"Mil cartas de amor", de Lola Galindez

Nadando entre las aguas de la presentación y el homenaje, ayer se dio a conocer, en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés, el primer libro de Lola Galíndez. "Mil cartas de amor" relata en forma de epístolas, con cariñosas pinceladas, un ameno recorrido por la vida de su hija, Patricia García Galíndez, una joven madre de dos niños pequeños, enamorada esposa, leal y divertida amiga de sus amigas y vocacional maestra de primaria, que vio truncada su vida por un tumor cerebral, tras más de dos años de enfermedad.

Cuando acaba de cumplirse el año del fallecimiento de Patricia, sale a la luz, de manos de ECU (Editorial Club Universitario) este libro con ilustraciones que se ha estructurado en tres partes: las cartas de Lola a su hija recordando escenas, todas ellas tiernas, algunas divertidas, otras emotivas, desde su nacimiento hasta su enfermedad y muerte; una segunda sección con cartas de sus numerosísimas amigas, de su familia y de las personas que la trataron y la querían; y una tercera, con otro tipo de misivas de la autora, hablando a Patri de su día a día, contándole noticias, expresando lo que cuesta vivir sin ella y exponiendo los recursos para seguir adelante. 

Los dos hermanos de Patricia recibieron a los asistentes con las canciones preferidas por la joven difunta que sonaron por los altavoces de la sala del centro comercial

"Mil cartas de amor" viene amenizado con algunas ilustraciones de Pepa Coqueta y Andrea del Barco, ilustraciones basadas en fotos de la propia Patri y en las que se han plasmado algunos de los momentos del libro. 

En la presentación de ayer, acompañaron a Lola los dos hermanos de Patricia, María y Borja García Galíndez, que recibieron a los asistentes con las canciones preferidas por la joven difunta que sonaron por los altavoces de la sala del centro comercial.

Por la pasión con que está escrito, por la fortaleza que desprende cada palabra salida de la emotiva pluma de Galíndez, "Mil cartas de amor" nos permite acompañar a su autora por su doloroso y desgarrador duelo, quizá el más duro que existe -¿hay algo peor que la muerte de un hijo?-, consiguiendo, a pesar de las incertidumbres, de las preguntas sin respuestas, de la tragedia tan íntima, dar un firme paso hacia la esperanza, hacia la dulzura del recuerdo, hacia la gratitud por los momentos arrancados, a la importancia de la familia, de la fe, del amor, de los amigos y de vivir -o sobrevivir- esta vida, como el mayor regalo que tenemos. 

Marisa Ayesta