| 16 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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El 1 de mayo como enésima excusa del monocultivo populista instalado en España

La crisis de imagen de los sindicatos les ha hecho abrazar cualquier ola populista que les devuelva algo de oxígeno. Mientras, la discusión constructiva sobre el empleo sigue enterrada.

| ESdiario Editorial

 

 

Debatir sobre las condiciones laborales en cualquier país del mundo no sólo es razonable, también es positivo: las condiciones de los trabajadores son uno de los mejores indicativos de la salud de una economía, de la pujanza de sus empresas y, por ambas cosas, de la calidad de un Estado de Bienestar que lo es de verdad cuando los elementos productivos de una sociedad son lo suficientemente sólidos como para sostener un aparato asistencial puntero.

De esa percha tan irreprochable se cuelgan los sindicatos, y otras organizaciones, para lanzar mensajes caducos, sin embargo, que intentan presentar el estado del mercado de trabajo como una consecuencia de la pérfida combinación de gobiernos derechistas con empresarios desalmados, prescindiendo de la evidencia incontestable de que en España, cuando sus discursos se han convertido en hoja de ruta política, el paro ha subido más que nunca.

El empleo de calidad depende de las empresas, y mientras se deseche hablar de la mayoría de ellas, pymes y familiares, no tendrá remedio

El maniqueísmo sindical en este terreno es lamentable, pues desatiende la máxima de que las retribuciones en cualquier ámbito (a excepción de en la Administración Pública en la que las centrales hacen su agosto cada día del año) están relacionadas con la productividad, de que a cada drama laboral le acompaña otro empresarial habitualmente y de que, finalmente, analizar los efectos de todo ello en lugar de las causas sólo sirve para prolongar cualquier problema.

Mientras en España la izquierda siga presentando a las multinacionales y sus 36.000 millones de superior beneficio como ejemplo de la empresa media, despreciando la certeza de que el 90% de las empresas nacionales son familiares o pymes y han sido abandonadas a su suerte durante la crisis; la mejoría del mercado laboral seguirá siendo muy difícil.

No habrá mejores puestos de trabajo, en fin, si a la empresa tipo española se le sigue zancadilleando al negarle planes para refinanciar su deuda y crédito fácil mientras se le suspenden aplazamientos, se le incluye en listas de morosidad o se le suben y adelantan las liquidaciones de impuestos como el de Sociedades o el IVA.

El rescate pendiente

Éste es, de hecho, el plan de rescate más importante pendiente, pero también el único del que no se habla: es casi indecente que se posponga sine die mientras, por ejemplo, se eleva el techo de gasto de los ayuntamientos, se dispara por encima del PIB el déficit público o se estudia la condonación de la deuda autonómica.

 

 

A este error, tan premeditado como demagógico, se le ha añadido otro este Primero de mayo con el que los sindicatos pretenden conectar con una sociedad que hace tiempo les dio la espalada, agotada de los escándalos y la falta de criterio de unas centrales que llevan lustros viviendo de lo público y renunciando a ser un agente constructivo de la economía nacional.

 La caída de presencia en sus manifestaciones y el hundimiento de afiliaciones obedece a la falta de credibilidad de las centrales, a su participación o impulso en casos tan escandalosos como el de los ERES en Andalucía, a su especialización casi exclusiva en la onerosa negociación colectiva en la Administración y a su alineamiento, en contextos como el catalán, con el independentismo en lugar de con la Constitución.

Los sindicatos abrazan el populismo, mientras subsisten de ayudas públicas, para superar su falta de credibilidad

Precisamente por eso este Día del Trabajador ha sido, sobre todo, una excusa más para alimentar la ola de populismo que recorre España y empapa todos sus ámbitos, caracterizada por vampirizar causas nobles y reivindicaciones necesarias como meras excusas para intentar convertir las calles en una especie de 'tribunal' de superior jerarquía a la de las instituciones.

Populismo sin Podemos

La igualdad, las pensiones o el empleo son causas necesarias que reclaman un debate constructivo constante, pero en España se malversan con fines políticos que, en la práctica, alejan las soluciones que en todos esos campos pueden y deben darse.

El populismo vino de la mano de Podemos, un partido en regresión, pero ya no depende de él: se ha incrustado en el epicentro de la sociedad española, marca el ritmo en televisión y orienta la agenda de la práctica totalidad de los partidos. Y eso es un problema, bien inquietante, del que nadie habla, tal vez por miedo a las represalias: sumergirse en él para confundirse con el paisaje puede ser más cómodo; pero con seguridad acaba siendo más letal.