| 29 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Los adalides de las tartas, las protestas y "sopa boba" como arma arrojadiza

¿Seguro que la mayoría de los ecologistas, agricultores y ganaderos europeos respaldan que un grupo de fanáticos apoyen su causa decorando la Mona Lisa con fideos?

| Ely del Valle Opinión

Nadie duda a estas alturas de las dificultades por las que pasan agricultores y ganaderos, obligados a vender cada vez más barato y a comprar más caro. Creo que todos somos conscientes de que si el campo o la ganadería desaparecen habremos adelantado unos cuantos segundo al llamado “reloj del fin del mundo” que ya nos tiene colocados a 90 segundos de la hecatombe final. 

Lo que no tiene ninguna explicación es que en señal de protesta un grupo de niñatos autodenominados “ecologistas y defensores del medio ambiente y de los derechos de los agricultores” se dedique a vandalizar obras de arte tirándoles sopa, tartas y otras delicatessen culinarias. Ya me contarán la relación. Que sepamos la influencia de los museos en las decisiones que atañen a los ministerios contra los que se han levantado los trabajadores del campo es cero. Por la misma se podrían haber ido a arrancar fuentes públicas o pinchar ruedas de coches. 

Por otro lado, parece bastante chusco que en su fanatismo, no hayan ido donde un pequeño agricultor a comprarle un par de sandias o medio kilo de tomates para arrojárselos a la pobre Mona Lisa, no. O bien se han ido a un supermercado y han comprado los ingredientes para elaborar sus “armas de destrucción” – cosa que dudo porque por su aspecto no tienen pinta de comer de caliente a menudo– o han comprado directamente la sopa de lata y una tarta industrial engordando la cuenta de resultados de quienes se supone que están explotando a quienes ellos dicen defender.

Que sepamos la influencia de los museos en las decisiones que atañen a los ministerios contra los que se han levantado los trabajadores del campo es cero.

Despropósito absoluto, incongruencia manifiesta y ganas de asegurarse su minuto de gloria aunque para ello haya que hacer el ridículo y quedar como un palurdo. Me gustaría saber cuántos agricultores y ganaderos aplauden un gesto que solo consigue crear animadversión hacia unas reivindicaciones seguramente muy justas: las de quienes sí saben lo que es trabajar en general , y en el campo en particular, y no viven de (tirar) la sopa boba.

Nota al margen: Quizá los museos deberían controlar un poco más su seguridad... ¿tartas, pinturas, sprays y sopas pasando alegremente por la puerta? Otro despropósito.