las mujeres aún tenemos un largo camino por delante. No es cuestión ya de hablar de los obvios techos de cristal, concepto que, a base de ser repetido, resulta tedioso, aunque siga estando de rabiosa actualidad. También hemos de luchar contra los micromachismos y demostrar cada día lo que valemos, puesto que los hombres en muchos casos nos cuestionan y además entre nosotras siguen pendientes esas ancestrales rencillas, que tanto nos lastran.

Los hombres lo tienen más claro, se miden y se hacen saber mutuamente a la primera de cambio que “esta es mi piscina”, como de manera fina, a la par que jocosa, dice mi compañera y amiga Anastasia Pérez. Nosotras, por lo general, seguimos ancladas en muchos casos en las pullitas por lo bajini, en no alegrarnos del éxito ajeno de otras mujeres, en las envidias que no nos dejan avanzar. La sospecha de que si una mujer llega ha de ser por “algo” -me refiero a haberse acostado con alguien- en boca de otra mujer es nauseabunda y no hemos de alimentarla precisamente nosotras.

Las mujeres licenciadas con trabajo y del primer mundo representamos un porcentaje mínimo sobre el total de féminas del planeta

De otra parte, confieso algo azorada que hablo desde una verdadera atalaya. Las mujeres licenciadas con trabajo y del primer mundo representamos un porcentaje mínimo sobre el total de féminas del planeta. Somos unas auténticas privilegiadas. Y en esto sí le doy la razón a Oltra, pues la mayor atención y potenciación gubernamental ha de estar centrada en las mujeres con mayores dificultades, aquellas sin formación, pobres, con hijos a cargo y sin trabajo ni recursos personales, que en muchos casos no son capaces de sacar la cabeza del agua por sí solas. Es en ellas en quienes hemos de poner el foco. No vale con decir que la Constitución declara la igualdad de todos -hombres y mujeres- sin que quepa la discriminación por razón de sexo, pues se trata de un derecho cuya plasmación en la realidad deja mucho que desear en demasiadas ocasiones aún.

También es menester congratularse de que Irene Montero haya dicho que no iba a acudir a ninguna concentración por el 8-M, al igual que el resto de los integrantes del Gobierno, reprimiendo así lo que supongo era su deseo ferviente de encabezar alguna. Aunque, por otro lado, me resulta incomprensible que los delegados del Gobierno estén autorizando este tipo de concentraciones, que pueden ser numerosas, en plena pandemia. Es momento de conmemorar sin juntarse, por favor. Hay que tener claras las prioridades en estos momentos, sin dar lugar a concentraciones, procesiones ni manifestaciones. Que la conmemoración vaya por dentro, como diría Gómez de la Serna.

Mónica Nombela Olmo

​Abogada y escritora