| 27 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Carles Puigdemont, este sábado en Berlín.
Carles Puigdemont, este sábado en Berlín.

Puigdemont pide a su entorno más "guerra" y prepara una escalada de la tensión

El actual escenario político es endemoniado y peligroso, por numerosos adornos que quiera poner desde La Moncloa. El ex president catalán ha trasladado sus intenciones y no son nada buenas.

| Ricardo Rodríguez Opinión

En su entorno le ven de nuevo eufórico, sarcástico, animado. Carles Puigdemont podrá tener seriamente dañados los conectores con la realidad, pero promete seguir con la pesadilla. Su estrategia evasiva ha surtido efecto para asombro e indignación generales. Resuelto a imponer su narcisismo hasta el punto de mantener a Cataluña en el pozo de la incertidumbre y la ingobernabilidad, el ex presidente promete actuar bajo los efectos de la sobredosis de adrenalina obtenida por el guantazo propinado al Estado.

Está por ver cómo resuelve la Justicia el barullo causado por el tribunal de Schleswig-Holstein. Puigdemont está de subidón y dispuesto a aprovechar la nueva oportunidad para su causa, golpista en el interior y en el exterior. ¿Ahora? “¡Ahora comienza el mambo!”, ha llegado a trasladar a su entorno. De esta forma tan gráfica, a decir de las fuentes consultadas, el prófugo ha confirmado sus ganas de tensionar la situación política para que sus seguidores perseveren en el desafío y alimenten la quimera de la restitución del presidente “legítimo”.

Es ese mismo Carles Puigdemont quien, salvas de fogueo de por medio, impone, al menos por ahora, las directrices en la conformación de un futurible Gobierno de la Generalitat. Ese es el terrible destino de Cataluña. Ni que decir tiene que la apuesta por la pretendida investidura de Jordi Sánchez, toda vez que su causa ha llegado hasta la ONU, la va exprimir de forma continuada en favor de la exaltación del victimismo (gran baza del desbocado Puigdemont) fuera de nuestras fronteras.

Las ganas de “mambo” pueden llevar al ex presidente a pensar en alternativas para guardarle la sillón de la Generalitat, pero también intentar de nuevo su investidura a distancia bajo la amenaza a ERC y PdeCAT de unas nuevas elecciones. Incluso, llegado el caso, optar por las urnas para tratar de presentarse como líder exclusivo del independentismo. La estrategia no por cínica deja de ser efectiva para Carles Puigdemont que hace lo imposible por ocupar portadas de la prensa internacional, resultar explosivo para el sistema, polarizar a la sociedad, a fin de mantener movilizados a sus afines.

Las consecuencias no son como para tomarlas a broma. Así lo ha evidenciado el choque entre España y Alemania. Una convulsión que ha confluido en la verbalización del escepticismo en la Unión Europea. Y a ese panorama debe enfrentar Mariano Rajoy que había ganado terreno, pero que topa ya con una gran mayoría de españoles harta del chantaje independentista. La desestabilización del Estado, objetivo final de Puigdemont, sólo podría explicarse por la dejación de responsabilidades del Gobierno.

En lugar de dar una respuesta de firmeza política a hechos consumados, Rajoy ha cometido el error de ocultarse en exclusiva detrás de las togas, dar por neutralizado a Puigdemont, contar con la desactivación inminente del 155 y, en último término, mantener la ficción de que los independentistas son interlocutores con los que podrá dialogar.