| 07 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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Pedro Sánchez en la tribuna de autoridades de plaza de Neptuno
Pedro Sánchez en la tribuna de autoridades de plaza de Neptuno

Pitidos masivos a Sánchez: la 'misión imposible' de Moncloa para ocultarlos

Ni un cambio de recorrido junto a un desplazamiento del público han podido evitar los gritos y pitidos a Pedro Sánchez y su Gobierno en el desfile militar del 12 de octubre.

| Hugo Pereira España

Nada que hacer. Esa es la conclusión a la que los gurús de La Moncloa han llegado en este 12 de octubre. Por mucho que cosan y descosan, Pedro Sánchez, ahí donde va, está predestinado a escuchar un sinfín de abucheos, pitadas y gritos varios. Este año, la gran innovación de algunos de los asistentes -como público- al desfile militar del Día de la Fiesta Nacional ha sido el gritar "¡Que te vote Txapote!", que, precisamente, también desfilaba por doquier. Todo acompañado de la base rítmica que ofrecían los innumerables pitidos. Y algún que otro insulto también se escuchaba. Toda una melodiosa sinfonía contra el candidato socialista a revalidar la presidencia del Gobierno. 

"Pedro Sánchez podría haberse ido y venido por el Paseo del Prado, como el Rey, no hacía falta que girara por la calle de Felipe IV para no pasar por delante del público", comentaba a este periódico una solvente fuente de la organización. "Ni tampoco haber puesto el público a tropecientos metros de la tribuna de autoridades, claro", sentenció. Y, sin ser esa su intención, nuestra fuente desveló toda la estrategia fallida de los asesores de Sánchez.

 

Cambio de recorrido

El habitual paseo de la Castellana -una avenida muy amplia y difícil de delimitar- cambió a un paseo del Padro y de Recoletos, para concluir en la plaza de Colón, con más posibilidades de escape. La tribuna de autoridades, por su parte, este año se encontraba en la madrileña plaza de Neptuno. Justo al lado del conocido hotel Ritz y de la calle de Felipe IV. Y, aunque con nombre de monarca, cosas del destino, fue la salvación de Pedro Sánchez para llegar e irse, entre la multitud de su caballería motorizada, y no pasar -en ningún momento- por delante del público asistente. El Rey Felipe VI aprovechó, sin embargo, para darse todo un baño de masas -entre vítores y aplausos- a lo largo y ancho del Paseo del Prado. 

Al menos, este nuevo recorrido le permitió a Pedro Sánchez llegar al límite de tiempo. Pero llegó. Cuando ya habían entrado los Reyes en el paseo del Prado, Sánchez todavía no había llegado. "Ya están ahí [se refería un agente de Policía a los Reyes]" pero "el otro", decían, todavía faltaba. A las 10:58, finalmente, apareció el presidente del Gobierno en funciones. Menos mal. Llegó al límite, antes de que el Rey Felipe VI, la reina Letizia y la princesa Leonor hubieran llegado al lugar de recibimiento. Todos respiraban aliviados. No habría otro "no abras, no abras la puerta. El presidente aún no ha llegado", como el año pasado. 

Pitidos inocultables a Sánchez

Además del cambio de recorrido, la otra idea maestra con la que Moncloa trató de ocultar el descontento social con Sánchez ha sido aumentando la distancia del público con respecto a la tribuna de autoridades y lugar de recepción. 

Desde la tribuna de autoridades, tan siquiera desde la tribuna de prensa situada justo en frente, tal y como ESdiario ha podido apreciar, no se podía ver a la multitud asistente de público. Tan solo unas manos y pequeñas banderas agitándose muy a lo lejos.  

"Ahí llega alguien del PSOE", se oía -con evidente sorna- en la tribuna de prensa cuando algún pitido y abucheo se superponía a la música militar que ambientaba la espera. Porque se escuchaban, a pesar de todo, desde la plaza de Neptuno. Y se entendía a la perfección todo lo que la muchedumbre entonaba.  

El problema es que como no veían quién realmente llegaba, era prácticamente imposible saberlo desde tal posición, gritaban y pitaban a todo lo que se movía. Incluso durante la recepción de las autoridades que protagonizó el Rey Felipe VI, un constante "¡Que te vote Txapote!" se escuchaba de fondo junto a pitidos. 

Sin quererlo, o igual algunos sí, quién sabe, también pitaban al Rey Felipe VI y demás autoridades civiles y militares asistentes. Nada lo pudo impedir. En todo caso, la estrategia lo agravó.