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Sopa de ganso

Carles Puigdemont, ingrediente estrella de la sopa de ganso catalana

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La expresión "sopa de ganso" es un término del argot anglosajón para referirse a que algo es "pan comido" o "algo fácil de hacer". También es el título de una gran película símbolo del humor absurdo protagonizado por los hermanos Marx y rodada en 1933, en la que en una república de un país imaginario, aunque en una escena sale la ciudad granadina de Loja, que se encuentra en bancarrota concurren diversos personajes excéntricos que luchan por hacerse el poder.

En dicha película Groucho, Harpo y Chico se lían en escenas absurdas para conseguir el poder en la república de Libertonia, pequeño país en bancarrota. Realmente las peripecias de los tres hermanos se asemejan a las que se están produciendo en la política catalana tras las elecciones autonómicas del pasado 12 de mayo, cocinándose una "sopa de ganso a la catalana", en la que otros tres actores como son Salvador Illa, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, están protagonizando, y sin duda seguirán haciéndolo, una pugna por el poder trufada de mentiras y verdades, de afirmaciones públicos y negociaciones secretas, que se irán desarrollando en escenas que muchas veces no son lo que parecen, como en la icónica película.

Sin duda Pedro Sánchez imaginó un guion inicial más parecido al sentido anglosajón del término "sopa de ganso" es decir como unas elecciones fáciles o unas elecciones "pan comido" para su candidato Salvador Illa, pero a medida que pasan los días el relato se parece cada vez más a la película "marxista" (de los hermanos Marx): líos, enredos y escenas absurdas.

Hemos visto a Oriol Junqueras dimitir en diferido, convirtiéndose en un líder fijo discontinuo; también el prófugo Puigdemont, que amagó hasta el último minuto de presentarse el día de las elecciones como paseante por Girona, dice que quiere hacerse un "Sánchez", gobernar habiendo perdido; en cambio Salvador Illa afirma que no quiere ser como Sánchez y quiere gobernar porque es la lista más votada.

Mientras tanto el PSOE anuncia que se reúne con Junts en algún lugar del extranjero para hablar , en cambio Junts dice que con quién quiere hablar es con ERC, y estos últimos no saben con quién quieren negociar. Como puede comprobarse no todo es "pan comido" en esta "sopa de ganso catalana". No obstante Sánchez sigue insistiendo en su guion y afirma que el procès ha muerto queriendo convertir esta afirmación en el lema de su campaña electoral para las elecciones europeas, allanando el camino a un posterior "cambio de opinión" cuando tenga que elegir entre la investidura de Salvador Illa en Barcelona o la "desinvestidura" de él mismo en Madrid. Sin duda todos sabemos el desenlace de dicho probable dilema presidencial.

Realmente es hilarante escuchar a Sánchez afirmar que "Puigdemont tiene que aceptar que no ha ganado las elecciones" y a renglón seguido sumar en su saco electoral los votos de ERC y los Comunes de Colau, cuando en el Ayuntamiento de Barcelona su candidato Collboni es alcalde en contra de los Comunes, toda una escena digna de formar parte de la película de los hermanos Marx o de la hilarante escena del camarote en la también película de estos actores "Una noche en la ópera".

La política catalana nunca ha sido pan comido o fácil, ya que se ha instalado en una deriva decadente en la que el PSC ha sido actor fundamental al negarse a mantener una posición de defensa constitucional, lo cual ha ido alimentando el procès que ahora declara enterrado, siendo esta impostura política lo que distorsiona la política nacional.

Veremos en las próximas semanas toda una catarata de declaraciones de Junqueras, Illa y Puigdemont y sobre todo de Sánchez, sobre quién va a gobernar en Cataluña, pero todos sabemos cual será el desenlace: si Sánchez quiere seguir en Madrid Puigdemont ha de entrar triunfal por la Diagonal de Barcelona. Y si no, al tiempo.

El desenlace de la "sopa de ganso catalana" es tan evidente como en la película de los Hermanos Marx, aunque mientras tanto se sucedan las escenas absurdas, cómicas o confusas hasta que votemos el domingo 9 de junio. Por eso recomiendo volver a ver la película, que dura 70 minutos, donde se van sucediendo personajes tiránicos, demagogos, nacionalistas, estrafalarios y antipolíticos, todos ellos con ansias de gobernar una pequeña república en bancarrota, y seguro que nos recuerda lo que vamos a ir viendo en los próximos días y semanas.

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