| 30 de Abril de 2024 Director Benjamín López

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse
Santiago Abascal durante el mitin de Vox en Toledo.
Santiago Abascal durante el mitin de Vox en Toledo.

Abascal está en la ciudad: Vox lleva su "marea verde" a Toledo y la desborda

"Compatriotas, bienvenidos a la España viva". Así fueron recibidos cientos de toledanos que este jueves peregrinaron hasta el mitin de Vox para encontrarse con él, al que ya llaman "mesías".

| Ana Isabel Martín España

Es jueves, siete de la tarde. De una tarde de lo más desapacible en Toledo. Hacia el Hotel Beatriz, otrora lugar de infinidad de reuniones y actos del PP de Castilla-La Mancha, sube una marea verde de gente con banderas de España. Serpenteando entre los coches, que hay cientos.  

Hay estudiantes que apenas han cumplido la mayoría de edad, jubilados, hombres de mediana edad que -se intuye- acaban de salir de trabajar, ganaderos y agricultores llegados desde todos los puntos de la provincia y muchas mujeres. Y hay pocos audis y mucho utilitario.

No andan, peregrinan. Peregrinan para encontrarse con aquel al que una mujer que hace cola llama "mesías". Vox está en la ciudad. Santiago Abascal está en la ciudad. Son casi las siete y media, la hora del mitin, y hay tantos cientos de personas fuera cuando ya no cabe un alma dentro que Abascal agarra el micrófono e improvisa unas palabras, en medio del fervor general. 

Habla de quienes han secuestrado las instituciones y promete liberar España. La gente le aplaude. Ondean las banderas. Suena el primer "viva España" de los muchos que vendrán después. 

Dentro esperan más de 1.000 personas. "Se nos ha ido de las manos, Santiago", afirma desde el escenario el coordinador del partido en Toledo, José Luis Sánchez. No es noticia, porque allá por donde va Vox, desborda. Murcia, Zaragoza, Teruel... La próxima semana la "marea verde" -que así se hacen llamar- llegará a Pamplona. 

"Compatriotas, bienvenidos a la España viva", proclama el presidente provincial de Vox, Luis Miguel Núñez. "Toledo será el punto de inicio de la reconquista del centro de España", añade. Está pletórico, todos lo están. En la provincia de Toledo han alcanzado los 800 militantes, impensable hace unos meses, según reconoce Núñez. Y además flota en el ambiente el resultado de las elecciones andaluzas y, más reciente aún, la encuesta del CIS que ya sitúa a Vox en el 6,5% (la anterior le daba el 3,7%).

Los intervinientes en el acto apenas pueden hilar tres frases seguidas sin que el público estalle en aplausos. Sobre todo cuando hablan de la unidad de España y de la defensa de la patria. "Puigdemont, a prisión", corea al unísono el auditorio.

 

Hay una comunión total entre los que hablan y los que escuchan. Buena parte del secreto del éxito está en eso, en que Vox ha conectado con muchos españoles comunes que antes tenían miedo a hablar de según qué temas en público. Pero en el mitin de Vox se habla sin complejos de inmigración ilegal y de religión; del "frente popular" y de la "derechita"; de caza, toros y campo; del "glorioso imperio español", de Cervantes, de Blas de Lezo, de "intelectuales progres", del cine español y sus "patrañas".

Y cuando el auditorio es una caldera, sube al púlpito Abascal. Se hace un silencio total. "Esto está pasando en toda España y va a seguir pasando", promete. "Vox ha dado una esperanza", añade. Y les dice a sus fieles que, si todo esto ha sido posible teniendo a casi toda la prensa enfrente, es que Vox es imparable. 

"Más insultos, más votos. Que sigan, que sigan", reta al resto de partidos y a la prensa. "No funciona el cordón sanitario, ni la alerta violenta, ni la demonización". Se siente poderoso. Se sienten poderosos. Vox es más que un fenómeno. Empieza a ser una religión. Cuestión de fe.