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La última batalla del mariscal Montgomery

En 1952 Eisenhower era el jefe supremo de la OTAN en Europa. Para organizar la defensa de la Alianza necesitaba a un general de su confianza, así que buscó a un viejo conocido: Monty

| Juanjo Crespo * Edición Valencia

El mariscal Montgomery, vizconde de ´El Alamein´, siempre tuvo un alto concepto de sí mismo, quizás demasiado. Durante la campaña de Sicilia en la II Guerra Mundial fueron famosos sus ´piques´ con el general Patton en su lucha por ser el primero en tomar cada pueblo de aquella isla.

La leyenda –y el ego- de Montgomery siguió creciendo y se ilusionó con ser el jefe de las fuerzas que lanzaran el asalto final a Europa en el desembarco de Normandía, pero finalmente el mando aliado decidió que aunque ´Monty´ dirigiera las fuerzas terrestres, el mando de toda la operación recayera en el general Eisenhower.

Encajó el golpe con elegancia, aunque le dolió, y se puso a las órdenes del general norteamericano.

Finalizó la guerra y a los pocos años Eisenhower fue nombrado presidente de la Universidad de Columbia en Nueva York  y Montgomery comandante en jefe de las fuerzas del Imperio Británico. Sus caminos, se separaron…, por un tiempo.

En 1951, la OTAN pidió a Eisenhower que volviera al servicio de las armas, esta vez como Jefe Supremo de las Fuerzas de la Alianza en Europa. Había que preparar la defensa ante un posible ataque soviético y el general norteamericano pronto identificó uno de los puntos débiles: la Península Ibérica.

La orografía de los Pirineos hacía de estas montañas la línea de defensa perfecta en el que las tropas portuguesas se establecerían allí como muro de contención para luego pasar al contraataque.

La geografía ayudaba, sí, pero había –principalmente- dos problemas: el primero era la situación en general del ejército portugués. Tanto su organización, como su equipamiento y formación no daban demasiadas garantías a Eisenhower.

El otro era las reticencias entre las autoridades portuguesas y españolas para acordar de qué manera las tropas lusas atravesarían nuestro país. ¿Tropas extranjeras atravesando España? La cosa no estaba clara.

Así que Eisenhower escribió en marzo de 1952 al gobierno de Reino Unido para solicitar que el Mariscal Montgomery se incorporara a la cúpula militar de la Alianza como su número 2, su “Deputy” como se dice en OTAN.

Y la primera orden que recibió Montgomery de Eisenhower –y quizás la más importante- fue la de viajar en persona a Portugal. A mediados de abril estaba prevista una reunión entre los Jefes de Estado de España y Portugal –Franco y Salazar- y la OTAN necesitaba saber de primera mano la disposición de ambos líderes a trabajar juntos.

Lo que pasó en aquella visita permaneció oculto bajo el sello de SECRETO hasta que en 2015 la Alianza Atlántica desclasificó –entre otras muchas- las actas que recogen todo lo hablado entre el Mariscal Montgomery y Ministro de Defensa de Portugal Fernando dos Santos

Las reuniones fueron los días 26 y 30 de abril y 8 de mayo de 1952. Montgomery se llevó una alegría al escuchar de boca del ministro que Franco aprobaba el paso de las tropas portuguesas por España hasta alcanzar sus posiciones de defensa en los Pirineos. “Me encantaría ver a España dentro de la OTAN” contestó textualmente el mariscal.

De aquellos tres encuentros salió una reorganización completa de las fuerzas armadas lusas. Su ejército estaría compuesto por una División de Defensa (con tres Brigadas que son las que desplegarían en la frontera de España y Francia) y una segunda División ´OTAN´ con dos brigadas cuya misión sería ponerse bajo las órdenes del 7º Ejército de los EEUU que en aquellas fechas estaba acuartelado en la ciudad francesa de Burdeos.

Además de este cambio profundo en cuanto a la organización, Montgomery intentó inculcar un cambio de mentalidad en aquellas fuerzas armadas. Deberían ser un ejército capaz de proyectarse –al menos en parte- e integrarse en unidades multinacionales. El mariscal intentó, sin éxito, que los portugueses aceptaran que el número 2 de aquella División OTAN fuera británico.

¿Un británico en la cadena de mando portuguesa? De eso nada. El intento quedó en que aceptaran un coronel inglés como oficial de enlace, y el compromiso de mandar observadores a todas las maniobras que la OTAN iba a realizar en fechas próximas.

El mariscal aprovechó para visitar distintas unidades y comprobó en primera persona el deficiente estado de los uniformes. En uno de los ejemplos que se recogen en las actas de aquellos días, Montgomery quedó impresionado al ver las botas destrozadas que calzaban los aviadores lusos.

Pidió entrevistarse con el director de la academia militar al ser informado de que cada año menos jóvenes aspiraban a ser oficiales del ejército. Aquel director no supo, o no se atrevió, a responder a la pregunta de cuál era el problema.

La respuesta ya la había descubierto el enviado de Eisenhower, y no era otra que la penuria de medios y económica en lo institucional -y en lo personal- de los miembros de las fuerzas armadas.

En la última reunión el 8 de mayo de 1952, Montgomery se plantó –algo indignado- en el despacho del ministro y se puso a él mismo como ejemplo; le dijo: “mire, ahora que me han enviado a París –entonces el Cuartel General OTAN estaba allí-  mi gobierno me ha proporcionado una casa para vivir”.

Y siguió intentado arrancarle un compromiso: “un hogar -o el pago del alquiler-, comida suficiente y ropa en buen estado son los tres pilares que siempre debe estar garantizado para los militares….. ¿Está el ministro de acuerdo conmigo?"

Y este respondió: “El de Defensa sí… el que no está de acuerdo es el ministro de Economía”.

“Entonces -concluyó Montgomery- deberemos convencerlo juntos”

Aquel viaje del mariscal y vizconde de ´El Alamein´ supuso el impulso y modernización del ejército portugués que –en poco tiempo- se puso en el nivel medio de los ejércitos de la OTAN, contribuyendo así a la defensa de Europa mediante la disuasión.

Montgomery que llevaba toda una vida luchando en cruentas batallas -al frente de su regimiento en Francia durante la I Guerra Mundial y en el Norte de África, Sicilia, Normandía, Países Bajos y hasta Berlín en la II- al final libró su última batalla en el despacho de un ministro de Portugal.

Montgomery volvió a la sede de la OTAN en París y allí se cuadró ante su  jefe: misión cumplida, mi general.

Las actas no recogen lo que contestó Eisenhower, pero supongo que sería algo así como: “lo ves Monty, no estamos tan mayores, aún servimos para algo….”

 

*Experto en Seguridad y Geoestrategia.