| 30 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Los cuerpos de las mujeres no se venden; se defienden

Al igual que en la violencia machista hay que enfocar sobre todo al maltratador y no a la víctima, en la prostitución debe hacerse con la industria prostitucional y no a la mujer prostituida

| Eva García Lara * Edición Valencia

El 03 de cctubre de 2018, se celebró en el auditorio de la Casa de la Cultura de Alzira, en plena provincia de Valencia, la conferencia organizada por el departamento de políticas de igualdad titulada ´La prostitución: viejos privilegios masculinos y nuevas formas de explotación neoliberal´.
El aforo completo y entregado, con las magnificas ponencias de Rosa Cobo, profesora de Sociología del Género en la Universidad de A Coruña y directora del Centro de Estudios de Género y Feministas en dicha Universidad; y Beatriz Ranea, investigadora social.

Tuvimos que lamentar la ausencia por motivos personales de Amelia Tiganus, activista en Feminicidio.net. Tres grandes expertas desde diferentes perspectivas que pelean al unísono para la abolición de la prostitución, lucha que debería ser prioritaria en la agenda feminista. Piensen que debe de ser también una lucha de todos nosotros. Gracias a todas estas polivalentes ponentes.
Al igual que en -la violencia machista- hay que enfocar sobre todo al maltratador y no a la víctima, en la prostitución hay que “cambiar el enfoque” de la mujer prostituida y enfocar a la industria prostitucional, todo un entramado institucional y no marginal; y al putero cliente, invisible hasta el ahora, pensamiento crítico, observación precisa y como no, investigación.
El capitalismo y el patriarcado han articulado la prostitución, siempre han ido de la mano, dinero y negocio, y dominación machista. Como la prostitución es un elemento fundamental en la economía de muchos países no existe un compromiso político para crear políticas abolicionistas, esa es la gran verdad. Esto es un grave error.
Para su normalización despolitizan el lenguaje, lo enmascaran llamando cliente “al putero o violador” que paga su mercancía; a las mujeres prostituidas las denomina trabajadoras por cuenta ajena y a los dueños de burdeles los llama empresarios del sexo, señores de la economía y a la explotación sexual de países ricos sobre países pobres, turismo sexual… Divertimiento para el hombre en busca de sexo. Se trata de dar una visión de esclavismo donde la mujer es una mera mercancía que siempre existió donde unos pocos se enriquecen.
Se ha normalizado y aumentado el acto de acudir en grupo a los prostíbulos como forma de ocio, despedidas de soltero, como colofón a un  congreso o negocio, donde según la investigadora social Beatriz Ranea, uno de los denominadores comunes de los puteros es “que yo haga lo que quiera contigo y que tú sonrías, sin negarte a nada”, porque claro pagan y cree que someter, maltratar y vejar a una mujer es un servicio.

Un entrenamiento pagado en el que a veces no es un servicio de sexo, sino de otros condicionantes añadidos, un entrenamiento de actividades arbitrarias en los que puede entrar la dominación, la violencia, la amenaza, la tortura, el sometimiento, reírse de las mujeres como divertimento con la humillación como formas de placer muy desgraciadamente.
Entrenamientos en hombres como prácticas de “pervertidos” que en el futuro desarrollarán filias y pensamientos desviados en sus mentes seguramente, cambiando roles en sus fantasías sexuales, sus costumbres. Formas peligrosas de comportamientos incívicos que se normalizan con el tiempo. Tratar a una mujer como una marioneta.
Por otra parte la prostitución en la historia sirvió a aquellos que lo manejan y lo controlan principalmente con personas que tienen necesidades muy básicas y muchos problemas para sobrevivir, por lo tanto es la parte que no solo se nutre económicamente de esas mujeres sino que también comercializa con otras actividades prohibidas aumentando su economía sumergida ilegal, favorecedora de las mafias y la extorsión.

Para evolucionar como sociedad la mujer tiene que poseer autonomía y gestionar sus intereses con cierta seguridad, en una sociedad que tiene que estar más reglada. No ver a la mujer como una completa víctima que tiene que sufrir forzosamente. Los roles cambian, así como la actividad laboral y social, no se puede permitir que sigamos en tiempos prehistóricos y que llamar espontáneamente “puta” a una mujer sea tan despectivo, y humillante y no lo sea llamar a un necio “cabrón”.
Por eso, en el manifiesto internacional contra la mercantilización del cuerpo de las mujeres se exige:
-Que los organismos internacionales competentes adopten una Convención Universal sobre Protección de los Derechos Humanos de mujeres y niñas contra todas las formas de violencia patriarcal.
-Que esa Convención Universal defina todas las formas de violencia como prácticas incompatibles con los derechos humanos de las mujeres, incluidas la prostitución y los vientres de alquiler. Que aumenten las penas contra aquellos puteros que ejercen esas actividades violentas.
-Que los Estados adopten en su legislación interna normas que penalicen todas las formas de proxenetismo y establezcan mecanismos de incautación de los beneficios obtenidos de la explotación sexual de mujeres y menores con reversión directa a favor de las supervivientes.
-Que los Estados promuevan normativas que sancionen la demanda de prostitución, pues los puteros son responsables directos de esta forma extrema de violencia hacia las mujeres.
-Que los Estados eliminen cualquier legislación o normativa que penalice o sancione a las mujeres en situación de prostitución, así como cualquier antecedente penal o administrativo que pudiera devenir de normativas anteriores ¿Por qué sancionan a la mujer?... Es absurdo. Se victimiza aún más a estas personas, tratándolas como a “trapos sucios”. No conocemos cada situación de cada mujer, por lo tanto no se les puede juzgar tan superficialmente.
-Que los Estados garanticen a las mujeres en situación de prostitución los mecanismos y recursos suficientes para salir de esta forma extrema de explotación y violencia. Con medidas opciones de recursos sociales serias, y que cuando pidan ayuda “no se gire la cara para otro lado”.
-Que los Estados adopten una normativa que impida cualquier forma de explotación reproductiva de las mujeres, blindando sus ordenamientos jurídicos para impedir que bajo ninguna normativa, se pueda normalizar o validar los contratos de vientres de alquiler.
Recomendables al cien por cien los libros: ´La prostitución en el corazón del capitalismo´,  de Rosa Cobo, y ´El proxeneta´, de Mabel Lozano, y el visionado de #HolaPutero, de Towanda Rebels.
Empecemos a no permitir que nadie llame puta a una mujer.

*Grupo EmeDDona.