| 20 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Irene Montero
Irene Montero

El 8M ya fue letal una vez: es criminal volver a repetirlo y debe prohibirse

Sanidad no puede limitarse a desaconsejar las marchas feministas: debe lograr que se prohíban, como cualquier otro evento de masas en plena pandemia.

| ESdiario Editorial

 

Con un despliegue de irresponsabilidad sonrojante, Irene Montero lleva días alentando la celebración del 8M, sin renunciar a concentraciones masivas que le impidan, hasta en estas circunstancias seguir monopolizando una causa tan justa como manipulada por los paladines de la ideología de género.

Nadie discute la igualdad de oportunidades y derechos entre hombres y  mujeres; pero muy pocos pueden compartir la traducción sectaria de esa máxima que se hace desde el Ministerio de Igualdad, un engendro ideológico capaz de hacer desagradable, incómodo o simplemente delirante un objetivo común que felizmente comparte la práctica totalidad de la sociedad.

 

Si el 8M sectario de los últimos años ya es discutible en sí mismo, y solo hay que leer los manifiestos que lo impulsan para percatarse de su insoportable frentismo demagógico;  las circunstancias sanitarias deberían hacerlo inviable. Como tuvo que serlo ya el año pasado.

Sanidad no puede conformarse con distanciarse del 8M: tiene que lograr la prohibición de las marchas

Pero lejos de eso, Igualdad mantiene su convocatoria y la Delegación del Gobierno en Madrid le asiste, con una regulación de la participación difícil de controlar y, en todo caso, inaceptable: aunque solo hubiera marchas de 500 personas, son demasiadas en un país donde las reuniones familiares y todo tipo de contactos personales o están prohibidos o restringidos a cupos máximos de seis personas.

Kamikaze

Si ya resulta negligente convocar a nadie con este panorama, se agotan los adjetivos para calificarlo con los antecedentes de hace un año: entonces ya constaban las alertas sanitarias muy firmes de la Unión Europea o de la OMS, y pese a ello se celebraron manifestaciones decisivas para extender el contagio y provocar un exceso de 23.000 muertes, según los precisos cálculos de las Universidades de Zaragoza y Rovira i Virgili.

Aquel 8 de marzo fue casi criminal, haya o no finalmente consecuencias judiciales. Y éste puede volver a serlo con las cifras de contagios aún muy altas y la amenaza de una cuarta ola aireada ya por la comunidad científica. Por todo ello, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, o puede conformarse con rechazar la conmemoración y desaconsejarla: ha de ir más lejos y lograr su suspensión. Cualquier otra cosa será kamikaze e irresponsable en grado máximo.