| 29 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Ana Lena, escritora
Ana Lena, escritora

Hoy he dormido con Ana Lena

A las seis y media caí rendido por el sueño, con Ana Lena sobre mi cara y roncándole “ostentóreamente” que diría Jesús Gil, el gran innovador del lenguaje

| Manuel Avilés Edición Alicante

No se asusten, no me acusen de difamación. ¡Qué más habría querido yo! Ya saben el refrán: ilusiones y jorobas no hay médico que las cure.

Harto de Stalinputin y su masacre criminal en Ucrania, cansado de sindicatos inútiles, peseteros, amantes de las gambas de Denia y vendidos, me puse a ver el partido de Nadal con ese chico murciano llamado a ser su sustituto natural. Nadal es mucho Nadal e incluso entrando en la senectud tenística, aguantó perfectamente los sartenazos de ese cachas de El Palmar, lo llevó a su terreno y le dio la puntilla. Vamos a ver hoy si se  quita de en medio a ese americano. Al final del partido – los ancianos perdemos el sueño de noche y luego nos vamos durmiendo por todos los lados-, a falta de algo mejor y más lúbrico, mientras cantaba en voz alta “la cama estaba desierta, el mar bañaba tu piel, cantando con mi guitarra para ti María Isabel” – con voz de tenor y como si estuviera en el ensayo del Coro Icali-, escuché a un vecino con cara de acelga que gritaba: ¡Cállate ya hostias, que son las dos de la mañana!. Rehuí el enfrentamiento, aunque no me faltan ganas de darle unas hostias bien dadas, y cogí – amorosamente y con ganas- el libro de Ana Lena “Las herederas de la Sínger”. De dos a seis, entrando de lleno en la primavera, casi me lo he liquidado. ¡Qué pedazo de novelón! ¡Qué visión más completa y perfecta de la historia de nuestra España reciente!

Cuatro mujeres, bisabuela, abuela madre e hija, empezando en la Asturias minera, recorren la historia de este país con un artefacto familiar que todos los de mi quinta conocemos: la máquina de coser Singer.  Yo, por ejemplo, y todos mis hermanos – incluidos en el sector pobre del tardofranquismo, en el de los emigrantes a Alemania, en el de los no adictos al régimen aunque luego me salieran un padre y un hermano ligeramente fachas- sobrevivimos gracias a la Singer y a mi madre costurera. Lo mismo que Aurora, una de las protagonistas de la novela de Ana Lena. Las minas de carbón de Asturias; las tragedias que llevaron a muchas casas los derrumbamientos y las explosiones de grisú; los movimientos obreros de cuando los sindicatos defendían de verdad los derechos de los pobres antes de tornarse vividores y amantes del marisco; las posturas machistas y agresivas de más de un salvaje dado al vino y a las putas; las maniobras de algunas mujeres para sobrevivir a la tortura de un trabajo casi inhumano. Esa es la novela que me he merendado esta noche, en la cama, con Ana Lena grabada con un punzón en el rabillo del ojo. Búsquenla, léanla, disfrútenla y estén atentos porque viene conmigo el día 3 a la Feria del Libro de Alicante. Ahí la podrán conocer y también a otras cuatro mujeres excepcionales, todas magníficas escritoras: Mónica Moreno -Letrada del Congreso- “Otoño y nueces”; Loreto Vega – letrada- “La arpía de Roma”; Mónica Nombela –  letrada- “A contratiempo”; Olga Luján – Enfermera- “Entre vinos hablaos”. Una asturiana, Ana Lena, y cuatro madrileñas que nos van a meter literatura en vena, para que no digan que los alicantinos adoptivos, Sanguino, empadronados aquí desde que Franco era sargento primero,   descuidamos a Alicante, uno de los mejores sitios del mundo para vivir, si no el mejor.

Nunca es completa la dicha. A las seis y media caí rendido por el sueño, con Ana Lena sobre mi cara  y roncándole “ostentóreamente” que diría Jesús Gil, el gran innovador del lenguaje. A las diez me han llamado al timbre: un tío de una mensajería con un paquete de libros. Yo creía que esta gente no trabajaba los domingos.

¡Qué tiempos aquellos! Cuando creíamos que no iban a ser capaces de poner la gasolina a un euro el litro

 

Vuelvo a la cruda realidad, intento espabilarme, duchándome con agua fría para ahorrar pero es imposible. No sé si es más cara el agua que la luz, doy un alarido al caerme el primer chorro en la espalda y los bomberos tiran mi puerta avisados por cara de acelga, que me la tiene jurada y está a la que salta para joderme en el peor de los sentidos. ¡No me hagas caídas de ojos, gilipollas! – le he dicho con voz que intentaba ser convincente- ¡No están los tiempos como para perder aceite! ¿No te has dado cuenta de la subida de precios  del girasol por la guerra de Ucrania o es que a ti te siguen poniendo los carajillos a un euro en ese bar cutre en el que has instalado tu domicilio?

¡Ayyyy, la guerra! Stalinputin nos intenta convencer, dándose baños de multitudes en Moscú, de que lo de Ucrania es un intento de restablecer el orden mundial y pelear contra el nazismo. Él, kagebero vocacional y dictador intrínseco, pretende erigirse en adalid de la democracia. Los más de cien niños muertos, los tres millones y medio de  huidos, los cadáveres que sacan día tras día de los escombros de edificios civiles, lo desmienten. Me la suda la geopolítica. Me la trae floja la gran Rusia, la heredera de los zares. Me la sopla que Stalinputin quiera ser una Catalina la Grande calva y karateca, que aquí, para cachas de gimnasio valgo yo mismo. Ayer, sin ir más lejos hice dos flexiones sin quedarme encasquillado y levante tres veces con cada brazo una litrona sin abrir, intenté el uso del matrimonio tres veces y media con otros tantos gatillazos y sin deprimirme, tomándolo como algo natural. ¿Hay quien dé más?

La guerra de Rusia, la invasión que ha montado en Ucrania nos traer a mal traer. Esto solo lo van a arreglar los chinos – si quieren- porque Gagá Biden anda con el canguelo y Stalinputin es un maestro de la presión armamentística y atómica. Por su culpa he tenido que pedir una ampliación de la hipoteca – con los tipos subiendo y la jubilación que no es garantía de nada para los bancos- para poder llenar el depósito de gasolina.

¡Qué tiempos aquellos! Cuando creíamos que no iban a ser capaces de poner la gasolina a un euro el litro. Pues ya está a dos y dice Sánchez que va a bajar el precio el día 29. Mentira cochina porque está ahí mismo la Semana Santa y en esas operaciones de atascos kilométricos siempre suben los combustibles. A ver si espabila que los italianos la han bajo ya veinticinco céntimos y los franceses otros tantos. Sánchez no tiene presión porque los sindicatos representativos, subvencionados y golfos – leo directamente de un periódico   digital – le han dicho: “tenemos que huir de la simplididad de una bajada generalizada de impuestos, porque sería un atrampa y no arreglaría nada”. Y esto lo dice un tipo que lleva cuarenta años liberado y sin dar golpe. Se oponen a la huelga del transporte porque las gambas no llegan a tiempo. Mecagoentoloquesemenea.

Los camioneros atascan las carreteras con marchas lentas porque tienen que vender los camiones para poder llenar los depósitos de gasoil y ya avisan por las teles de que las frutas, las verduras, las carnes y los pescados frescos se van a poner por las nubes por una razón tan sencilla como la ley de la oferta y la demanda. Hasta yo, que he sido el último de la clase durante lustros, aprendía con el Samuelson en segundo de derecho, que cuando hay poca mercancía a la venta y mucha gente que quiere comprarla, los precios se disparan.

Aprovecho una vez más la generosidad de Esdiario: vendo coche impecable, sesenta mil kilómetros, sin roces, sin golpes ni calentones. Conducción de abuelo integrado plenamente en el Inserso. Tapicería prácticamente sin usar. Ni siquiera se ha utilizado para meterse mano en los arenales por falta de contraparte. Un lujo. Precio a convenir. A partir de hoy me moveré a pie o gratis en los autobuses de Antonio Arias que paga Barcala. Por favor que alguien me mande al periódico la dirección de los comedores sociales más cercanos al Barrio de Benalúa o alrededores. Viva el Estado del Bienestar.