| 26 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Pedro Sánchez, en el acto de este sábado en Zaragoza.
Pedro Sánchez, en el acto de este sábado en Zaragoza.

Susana Díaz echa cuentas y afila su cuchillo contra un Sánchez que toma Red Bull

El PSOE es una máquina de picar carne. La patada al tablero del exlíder crispa la carrera y tiene a la andaluza "intoxicando". Begoña Gómez dijo no a su marido, que esta vez no hizo caso.

| Ricardo Rodríguez Opinión

En escasos días el PSOE ha quedado del revés. Si la habilidad con que la Gestora capitaneada por Javier Fernández y las principales baronías han rentabilizado sus limitadas bazas fuera trasplantable a la militancia, el destino de Susana Díaz estaría servido desde una posición de liderazgo incuestionable. Pero los ánimos de las bases más desencantadas con la neutralidad en la investidura de Mariano Rajoy han vuelto a encenderse y su lema sigue siendo el “No es no”. El pistoletazo de salida a la carrera a la Secretaría General ha sido como ponerle mecha a un bidón de gasolina.

Mira por dónde, el paso al frente de Patxi López sirvió de revulsivo a Pedro Sánchez que ya ha regalado muchas sonrisas y recorrido un buen número de kilómetros en su ruidosa campaña para las primarias. O sea, que gracias a la precipitación del exlehendakari, el mismo cuya pretensión era atesorar el sanchismo, ahora Sánchez está lanzado a una larga carrera. Y se muestra más firme que nunca en la voluntad de reconquistar Ferraz, incluso aunque su entorno familiar, y especialmente su esposa, Begoña Gómez, le habría aconsejado tirar la toalla.

Esa supuesta opinión en contra de Begoña puede resultar un filón cuando de la manera más cruda salga a la luz la soterrada guerra sucia entre candidatos. El susanismo ya intoxica con la convicción de lograr en el ínterin entre las primarias y el 39 Congreso Federal el desistimiento de Pedro Sánchez a cambio de ofrecerle salidas como la de senador autonómico por Madrid. De creer a algunas voces, el exlíder ya fue tanteado con algún puesto relevante en la Unión Europea. Ese destino contaba incluso con la aquiescencia de Rajoy con tal de no toparse de nuevo con él, por una de esas carambolas de la vida, al frente del PSOE y, ante la total falta de colaboración, verse en la tesitura de dar por finiquitada la Legislatura.

En Sánchez pesa demasiado la dolorosa experiencia de su destronamiento del partido como para desistir de ese impulso irrefrenable de continuar, de seguir contra viento y marea en sus ambiciones. De hecho, “la respuesta de los militantes allá donde va ha supuesto una inyección de energía. Es como si le hubieran dado una lata de Red Bull”, aseguran en su entorno. El principal escollo a sortear para el ex secretario general será de carácter interno. Una cosa es reunir a un millar de simpatizantes en cada una de sus paradas y otra muy distinta es enfrentarse a un camino mucho más pedregoso como los núcleos de poder real en el partido.

Los números

Las dificultades para que Pedro Sánchez se salga con la suya son – por decirlo suavemente – elevadas con todos los barones territoriales desenganchados de su causa. Un importante dirigente, que conoce bien las interioridades del partido, sostiene que el de Sánchez es un intento “inútil”, condenado al fracaso de antemano. Pero, a la vez, le otorga capacidad de aglutinar en torno al 30% de los votos. Siempre según sus cálculos, Díaz concentraría un 60% de los apoyos, mientras Patxi López debería conformarse con el 10-15%. Las orejas al lobo acaban con las desbandadas y reagrupan el rebaño. De eso va a tratar la cuenta atrás hacia la incierta reconstrucción del partido, según valoración unánime del oficialismo.

El pretendido paseo por la alfombra roja del socialismo andaluz puede convertirse en un campo de minas, y ello aunque se logre borrar alguna cita prevista la semana pasada a las afueras de Madrid. Susana Díaz dispone de armas fundamentales para la competición, pero la imagen de Pedro Sánchez en Dos Hermanas, al margen de provocar más de una taquicardia en despachos del Poder, viene a recordar que es mejor no escribir la Historia por adelantado.