| 26 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Miguel Hernández
Miguel Hernández

81 años de Miguel Hernández

Belloch, Paz Fernández y David Beltrán quisieron un Instituto de Estudios e Investigaciones Penitenciarias en el que el documento estrella fuese el expediente de Miguel Hernández.

| Manuel Avilés Edición Alicante

Cuando la antigua cárcel de Benalúa, sucia, pestilente y ruinosa, en obras que dirigió el arquitecto alicantino Alfonso Navarro, fue convertida en Palacio de Justicia, quedó derruida la vieja enfermería  - un edificio anejo sin interés arquitectónico alguno-. A diez o doce metros de este, en una pequeña parcela se erigió un monumento horroroso que hasta tiene faltas de ortografía. Miguel Hernández poeta, queda escrito en relieve, en esa chapa ondulada y oxidada, como si poeta fuese el segundo apellido del escritor oriolano. Falta una coma. Miguel Hernández, poeta.

La parcela donde se ubica el monumento se ha ido convirtiendo  en un basurero infame. Indigno de un poeta de la talla de Miguel, pero esa no es sino una de las muchas infamias que con él se cometieron. No hablo de su condena a muerte, de su encarcelamiento y de su muerte, tuberculoso, en ese sitio del barrio de Benalúa alicantino, en el que murió solo y comido de la miseria. Hablo, por ejemplo, de cómo, su legado ha ido a parar a Quesada, en la provincia de Jaén. Imperdonable que Orihuela, Alicante, la Diputación y la Generalitat hayan permitido ese expolio. ¿Qué pinta Miguel Hernández depositado y custodiado en la Diputación de Jaén?

El legado de Miguel yace depositado a trescientos kilómetros de donde debiera estar

Estaba en el archivo municipal de Elche  -como los jienenses informan- y la familia, o sea la nuera y los nietos porque la mujer y el hijo habían fallecido,  por desacuerdos con la otra parte  - dice la propia diputación de Jaén- lo vendió a esa institución en 2012. Tanta Generalitat, tanta Diputación, tantos Ayuntamientos, tantos sueldos, tantos expertos y asesores y diputados y conselleres y concejales de cultura y la Cultura brilla por su ausencia. El legado de Miguel yace depositado a trescientos kilómetros de donde debiera estar. Aquí nos conformamos con el basurero hernandiano y el monumento oxidado, erigido a doce metros de donde murió, casi asesinado, aunque le conmutaran la pena de muerte por la de treinta años.

Parece que alguien, hace unos días, al ver que se acerca el aniversario de su muerte, ordenó limpiar el basurero. Unos por otros, la casa sin barrer, dice el refrán. El concejal de jardines de Alicante, personalmente porque coincidí con él, estudiando  en la Facultad de Derecho, me ha dicho, que ese jardín no es del Ayuntamiento sino de la Generalitat, que es la competente en materia de Justicia y de sus edificios. La Generalitat me ha dicho… ¿qué me ha dicho? No me ha dicho nada, pero no lo ha limpiado en los últimos siglos. Son tan competentes en eso como en el registro de Asociaciones culturales y en la Gestión de emergencias como el incendio de Castellón.

A principios de los noventa, en Alicante  - no soy lector de poesía salvo de las de Miguel Hernández y las de Paul Elouard al que conocí gracias al amor de mi vida-, conocí en Alicante al Teniente Fiscal de la Audiencia, Miguel Gutiérrez, gran hernandiano, que me regaló su libro “Proceso y expediente contra Miguel Hernández. Ensayo jurídico sobre el derecho represor franquista”. Miguel, jurista sabio y consumado era una excelente persona, pero tuvo un gran fallo. En la portada habla de cómo en su libro está contenido el “texto íntegro inédito del expediente penitenciario”. Sentí tener que darle un mal rato.

Recorrí las cárceles en las que estuvo Miguel Hernández y recogí – para tenerlo agrupado y completo- los trozos de expediente del poeta

El libro de Miguel Gutiérrez solo contenía la copia del expediente del poeta en su fase ultima, la que vivió en Benalúa inmediatamente antes de morir. En ese trozo de expediente está, además de su traslado, el expediente de su boda con Josefina y el certificado de su fallecimiento, donde consta que no le pudieron cerrar los ojos porque padecía hipertiroidismo. A eso, algunos ignorantes, achacaban su sensibilidad poética. En esa época, en la que yo mandaba algo. Recorrí las cárceles en las que estuvo Miguel Hernández y recogí – para tenerlo agrupado y completo- los trozos de expediente del poeta. Cuando él entró preso, cada vez que se trasladaban de un centro a otro, en  las cuerdas de presos famosas, solo viajaban con una hoja de conducción, pero el expediente se quedaba en el centro de donde salía de viaje.

Así estuve en Carabanchel porque el poeta estuvo preso en una de las cárceles madrileñas  - creo recordar que en la del Conde de Toreno-. Luego fui a Palencia donde también estuvo y recogí aquel trozo de expediente de manos de Paco Toni, un murciano entrañable que era director entonces. Después fui a Ocaña y me dio otro trozo de expediente Ángel, también director de ese penal famoso en el que Miguel coincidió con Antonio Buero Vallejo, que pintó su rostro en un carboncillo que ha alcanzado la fama. Por último, recogí el trozo más importante en Foncalent, de la mano de Tomás que lo entregó con dolor de corazón.

Me faltó recoger el trozo de Huelva – por imposibilidad metafísica, no entremos en esas guerras-  pero hice el encargo a Fernando Romero, inspector general, que lo cumplió puntualmente. Hoy, ese expediente, íntegro, está depositado en la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias para que los siglos venideros puedan estudiarlo, admirarlo y tenerlo disponible. Integro ya para siempre. Yo lo hice, pero el mérito no es mío.

En las cárceles se ha expoliado bastante desde la desamortización de Mendizábal e incluso antes – lean, ahí va mi recomendación “La biblia en España” de George Borrow, Jorgito el inglés que habla de aquellas mazmorras decimonónicas-. El mérito es de Juan Alberto Belloch, biministro de Justicia e Interior entonces; de Paz Fernández Felgueroso, Secretaria de Estado; de Margarita Robles, también Secretaria de Estado y de David Beltrán, Fiscal y Director General. Ellos me mandaban a ver etarras en las cárceles y yo aprovechaba para recoger algún tesoro documental y para ponerlo a buen recaudo en aquella Secretaria de Estado que era la dueña legitima de esa documentación: Expediente de Batet Mestres – capitán general de Burgos, fusilado por Franco en venganza por hechos africanos; Julio Mena, general de la Guardia Civil, también fusilado. Manuel Carrasco i Formiguera, fundador de Unió Democràtica de Cataluña, fusilado y que murió con todas sus pertenencias  metidas en una caja de zapatos - ¡qué ejemplo para Correas, Bárcenas, Titos Bernis, Granados, Púnicas, Gürteles, Brugales, Eres andaluces, Zaplanas y tantos presuntos políticos que se han tenido que ir avergonzados por la puerta de atrás! A ver qué acaban de decir l os Tribunales en tantos juicios que quedan por hacer.

Belloch, Paz Fernández y David Beltrán quisieron hacer en Valencia un Instituto de Estudios e Investigaciones Penitenciarias en el que el documento estrella fuese el expediente de Miguel Hernández, poeta alicantino, valenciano y español. Hicieron el proyecto – costaba el equivalente a tres millones de euros e iba a ubicarse en la vieja cárcel de Mislata. Se comprometieron en dos  millones de esos euros. Se firmó en la sala noble del Ayuntamiento de Valencia con las  más altas autoridades municipales y autonómicas, firmando por parte del Ministerio David Beltrán, conmigo de machaca. Firmaron  - me acuerdo de todos y cada uno, de sus nombres, sus apellidos, sus cargos. De todos porque la memoria es lo único que me funciona impecablemente. Firmaron y…no hicieron nada.

Hoy, ese expediente, íntegro, está depositado en la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias para que los siglos venideros puedan estudiarlo, admirarlo y tenerlo disponible. Integro ya para siempre. Yo lo hice, pero el mérito no es mío.

Allí tendría que haber estado el legado completo de Miguel Hernández. Allí y no en Quesada y no entiendo  que tanto “hernandólogo” escribidor especialista  no hable nada de esto. No por mí, que solo era un machaca de Belloch, de Paz y de David. Mia fue la idea de recopilar el expediente entero – idea que nació del libro de Miguel Gutiérrez – pero ellos la apoyaron y por ellos pude hacerlo aunque al final no pudiese ser la estrella eterna de ese Instituto de Estudios e Investigaciones Penitenciarias, imprescindible para saber del último siglo y medio de este país .

¡Que comportamiento tan miserable de la Generalitat, de la Diputación, de los Ayuntamientos implicados, Alicante, Elche, Valencia, Orihuela…. Con el poeta más grande de la historia de la Lengua Española!

Yo estoy de luto por más motivos. Hoy hace tres años, con la pandemia recién empezada, confinados, con la policía local controlando que la gente no se moviera de casa, murió Tobalín Avilés. No había un perro más bueno, más amoroso, más fiel, más cabezota y más tragón. Nos dejó solos a Casilda y a mí y no hay un solo día en el que no lo echemos de menos. Menos mal que la gran Luz Sigüenza nos tiene reservado un rincón en su jardín para descansar con él los que no creemos en la resurrección. Casilda: ya falta poco.