| 29 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Vergüenza en el Congreso

Sánchez ha preferido decirle "No te preocupes" a Junqueras que a los españoles, con una imagen lamentable que resume el deterioro de la España constitucional.

| EDITORIAL Editorial

 

 

La constitución de las cámaras, solemne inicio de la XXIII legislatura, arrojó algunas de las imágenes más tristes e indiciarias del profundo deterioro político, institucional y social que padece el sistema, auspiciado paradójicamente por quienes más tendrían que cuidarlo y respetarlo.

Si la estampa de cuatro diputados y un senador procesados por gravísimos delitos paseándose por el Congreso ya resulta indignante, la del presidente Sánchez tranquilizando al golpista Junqueras alcanza la categoría de humillante, acrecentado por el deplorable papel de la nueva presidenta de la Cámara, Meritxell Batet, blanqueando la insultante e inconstitucional toma de posesión de muchos diputados.

Casado, Rivera y Abascal han de tener la grandeza para entender que, antes de sus disputas por liderar este espacio, ha de estar la réplica eficaz al sanchismo

Las apelaciones a la diversidad y el diálogo que suelen maquillar la tibieza de la izquierda ante el desafío separatista son, amén de inútiles frente a ellos, indecorosas con el legado real de la Constitución y falsarias del recorrido protagonizado por España desde 1978.

La Constitución ya recoge todos esos valores a los que se apela ahora para, simplemente, blanquear el flagrante incumplimiento  de las responsabilidades institucionales propias y tolerar los pavorosos excesos de quienes, luego, son decisivos para aprobar unos Presupuestos como en el pasado lo fueron para hacer prosperar una moción de censura.

¿Y el Supremo?

Todo ello supone además un ataque al Tribunal Supremo, que en contraste con el deplorable comportamiento del Congreso, cumple con sus funciones y ejercer con diligencia sus funciones pero, ahora, parece una antigualla incapaz de traducir al lenguaje jurídico el evidente relato político en vías de imponerse desde el Gobierno y el secesionismo.

Ante esto, el centroderecha constitucional debe hacer algo más que competir entre las distintas siglas por parecer la primera y más enérgica formación en la denuncia de todos estos excesos. Da igual que el PP, Cs o Vox hayan sido más o menos diligentes en pedir la suspensión de los diputados procesados o el cambio en el reglamento que impida las tomas de posesión folclóricas.

No hay que engañarse: la tolerancia al separatismo no es buena para la convivencia, sino letal con la democracia

Lo relevante es que esa acción tenga efectos o, al menos, permita visualizar una alternativa sólida ante un desmán que amenaza con enterrar la maravillosa herencia democrática simbolizada en la Transición. Casado, Rivera y Abascal han de tener la grandeza suficiente para entender que, antes de sus disputas por liderar este espacio, ha de estar la réplica eficaz al sanchismo.

Ese régimen incipiente que, en lugar de decirle "No te preocupes" a los españoles, se lo dice al líder políticos juzgado por rebeldía y que, en vez de defender la Jefatura de Estado como icono de la España democrática, permite que se adquiera la condición de diputado apelando en tono guerracivilista a la República.