| 02 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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Mariano Rajoy y Albert Rivera durante su última reunión formal en el Congreso.
Mariano Rajoy y Albert Rivera durante su última reunión formal en el Congreso.

Un enviado de Rajoy se citó en secreto con C´S contra la voladura de puentes

Las relaciones entre PP y Ciudadanos van de mal en peor. A cara de perro. Tal vez las urnas obren el milagro de la reconciliación. De momento, una quimera.

| Ricardo Rodríguez Opinión

El clima entre Mariano Rajoy y Albert Rivera se va calentando hasta extremos nunca vividos hasta ahora. Los reproches mutuos, las críticas aceradas, los ataques personales copan sin freno de mano las respectivas apuestas electorales. Y las huestes, como motos, exhiben sus entrañas. Rajoy y Rivera se mostraron en público en la Puerta del Sol con motivo del 2 de mayo. Casi cheek to cheek. Al presidente del Gobierno en funciones y al líder de Ciudadanos les llegaron a separar escasos centímetros.... Pero la distancia parecía enorme: No medió palabra alguna entre ellos, ni se miraron, ni siquiera hubo un gesto de aproximación.

Hasta anteayer, el PP estaba ufano viendo cómo se peleaban en la izquierda. Destrozándose entre sí, disminuía una alternativa de Pedro Sánchez. Pero la derecha deberá librar su particular batalla. El desalojo de los populares de Granada y su entrega al PSOE, al sospechoso Francisco Cuenca, con el respaldo naranja, además de Podemos, ha representado un sartenazo del mismo Albert Rivera al bajo vientre de Mariano Rajoy. Así lo han entendido en la sede de Génova. Y quién mejor lo sabe es Fernando Martínez Maillo.

Entre otras cosas porque el vicesecretario de Organización del PP mantuvo semanas atrás una reunión discreta con el vicesecretario general de C´s, José Manuel Villegas, en un intento de acercar posturas. El precio de perder Granada se antojaba demasiado alto. Así pues, el encuentro se produjo el pasado 20 de abril en la Carrera de San Jerónimo. Maillo pudo poner en valor la forzada renuncia del alcalde José Torres Hurtado, junto con la de la concejala de Urbanismo y la del presidente provincial. Además, sondeó a Villegas sobre la posibilidad de concederles un plazo de “3 o 4 semanas” para resolver su lío y retomar el pacto entre ambos.

Sobre la mesa, por parte de la mano derecha de Rivera, una genérica necesidad de un cambio de rumbo en la ciudad andaluza. La cita, en todo caso, resultó “clarificadora y positiva”, aseguran a ESdiario fuentes conocedoras de la misma. La conversación dejó las cosas claras sobre las similitudes y diferencias en el discurrir de sus caminos. A la salida, no hubo compromisos explícitos, más allá de un emplazamiento a mantener abiertos los canales de comunicación. Fernando Martínez Maillo quería ganar tiempo y entendió logrado su objetivo.

Ése y otros intentos a todos los niveles por frenar la moción de censura acordada entre PSOE y Ciudadanos resultaron infructuosos. El PP estaba sentenciado. Y así fue. Un salto que sólo tendría credibilidad si la formación naranja se mostrase tan exigente con su socia Susana Díaz como hace con Mariano Rajoy. El doble rasero de incriminar a los populares por sus corruptelas, pero ensayar argumentos exculpatorios para los socialistas, obviar la gravedad de los abusos en función de quien los comete, echa por tierra la apuesta por un ejercicio limpio de la política.

A los más suspicaces en la calle Génova nada les coge de nuevas. Allí ya se censuraba de manera preventiva a Ciudadanos. Ante la magnitud del boquete, las consecuencias prácticas son difíciles de prever. Una futurible alianza postelectoral se antoja imposible entre Rajoy y Rivera, aunque sea por la declarada voluntad de ambos por devorarse política y electoralmente.