| 04 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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Giro inesperado: la contrincante de Preysler empieza a rehacer su vida

Me explican que nada es lo que parece en el culebrón que copa todos los titulares de la prensa rosa. A pesar de lo que parece, hay mucho más detrás de la imagen de Mario Vargas Llosa y su ex

| Saúl Ortiz Chismógrafo

Siguen enamorados y con planes de futuro. Así, al menos, lo aseguró Isabel Preysler durante la apertura de la joyería Rabat en Barcelona. Dejó caer que piensa en boda aunque tendrá que esperar a que Mario firme los papeles del divorcio. Negó que se hubiera puesto a la venta su casoplón en Madrid y aseguró estar pasando un momento muy dulce. No es la única. Pasado el chaparrón, la otra, la mujer que se convirtió en secretaria, empieza a rehacer su vida en Perú.

Arropada por sus hijos y por amigos de su infancia, Patricia Llosa se despoja de los recuerdos y ya se ha resignado ante una realidad que, no por esperada, ha sido fácil ni amable. Aunque es pronto para plantear una nueva relación sentimental, la ex esposa del Premio Nobel mantiene encuentros continuos con viejos conocidos con los que disfruta de veladas interesantes entre carcajadas y coqueteos. Es habitual que Llosa se deje ver en restaurantes importantes del país con gesto sonriente y ganas de divertirse.

Un adiós necesario

La relación de Patricia y Mario no era idílica. Más bien todo lo contrario. Hacía ya varios años que lo suyo se había convertido en una especie de maquinaria que funcionaba gracias al engranaje proporcionado por Patricia. Jugaban a las apariencias. Me explican que a Patricia barajó la posibilidad de solicitar el divorcio. Se sentía abandonada como mujer y como esposa. Aunque tenía asumido el inmerecido papel de secretaria, había ocasiones en los que tanta anulación le asfixiaba. No pudo hacerlo. Sentía que su golpe de efecto dañaría la imagen de su marido. Prefería llorar en privado y sonreír en público donde enumeraba sus hartazgos como parte del anecdotario matrimonial. Excesiva responsabilidad que, poco a poco, Patricia fue delegando en sus cuatro colaboradoras. Aunque con Lucía, Rosario y Verónica tenía grandes conversaciones, fue con Fiorella Battisini con la que Patricia sacudía sus vergüenzas. Se mantuvieron muy unidas durante los tiempos difíciles en los que Patricia apenas hablaba con Mario.

Era el final: "Patricia sabía que Mario empezaba a verse con mayor frecuencia con Isabel. Date cuenta que ella conocía todos los movimientos de Mario porque él era incapaz de realizar gestiones sin ayuda externa. Así que ella conocía donde iba su coche, donde estaban los dos guardaespaldas que le protegían en Madrid, donde iba a cenar o a comer su marido en cada momento", explica alguien que conoce bien a los protagonistas que también señala que "había mucho caos en la vida de Mario y Patricia estaba realmente exhausta. Se quejaba, aunque con la boca pequeña, de que Mario solo quería escribir".