| 06 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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Ángel Franco, en segundo plano,  con Miguel Millana, líder de los socialistas en la ciudad de Alicante.
Ángel Franco, en segundo plano, con Miguel Millana, líder de los socialistas en la ciudad de Alicante.

Ángel Franco el superviviente

Fajador inquebrantable capaz de agotar adversario, y tiene la habilidad del superviviente que ha visto pasar mucho cadáver enemigo..

Después de estudiar Teología en Roma, y celebrar una sola misa, Ángel Franco volvió a España para cursar Filosofía y Letras en plena decrepitud del otro Franco Bahamonde, dictador bajo palio y más achacoso que un parte de la UCI en el que se había convertido su ya periclitado Movimiento Nacional, demostrando que no hay mal que 100 años dure, pero sí 35. Franco y Gutiez por parte de madre tuvo su coqueteo con algún que otro Movimiento Comunista, pero pronto entendió que más allá del PC no había sino “revolucionarios sin revolución”, y más acá de la socialdemocracia patentada en y por Europa estaba el PSOE de los sevillanos triunfadores en Suresnes, y con los que congenió pronto; así que de profesor de instituto fue pasando a sindicalista de la UGT (al principio semiclandestina), y de los convenios, ya en la Transición, transitó a la política pura y dura apoyándose en la central sindical: votos asamblearios cantaban entonces, y todo un Secretario General de la provincia de Alicante mandaba lo suyo.

 

Lo conozco desde hace tantos años que se me disipa la memoria sumando. No ha cambiado nada. Perdió muchas batallas, pero siempre acabaría ganando la guerra. Fajador inquebrantable capaz de agotar adversario, y más, como diría Churchill, si es del propio partido, porque tiene la virtud de la practicidad ante las discusiones bizantinas, y la habilidad del superviviente que ha visto pasar mucho cadáver enemigo.

Ahora, presentándose a senador de nuevo, aquel que empezara de diputado en 1979, ahí es nada el cuatro doble, regresa casi octogenario al plácido retiro en esa senda de los elefantes que es el Senado desplantándose ante el tendido y con el recochineo tenorio de “los muertos que vos matáis gozan de buena salud” en referencia, pongamos por caso, a dos influyentes medios de comunicación uno local y otro nacional que tantas veces intentaron descabellarlo de la política activa, y únicamente consiguieron redundancias con sus escopetilla de caña; bien recuerdo cuando advertía a mis colegas que Ángel solo saldría del control y poder socialista alicantino con los pies por delante.

Debe tener una hemeroteca encuadernada en varios tomos con sus esquelas y obituarios (Internet es testigo implacable e incorregible). Y con el olfato del viejo pachón entre mefistofélico y maquiavélico sabe que su partido, querido PSOE de Pintor Gisbert, perderá las elecciones, pero sin debacle terminal; así que, en una conclusiva añagaza, que le es muy propia, se ha situado nominalmente en primera línea de salida para sentarse en la Cámara Territorial con magro postjubileo, aunque también debe reconocérsele siempre fue algo cicatero, pero nunca pesetero, ni siquiera en algún asunto benidormense, o en aquel “Caso Rabasa” que le costó la excedencia forzosa por su amistad con Enrique Ortiz, el gran tiburón constructor de la época.

Los viejos rockeros de aquellos “hit parade” predemocrático nunca mueren, y el que aguanta: gana. Si repasamos los proposicionales de la lista del socialismo alicantino observaremos que tiene algo de parque jurásico de la Transición: recolocaciones, agradecimientos a los servicios prestados, y finales de vida pública en activo.

A Ángel Franco le encantaba Hegel y su famosa frase: “El filósofo, debe hacer filosofía cuando ya la vida ha pasado”. Quizá por eso él nunca fue un filósofo, salvo como docente, pero sí un político genuino que morirá con las botas de montar (sobre obstáculos) puestas.