| 25 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Caperucita Roja y el Lovox Feroz

Las supuestas maldades involucionistas del "trifachito" son un mero cuento, pero los efectos destructivos del "trioscurito" de Sánchez, Iglesias y Junqueras ya son una evidencia.

| Antonio R. Naranjo Opinión

Aunque he estado buscando con ahínco datos de los niños devorados en Andalucía por el primigenio trifachito, no los he encontrado: o la pérfida maquinaria encabezada por ese Juanma Moreno con aspecto evidente de pendenciero ha logrado esconder las crueles estadísticas derivadas de la caída de Susana Díaz o, tal vez, los andaluces sigue comiendo preferentemente papas aliñás y pescaíto frito, quizá en mayor medida incluso por los positivos datos de creación de empleo.

Tampoco se ha registrado una epidemia de cancelaciones de programas sociales, ni un pico de asesinatos machistas, ni una plaga de despidos públicos ni la creación de unas SS andaluzas patrullando las calles de Sevilla, Málaga o Córdoba para retirar perroflautas o, en su versión de Unidad de Asalto, infiltrarse en las líneas enemigas de Gibraltar para españolizar el Peñón o acudiendo por la noche a Cataluña, con las caras pintadas, a perpetrar una Operación Relámpago contra el secesionismo.

El buen ejemplo andaluz

Lo cierto es que en Andalucía PP y Cs gobiernan, con el apoyo de Vox, sufriendo más los desperfectos de 40 años de socialismo clientelar que cometiéndolos en nombre de una cruzada que, a juicio de los paladines del sanchismo, comenzará este 28A si el malvado trifachito devora la esperanza "moderada y serena" de un tipo que llegó a la presidencia sin el plácet de las urnas y aupado, él sí, por tipos condenados, procesados o fugados.

PP, Vox y Cs van a estar en los 190 diputados y Casado, Rivera y Abascal tienen que estar a la altura de ese respaldo probable

Que el miedo a no sé qué, pero siempre muy grave, muy franquista y muy involucionario sea más etéreo que el peligro objetivo de entregar la gobernación de España -de nuevo- a una manada de independentistas adornados por un populista disfrazado ahora de inverosímil vendedor de tilas (que no obstante se ha ganado recuperarle voto prestado a Sánchez por su inteligente aparición en los debates), constituye la penúltima prueba de la mercancía escacharrada que supone el sanchismo.

Aunque todo el relato de la derecha sobre el asalto a La Moncloa de junio de Sánchez en coalición con Iglesias, Otegi, Puigdemont y Junqueras quedó blanqueado por la decisión de anteponer en el PP la sucesión a la resistencia -que fue como ponerse a discutir sobre dónde ir de vacaciones mientras te están robando en casa- y en Cs el sorpasso a la denuncia; lo cierto es que los riesgos de un acuerdo entre PP, Vox y Cs son el mejor de los casos una predicción subjetiva y en el peor una mentira solemne, viendo el ejemplo andaluz.

 

Mientras que las consecuencias perversas de una alianza del PSOE con Podemos y el soberanismo son ya medibles en términos económicos, de convivencia -no muy lejos del linchamiento han estado Inés Arrimadas o Cayetana en Cataluña- y de futuro democrático en España.

El "trioscurito"

Aunque le moleste oírlo a Sánchez y a sus corifeos, depender a la vez de Otegi, Puigdemont, Junqueras e Iglesias y pretender que ésa es una buena solución para España es como acudir al médico a curarte una adicción al tabaco y que te salga Pablo Escobar ofreciéndote una terapia con papelinas.

España, desde 2015, no ha dejado de orientarse como en toda Europa hacia opciones liberales y conservadoras, alcanzado cinco puntos de diferencia en el CIS de 2018 y entre dos y tres millones de votos más que esta izquierda: probablemente esa sideral distancia explique como nada la moción de censura de un dirigente como Sánchez que, tras bloquear un año el país y someterle a dos Elecciones Generales en seis meses, entendió que nunca sería presidente por lo civil y lo logró por lo militar apelando a la corrupción -ERES-, la transparencia -tesis-y la convivencia -Franco-.

Si el cuento de Caperucita Roja y el Lovox Feroz es eso, una fábula sectaria para camuflar la incapacidad y perfumar el hedor de un nuevo pacto con los enemigos de la España constitucional; las consecuencias del trioscurito de PSOE, Podemos y ERC son cuantificables desde el primer momento y presagian lo peor.

El trifachito es una invención barata de una izquierda que solo sabe meter miedo. El peligro de Sánchez con el nacionalpopulismo es un hecho incontestable

Detectada la imposibilidad legal de reformar la Constitución, la "plurinacionalidad" de Sánchez, el republicanismo guerracivilista de Iglesias y la moderación solo estética de Junqueras son la bisutería de un cambio desde dentro que generaría un auténtico Estado catalán vía elevación de transferencias, creación de un cupo catalán, desaparición definitiva de España y ese tipo de truco retórico tan sanchista de decir en Madrid que España solo es federal y en Cataluña que, de hecho, ya es independiente.

 

Que es como soltar al león en el parque y pretender que se ponga a comer hierba: lejos de calmarse, afilará sus zarpas contagiosas en Navarra, País Vasco, Valencia y Baleares al menos, hasta hacer irrespirable la perviviencia constitucional de la actual España europea.

Vox es efecto, no causa

Vox no se inventa nada, y pese a lo folclórico de algunos de sus candidatos y lo brusco de alguno de sus mensajes, no es más que la consecuencia de una España harta de insultos y humillaciones; de cordones sanitarios e imposiciones ideológicas, de dictaduras de las minorías y de sobrecostes de la Administración a costa del currito, de hegemonías culturales obscenas y de intolerantes disfrazados de John Lennon.

Probablemente por eso, digan lo que digan los sondeos, la suma de PP, Vox y Cs supere muy de largo la mayoría absoluta. Y quizá por ello, la condena preventiva y la estigmatización del acuerdo ha comenzado mucho antes de que llegue: lo que va a medir a Casado, Abascal y Rivera es su capacidad de estar a la altura de ese respaldo histórico que uno humildemente prevé y sitúa en los 190 diputados o si, por contra, una vez coronada la cima van a anteponer también sus cuitas partidistas, los intereses alimentarios de sus dirigentes y esa curiosa manía del centroderecha de buscar la absolución por el sorprendente método de pedir disculpas a quien te está pegando.