| 26 de Abril de 2024 Director Benjamín López

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse

De pregones y yantares en Semana Santa

Los y las cofrades y/o cófrades de Villafranqueza (Real Cofradía del Santísimo Cristo del Hallazgo y la Virgen Dolorosa) tuvieron a bien hacerme el prestigiado honor de pronunciar su pregón de Semana Santa. Deferencia que guardaré entre mis más sentidos recuerdos, porque me llevó a repasar libros y apuntes de un largo capítulo de nuestra historia gastronómica como es el de la cocina conventual.

Cuando Fátima García Rocamora me propuso como pregonero de su Semana Santa conjeturé que ya mis antecesoras y antecesores en el atril habían elogiado, con todo merecimiento, tanto a las hermosamente sufridoras imágenes de los siglos XVI y XVIII, como al devoto altruismo en colectivo esfuerzo abnegado y la solidaridad cristiana de las gentes del Palamó; pedanía cercana a la capital alicantina y que antes fuera pueblo soberano, lo cual le provoca no pocas añoranzas; por todo ello, no quise insistir ni redundar en la erudición sobre la imaginería religiosa del largo Barroco español, y aún menos, caer en adulaciones para con quienes no las precisan, pues bien saben ellas y ellos propiamente que la fe y su religiosidad no necesitan, nunca mejor dicho aquello de: “dar cuartos al pregonero (trabajo y función que hoy desempeñamos los periodistas)”, les sobra y les basta con montar los tronos, transportarlos procesionalmente por sus esforzadas (más costaleras que costaleros) bajo el anonimato del capirote, al igual que el silencioso cortejo de nazarenos, emocionando al público expectante con un dolor tan grande entre Madre e Hijo capaz de conmover al mundo durante milenios.

Por otra parte, me resultó los revelador cómo las cuidadoras y garantes fideicomisarias de ambas imágenes son las monjas de clausura Clarisas-Capuchinas, hasta el momento y por los muchos libros que llevo leídos, la Orden monástica que más y mejor ha procurado transmitirnos la cocina conventual y, por extensión, los humildemente grandiosos platos de Cuaresma que, con ser tiempos de ayuno y abstinencias, nunca fueron prohibitivos para las imaginativas ensaladas polícromas, los potajes viudos, mariscos y pescados, amén de una prodigiosa y variadísima dulcería en loor de santidad, pues, pongamos el ejemplo de un convento también cercano, las Dominicas de Orihuela, quienes, y gracias a la mediación de Antonio Párraga, me permitieron entrar en su cocina y obrador donde elaboran con artesanía secular la más clásica tortada de almendras, zamarras, rollitos de anís, pasteles de gloria, mantecados y mantecadas, polvorones, chatos, toñas como la mona de Pascua, rollos de huevo, de anís, y dulces yemas o frutales mermeladas de su huerto horaciano: ora et labora.