| 28 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Pedro Sánchez y Alfredo Pérez Rubalcaba, en una imagen de archivo.
Pedro Sánchez y Alfredo Pérez Rubalcaba, en una imagen de archivo.

El “colmillo” de Rubalcaba tritura en privado los guiños de Sánchez a las bases

Es lo único que le falta a la vapuleada credibilidad del ex líder del PSOE. Como sus bazas son de cristal, la “vieja guardia” se muestra implacable.

| Ricardo Rodríguez Opinión

Esa mezcla de tragedia griega y comedia de vodevil que viene siendo el resurgir de Pedro Sánchez ha dejado un escarmiento a navegantes: Nunca se sabe lo que puede pasar en política y toda situación catastrófica es susceptible de empeorar, como han comprobado Susana Díaz y su círculo en los últimos meses. Si después de arrojar por la ventana a un secretario general, alguien en la misma Ferraz hubiera dicho que lo peor estaba por llegar, nadie lo hubiera creído, pero regresó Sánchez convertido en un “mártir” y en loor de multitudes.

No cabe descartar que haya más calamidades en el horizonte socialista e incluso que dejen chicas a las ya aparecidas, pero parece poco probable y, en cualquier caso, no pillarán a la nomenklatura susanista tan desprevenida, tan catatónica. Ya se ha despertado y resulta bastante improbable que se vuelva a dormir en laureles. La presidenta andaluza tiene engrasado el rumbo y cuenta tras de sí con todos y cada uno de los referentes del partido, además de una amplia red de apoyos tejida desde hace meses. Desde el éxtasis de José Luis Rodríguez Zapatero hasta el pragmatismo de ese núcleo reducido y compacto que forma la vieja guardia felipista pasando por la Gestora y las principales baronías.

No pueden realizar vaticinios con absoluta seguridad, pero si de algo valen es para admitir el daño hecho por Pedro Sánchez al PSOE. Su imagen pretende ser asociada para siempre por sus detractores a aquel 1 de octubre en que las Fuerzas de Seguridad hubieron de proteger a unos socialistas de otros en la puerta de su cuartel general. De ganar, hipótesis descartada aun cuando unas primarias resulten inciertas, la escisión más dolorosa estaría servida per sécula seculórum. La carrera es suficiente para que los diputados, mirando a la vez a un lado y otro, intentando hacer abstracción de su suerte, pasen del desencanto a la euforia, de la ilusión a la desesperanza, del todo a la nada, del blanco al negro y del negro al blanco en un parpadeo.

El ex secretario general pretende demostrar que aún hay una cosa más poderosa que el temido aparato. Esto es, la voz de la militancia. En este instante, Alfredo Pérez Rubalcaba anda sin rodeos en el empleo de pestes para con su otrora cercano colaborador. Y si, para ahondar más en la llaga abierta, Sánchez ofrece el espectáculo de ser jaleado al cierre de sus actos entonando la Internacional con el puño en alto, entonces el asombro se dispara. Rubalcaba gusta clavar su colmillo – aún bien afilado - en Sánchez de quien se mofa en privado con un “éste ha ensayado durante varios meses la Internacional en un karaoke”. Imposible ser más claro.

Los volantazos ideológicos de Sánchez están lejos de ser moco de pavo. Los arrumacos y ditirambos dirigidos a las bases se compadecen poco con sus confesiones pasadas como un liberal, más al centro que la izquierda de Zapatero y semejante a la línea de Rubalcaba. La estrategia de su campaña lo protege de los periodistas. Desde el pasado 26 de septiembre, el aspirante Sánchez no se somete a ninguna rueda de prensa o entrevista. “De haber dado ese paso, no le haríais ni caso”, asevera a los plumillas su cercano José Luis Ábalos. Un camino elegido, quizá, para mantener la expectación a su alrededor, pero el voto de silencio – todavía promete durar – impide conocer sus opiniones.

Las cosas están así a día de hoy, aunque de aquí al 39 Congreso Federal resulta impredecible.