| 17 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse

Cuando El País se carga a su director el mismo día que Sánchez toma posesión

Los trinos del día, a veces melódicos y a veces rebuznos, abarcan todas las modalidades: unos irritan, otros indignan y otros divierten. Juntos, resumen la actualidad de una forma peculiar.

| El Retuitero Opinión

 

 

¿Un director purgado por acertar?

 

Nadie parece haberse dado cuenta, y si se la ha dado le parece bien, de lo sospechoso y delicado que resulta relevar a un director de periódico justo en el mismo instante en el que se produce un cambio en el Gobierno. Eso es lo que ha pasado con Antonio Caño, cuya salida de la dirección de El País se ha dado a conocer a la par que Pedro Sánchez llegaba a La Moncloa.

Está muy bien que una mujer llegue a ese cargo y es evidente que la veterana Soledad Gallego-Díaz cuenta con el respaldo de su redacción, según la preceptiva votación interna que acompaña a ceses y nombramientos en la cabecera, ¿pero qué se diría si, un suponer, la llegada de Feijóo provocara o coincidiera con la inducida marcha del bueno de Ferreras de La Sexta?

El País titulaba su editorial de este fin de semana con un elocuente "Un Gobierno inviable" en el que Caño se limitaba a razonar con los hechos y las cuentas en la mano sobre la evidencia de que Sánchez llegaba a La Moncloa sin pasar por las urnas, con 84 diputados y respaldado por Podemos y los nacionalistas. Dos días después, el mismo periódico publicaba un nuevo editorial que reflejaba un viraje sorprendente: "Un buen Gabinete". ¿Se va por decir cosas como las que decía y para que el diario pueda decir ahora las que conviene a Sánchez?

 

 

Que El País sea progresista está muy bien, pero que en ese viaje tenga que incluir una militancia acrítica con el PSOE, por encima de datos y hechos constatables, resulta muy triste. Con Antonio Caño al frente su periódico habrá enfadado a los muy sectarios, esos que pululan en todas las trincheras ideológicas que sólo buscan un refuerzo a sus creencias, pero ha prestado un gran servicio informativo a su país en asuntos tan vitales como Cataluña. Un respeto. Aunque sea hombre y no comulgue con ruedas de molino.

 

Cervantes, ese facha

 

Cervantes es un facha, un españolazo, un antiguo y un represor. Y por eso hay que boicotear cualquier acto a su salud. Éste es el nivel de los zánganos que acaban de obligar a la Universidad de Barcelona a suspender un encuentro de grandes especialistas para glosar la figura del ilustre complutense, autor de la novela canónica de las letras españolas. Algo que, felizmente, rebela a humildes sucesores suyos tan célebres como Pérez Reverte:

 

 

Si en el pasado vimos los escraches 'sociales', ahora padecemos los 'identitarios' que tanto recuerdan a la célebre obra de Ray Bradbury, Farenheit 451, aquella donde se quemaban libros que 'ensuciaban' el alma. El totalitarismo supremacista en Cataluña ha traspasado todas las barreras y, desde la iconografía hasta los objetivos, ya es indisimuladamente fascista. Que no sorprende, salvo a los incautos o a los ciegos.

 

El inexistente harén de Rafa Hernando

 

En la era de las fake news, conviene estar muy alerta. La última que ha colado tiene que ver con el protavoz del PP en el Congreso, Rafael Hernando, a quien le han adjudicado unas declaraciones sobre el 'Consejo de Ministras' que en realidad jamás hizo. Según el bulo, el contundente político se había referido a las Calvo, Batet y compañía en unos términos especialmente repugnantes: que si eran "el harén particular de Pedro Sánchez", que si eran un "Aquelarre de sabihondas". Y todo es pura invención:

 

 

Era tan fácil escuchar la entrevista donde supuestamente se pronunciaron tales barbaridades, pero los propagadores de libelos no pierden el tiempo en esas cosas y los oídos más incautos las dan por buenas sin tomarse la molestia de chequearlas en persona. La falsedad como herramienta política es el ozono de la democracia, pero campa a sus anchas sin que nadie encuentre un remedio para evitar su rápida difusión.