| 29 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Orden, contraorden: desorden

La percepción que tenemos los que no tenemos poder ni mando, es decir la inmensa mayoría de los ciudadanos, es que, los que, si lo tienen, no saben el camino que conviene seguir

| José Carlos Fuertes Opinión

 

Que España es diferente resulta obvio, para lo bueno, para lo malo y para lo regular. Y lo que es peor, en estos momentos de crisis pandémica (psicológica-sanitaria-económica-social), lo estamos llevando a las últimas consecuencias. 

Somos un tanto rebeldes, algo irresponsables, bastante suspicaces y muy desobedientes, ese es el mansaje que parece se nos quiere transmitir desde el poder. Las cosas no van bien en el control de la pandemia por la COVID-19, por que nos lo estamos tomando a cachondeo. Servidor, con todo respeto, piensa que eso no es cierto, o al menos no en su totalidad. 

Aceptemos que una minoría de los casi 48 millones de habitantes que vivimos en este paraíso natural llamado España si son irresponsables, cantamañanas e ilusos. Pero, lo dicho, una minoría muy, pero que muy minoritaria. Es fácil ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio, dicen los evangelios y comparte la sabiduría popular, en su amplio e ilustrativo refranero. Y a mi entender eso es lo que está pasando. 

Los gestores políticos no se aclaran, y si ellos no dan ordenes sosegadas, precisas y firmes es esperable que los que debemos acatarlas lo hagamos, primero con reticencia, después con desconfianza y al final, simple y llanamente, dejemos de hacerlo y cada uno vaya a su aire, con el consiguiente daño que el “desorden” mental creado por ordenes y contraordenes es capaz de producir. 

Los que solo somos ciudadanos permanecemos atónitos ante semejante esperpento en el que la evidencia científico-médica queda subordinada a los intereses políticos de unos y otros

La percepción que tenemos los que no tenemos poder ni mando, es decir la inmensa mayoría de los ciudadanos, es que, los que, si lo tienen, no saben el camino que conviene seguir para salir lo menos dañados posible de esta compleja situación en la que el destino nos ha colocado. 

Hay muchas criticas, comentarios y sugerencias desde ángulos distintos. Los “todólogos” que aparecen en tertulias televisivas, radiofónicas o escriben en la prensa escrita, opinan a favor y en contra. Unos atacan y otros defienden, según “su leal saber y entender”. Pero los que solo somos ciudadanos permanecemos atónitos ante semejante esperpento en el que la evidencia científico-médica, queda subordinada a los intereses políticos de unos y otros. 

La ideología

Lo peor de todo esto es que los dirigentes políticos no se han dado cuenta a estas alturas de la película, que el Coronavirus “pasa” de las diatribas y batallas mediocres y estériles de los que conducen el país. Que el virus y sus consecuencias no entienden de PIB, IPC, mayorías absolutas o simples, ni de sentencias judiciales. Es una partícula muy simple, básica, rudimentaria, pero muy dañina cuando se le permite campar a sus anchas.  

O, los que tienen la responsabilidad de dirigir el país lo hacen basándose en criterios técnicos y experimentados, dejando al margen su particular ideología, o cuando todo esto pase, que sin duda pasará, la reconstrucción mental, sanitaria, social y económica de España será una tarea que hipotecará la vida de varias generaciones. 

Dr. Jose Carlos Fuertes Rocañin