| 27 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Aznar, la leyenda del leñador

El expresidente del Gobierno y del PP ha vuelto a dar la nota en el peor momento y sin ninguna elegancia, ninguneando su pasado y a su antiguo partido con un pie sobre el caído Rajoy.

| Buendía Opinión

 

Ya nos tiene más que acostumbrados José María Aznar a sacar su vanidad y su hacha a pasear cada cierto tiempo. Especialmente desde que hace dos años decidió desmarcarse del PP, el partido que contribuyó a fundar y con el que conquistó la presidencia del Gobierno. Pero esta semana se ha superado a sí mismo.

En el peor momento de esa centroderecha que dice defender y querer reconstruir, con una veloz y despiadada moción de censura de por medio, se ha presentado como salvador a la vez que asestaba algunos hachazos al árbol caído que es en estos momentos Mariano Rajoy. Todo muy poco edificante, por más que Aznar gaste la pose, la mirada el tono severos y reconcentrados de los anuncios solemnes que tanto revenciaron sus antiguos compañeros en tiempos, y que tanto aborrecen ahora. En realidad, su imagen es la que hoy rescatamos: satisfecho, soberbio, ufano…

La leyenda del leñador que arrastra el expresidente alcanza así su cota más elevada desde que en el otoño de 2016, su fundación FAES rompió con el que fuera su partido tras 25 años funcionando como su motor ideológico. Ya de mucho antes Aznar empezó a manifestar sus diferencias con  Rajoy y con la cúpula del PP, pero aquel gesto no solo representó el distanciamiento definitivo, sino también el pistoletazo de salida para su afán por reconstruir el centroderecha por su cuenta.

Dado que es imposible pedirle al expresidente que se calle, más noble hubieran sido unas palabras o un discurso suyos para tratar de restañar los costurones por los que sangra el partido al que le debe  todo lo que es

 

Claro que el antiguo líder popular no debería olvidar que ha de acarrear con el pasado. “Cada uno responde de sus actos. Yo respondo de los míos del primero hasta el último”, ha afirmado esta semana, como así se liberara de una carga, de la que proceden en buena medida las pesadillas que atormentan ahora al PP.

Porque por más que Aznar quiera sentirse liberado de su mochila popular, ésta se ha quedado adherida a su lomo. Y en ella hay que incluir los éxitos económicos, la estabilidad institucional o los éxitos en la lucha antiterrorista, pero también la condescendencia con los nacionalismos, la temeraria línea de diplomacia intenacional o los fallos en la necesaria vigilancia de las redes clientelares que han hecho desfilar ante la Justicia e ingresar en la cárcel a muchos de sus colaboradores más directos.

Hasta el propio Rajoy, ese vicepresidente al que dedicó la hoja dorada de su cuaderno azul, convencido de que su escaso carisma jamás le haría sombra, pero que se ha revelado como un gestor eficiente y estadista de fiar, es obra suya. Y como tal ha de asumirlo por completo.

Así las cosas, y dado que es imposible pedirle al expresidente que se calle, aunque sea por puro y respetuoso silencio de luto, mucho más noble hubiera sido por su parte dedicarle unas palabras, y no digamos  un discurso entero, a tratar de restañar algunos de los costurones por los que sangra el partido al que le debe absolutamente todo lo que ha sido y es.

En vez de eso prefiere seguir alimentado su leyenda leñadora, aparte de aquella de jarrón chino que comparte con todos los expresidentes. Aunque en su caso, tanto va el hacha al tronco, que cada vez que suelta la mano y la lengua va ganando boletos para ser el primero en quedar hecho añicos.