La ministra de Igualdad salió al rescate feminista de Pablo Iglesias, pero le salió mal la jugada y todo el mundo se ríe de unas palabras desopilantes que utilizó.
A Pablo Iglesias no parece irle nada bien en general y con las mujeres en particular, a efectos electorales: los sondeos le sitúan entre la nada y la irrelevancia, muy lejos de llevar a Podemos más allá de una humilde representación en la Asamblea de Madrid y por debajo de los otros dos partidos de izquierdas que se presentan el 4M, encabezados por Ángel Gabilondo y Mónica García.
Con las alarmas encendidas, Irene Montero, de quien se dice que rechazó asumir ella misma la candidatura en la Comunidad de Madrid, salió al rescate de su pareja y jefe de filas, en un acto algo delirante en el que volvió a hacer esa histriónica caricatura de Madrid como un espacio casi apocalíptico para mujeres, heterosexuales y ciudadanos en general.
Pero la brocha gorda de la ministra de Igualdad, vivo ejemplo de cuánto se puede progresar en Madrid de la nada laboral a la condición de millonaria con residencia en la privilegiada Sierra, quedó incluso escondida por otro detalle de su intervención difícil de creer si no se escucha en bucle: "Nos está costando tanto ser escuchados, escuchadas, escuchades...".
— Catalejo (@catalejo69) April 16, 2021
Sí, el paroxismo del lenguaje inclusivo. La Champions League del postureo ideológico. El Oscar a la sandez política. Todo ello alcanzó la ministra, objeto de una de las mayores campañas virales de respuesta que se recuerdan y de un despliegue sin precedentes de emoticonos con risas, sonrisas y carcajadas.
Desde el célebre dúo de impulsoras del "santuario de gallines violades", no se había visto ni oído nada igual: la confusión entre el sexo, que es lo que tienen las personas, y el género, que es la cualidad de las palabras; lleva a unos pocos, pocas y poques a hacer el ridículo más espantoso para simular un compromiso con la igualdad que necesita de más seriedad y menos cháchara.