| 07 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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Finca Santa Luzia, un cenador agradable para una comida discreta

| Pedro Nuño de la Rosa Edición Alicante

Hace unos cuatro años que visité Finca Santa Luzía, nueva apuesta del grupo hostelero Juan XXIII, que con tanto tesón y talento hosteleros fundara en Alicante, 1969, Ángel Ruiz, y ahora dirige su nieto Javier Ruiz, fiel a la línea inicial especializada en celebraciones conmemorativas, amplios espacios, salones y exteriores, pero y también nos ofrece una carta cotidiana siguiendo la línea de sus antecedentes familiares, pongamos por caso desde aquellos multitudinarios en la barriada Juan XXIII a casas de veraneo reconvertidas a la restauración como Torres Rejas, si bien con algún toque de contemporaneidad sin demasiados riesgos innovadores.

Nosotros empezamos la cena con un tartar de atún rojo, lamentablemente descompensado, pues sin restarle mérito alguno al túnido bien fresco, el exceso de cebolla dulce y fuerte, lo dejaba sápidamente irreconocible. Ya hemos avisado varias veces de cómo el tartar es de carne rasgada y macerada bajo las monturas cosacas, al cual el gran Escoffier, ilustrado y animado por aristócratas rusos en el exilio, daría la versión que conocemos hoy; sin embargo, existen tantas versiones combinatorias entre los ingredientes que deben acompañar a la carne: cebolleta, yema de huevo, alcaparras, salsa Tabasco y de soja, mostaza granulada, pimienta negra del molinillo al plato, y un largo etc., que lo más usual es su preparación ya dispuesto el carrito junto a la mesa y combinando aditamentos al gusto del comensal siempre bajo sus indicaciones. Lo de traerlo preparado desde cocina es un exceso de presunción igualitaria.

Muy sutiles sus croquetas de quisquilla, correctamente resuelta la bechamel con el jugo de las cabezas del marisco, y no desmerece la “croqueta de jamón ibérico” (“ibérico” es término confuso sobre perniles y embutidos de determinadas razas porcinas, y más cuando existen denominaciones específicas como Jabugo, Los Pedroches, Extremadura, Guijuelo, etc.).

Después de estos disímiles entrantes llegó una imponente chuleta de buey más que pasadera para dos personas, incluido su algo desorbitado precio que supera los 80 euros (obviamente salta del precio medio), resuelta con el siempre presumido “Josper”, horno y brasa para profesionales educados ad hoc por la propia empresa fabricante. Nada que objetar salvo albricias, si exceptuamos el punto del superfluo tubérculo frito, una nadería.

Y rematamos con postres, empezando por un flan de tocino de cielo, demasiado dulzón y goloso, lo que, por otra parte, es natural, aunque a algunos nos pueda parecer cargante. Y final de fresas (fresones) con helado de queso en estupendo contraste de fruta y lácteo frío.

La casa recomienda el pulpo a la brasa con patatas trufada, la colmenilla con huevo y el canelón de picaña (parte trasera de la vaca), y no son malas sugerencias por harto trabajadas a las órdenes de un experimentado cocinero de la casa como es Ignacio Blázquez.

Los maridajes correctamente conseguidos, desde un Rodríguez Sanzo Whisba, tempranillo Tierras de Castilla y León, criado en barricas de ida y vuelta, de Andalucía (olorosos) a Escocia (wiskis) y de Escocia a San Román de Hornija (Valladolid).

Tempranillo con deje de wiski escoces para un tartar con demasiada cebolla

En definitiva, nada nuevo bajo la luna de este veraneante otoño, restaurante correcto al que yo pediría algo más de riesgo innovador en cocina puesto que ya sabemos de la honestidad de su materia prima. Como maître Javier Ruiz resulta impecable, y no tuvo la culpa de que a nuestro lado se sentara un “viejuno” calvorota iletrado y terco, aunque, según dijo pontificando, metido a internauta crítico gastronómico, comprobé que “a la violeta”. Desgraciadamente abundan, y conste que nada tengo contra quienes se expresan sobre comidas y bebercios en las redes: los hay aleccionadores capaces de mejorar corrigiendo nuestros conocimientos, pero a otros muchos les pasa lo que a los búhos: “se fijan, pero no entienden”, y, encima como aquel faltón, se cabrean porque, metiéndose en conversación a la que no son llamados, porque nos paguen a los profesionales de los medios de comunicación (o las profesores universitarios, y escritores de libros sobre gastronomía), como se retribuye a cualquier otro experto y/o currante encomendado a lo suyo.

Sobresaliente en postres

Restaurante: Finca Santa Luzía

C/Av. de Alicante, 38, 03550 Sant Joan d'Alacant

Teléf. 865 88 80 28

Precio medio 50 a 60 euros

Cierra lunes