| 21 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Mariano Rajoy y Carles Puigdemont, en una imagen de este invierno.
Mariano Rajoy y Carles Puigdemont, en una imagen de este invierno.

El dilema de Rajoy ante el riesgo de un bloqueo que impida doblegar a Puigdemont

“La estrategia la marca el Presidente y sabe bien lo que hace”. La Moncloa rechaza los reproches por la resistencia a tirar del 155. El puente de mando sopesa todos los escenarios.

| Ricardo Rodríguez Opinión

El Gobierno cuenta con recursos para defender el Estado de quien pretende pasar por encima de la Constitución. Pero esos medios, además de estrictamente legales y democráticos, deben contar con todas las garantías de cumplir con su objetivo. Un ejemplo de lo que puede hacerse con la ley en la mano es el artículo 155 de la Carta Magna que, en teoría, es un cheque en blanco para el Ejecutivo de turno, que sólo necesitaría de la aprobación del Senado, en manos de la mayoría absoluta del PP, para doblegar a Carles Puigdemont.

La iniciativa, aunque demonizada incluso por constitucionalistas, podría redundar en un fortalecimiento de la Democracia dada la trascendencia de todo lo que está en juego. Pero también supondría adentrarse en un tortuoso vericueto para recuperar competencias autonómicas en nombre del interés general. “En cinco o diez podrían completarse los trámites”, vendió con optimismo La Moncloa. Tal vez fuese así cayendo en el atajo de los procedimientos de urgencia, pero parece claro que Mariano Rajoy tiene presente artículo 189 del reglamento del Senado. Y ello a diferencia de Albert Rivera al que, ante su afán desbocado, hubo de recomendar su lectura.

El movimiento de piezas obliga a presentar ante el presidente de la Cámara Alta escrito con el contenido y alcance de las medidas propuestas, así como la justificación del correspondiente requerimiento a Puigdemont. A continuación, la Mesa del Senado debe dirigirse a la Comisión General de las Comunidades Autónomas que reclamaría al presidente de la Generalidad antecedentes, datos y alegaciones. Suma y sigue. La Comisión formula una propuesta razonada sobre la solicitud del Ejecutivo. Finalmente, el Pleno debate y vota.

Conociendo el percal, los usos, costumbres y vericuetos parlamentarios, la aplicación de las medidas de excepción tardarían fácilmente entre dos y cuatro semanas, según advierten fuentes populares. ¿Aguantaría ante ese escenario Pedro Sánchez las especulaciones, los mensajes cifrados, etc.? Esa duda acompaña a Rajoy. Ya le gustaría escuchar la voz del secretario general del PSOE sin matices a la hora de pararle los pies al secesionismo, pero es lo que hay. El jefe de la Oposición sella en privado una posición de Estado. Sin embargo, ante su inclinación por delimitar su hondura y duración, le resulta imposible al presidente del Gobierno ponerse en guardia.

Una situación como la actual, repleta de arenas movedizas, carece de precedentes. Entre los temores gubernamentales, que el conglomerado de Podemos, amontonado con nacionalistas catalanes y vascos, tratase de desbaratar la hoja de ruta del 155, o al menos torpedearla, con iniciativas de toda índole en el fragmentado Congreso. En el alcance de la resistencia de Sánchez a las presiones de Pablo Iglesias para poner plomo en las alas del PP al otro lado de las puertas batientes del Hemiciclo sitúa la incógnita Rajoy. “¿Y si el líder del PSOE, abducido por el PSC, decide plantarse y decir hasta aquí llegamos?” La pregunta recorre las sentinas populares.

Ese escenario de inestabilidad que puede avecinarse sería de de los que pasan una honda factura. De modo que, avisan en los aledaños de La Moncloa, conviene frenar la guerra de nervios. “La estrategia la marca el Presidente” y “sabe bien lo que hace”.