| 30 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Abu Dhabi y los peligros del deporte-espectáculo

| Miguel Queipo Deportes

La Fórmula 1 no se puede quejar. El desenlace del Mundial 2021, con los dos contendientes al título llegando emparejados a la última carrera en Abu Dhabi, parecía sacado del guion de una serie de Netflix. Las audiencias mundiales disparadas, las redes sociales vomitando comentarios, más tensión que en la final de un campeonato del mundo de fútbol… Era el final de campaña soñado.

Liberty Media, la empresa norteamericana del espectáculo que compró el campeonato por 4.400 millones de dólares en 2016, por fin tenía el caramelo que tanto ansiaba, tras tantos años de dominio apabullante de Mercedes y Lewis Hamilton (con el interruptus de Nico Rosberg). Pero Liberty, con ese sentido tan norteamericano del espectáculo, la pifió. Porque ha sentado un peligrosísimo precedente con el final de carrera, el mismo que le dio el campeonato a Max Verstappen. Esta columna trata sobre cómo el deporte-espectáculo ha llegado para destruirlo todo: hasta al aficionado.

 

 

En Abu Dhabi tuvo lugar un hecho deleznable. Más allá de quien fuera el ganador (Verstappen merecía el Mundial por tener que pelear contra el poderoso establishment británico, Hamilton merecía el Mundial porque supo sobreponerse a no tener por primera vez en la era Mercedes un monoplaza dominante y porque estaba arrasando en la última carrera con puño de hierro), Liberty sentó un peligrosísimo precedente para el deporte.

Tal vez en Estados Unidos lo que se vio en los Emiratos pareciera normal, pero el deporte, afortunadamente, no es eso. La Fórmula 1 quería un thriller, una película de suspense, y perdió los papeles desde que Nicholas Latifi estrelló su Williams hasta la precipitada relanzada a falta de un giro para el final, para que hubiera una carrera de una vuelta.

Liberty no calibró que todo deporte está regido por sus reglas, que son las que limitan lo que se puede y lo que no se puede hacer en esa especialidad. Y Liberty decidió que la Fórmula 1 estuviera regida por el entretenimiento y el reglamento fuera un montón de papeles inservibles. Michael Masi, director de carrera interpuesto por Liberty, se saltó a la torera los procedimientos reglamentados para la relanzada, porque era obligatorio que el Mundial se decidiera en la pista y no tras un coche de seguridad.

Hay varios testimonios de pilotos diciendo que no entendieron nada de lo que sucedía cuando circulaban tras el coche de seguridad. La reglamentación dice que tras un reagrupamiento tras safety car, todos los coches doblados podrán adelantar a éste cuando se les indique, para desdoblarse e incorporarse en su posición a final del pelotón.

En Abu Dhabi, debido a los doblados, había varios bólidos interpuestos entre Hamilton y Verstappen, pero dirección de carrera, en vez de permitir que se desdoblasen todos los pilotos con vuelta perdida, solo autorizó a que lo hicieran los pilotos situados entre Lewis y Max, porque se acababan las vueltas de carrera y necesitaba acción.

Por eso Ricciardo permaneció a la espalda del holandés y por delante de Sainz, que iba tercero. Liberty tenía lo que quería: a los dos contendientes uno pegado al otro. Y dio la largada justo (y por los pelos) para la última vuelta, incumpliendo la normativa. En esas circunstancias, y por la estrategia de neumáticos de los contendientes, Hamilton era un pedazo de carne jugosa para el león Verstappen.

Esto no va de quién merece o no merece ganar el Mundial. No va de si Mercedes hace bien reclamando o no. Para eso está lo que piense cada uno. Esto va exclusivamente del dantesco precedente sentado por Liberty, que abandonó el deporte para centrarse en el espectáculo, que por supuesto que fue grandioso pero no fue deporte.

¿Se imaginan que a partir de hoy, en la Liga española, los árbitros comenzaran a destrozar al Real Madrid y a beneficiar de manera escandalosa al Barcelona, cambiaran la última jornada a un Clásico y gracias a esos enjuagues ilegales todo estuviera por decidir en ese último encuentro? Audiencias brutales, pero competición adulterada.

¿Se imaginan que los árbitros barrieran descaradamente a favor de Lakers y Celtics en la NBA para que la final la disputaran esos dos equipos, y además con la exigencia de que tuviera que ser en el séptimo partido? Si todo vale, incluso tocar el sentido de la justicia de los jueces porque lo que importa es el espectáculo y no el deporte, me da que vamos a ser muchos los que vamos a dejar de ver deporte profesional y nos centraremos en el amateur, mucho más divertido, competitivo y sano.