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El cadaver del sacristán asesinado este miércoles en Algeciras.
El cadaver del sacristán asesinado este miércoles en Algeciras.

¡Alá es grande!

Desde la óptica forense, la única sobre la que podemos pronunciarnos, estaríamos probablemente ante un crimen llevado a cabo más por un enfermo psiquiátrico grave con ideas delirantes

| José Carlos Fuertes Opinión

Según nos relatan los teletipos y medios de información escritos y audiovisuales de ámbito nacional, ayer, 25 de enero de 2023, en torno a las 19.30 horas, un hombre joven, con barba, vestido con una chilaba negra, (importante ello ya que según los expertos era orientativo de que su intención no era inmolarse, ya que de querer hacerlo vestiría de blanco), y armado con un gran machete entró dando gritos en la parroquia de San Isidro de Algeciras (Cádiz), a la que, curiosamente, solía acudir a pedir comida.

Todo ello aconteció cuando estaba acabando la Eucaristía. El musulmán recorrió la iglesia de San Isidro tirando al suelo con el machete que llevaba imágenes, cruces y velas. Una vez en el altar mayor del templo, atacó al párroco dejándole malherido, aunque el asesino creyó probablemente que había conseguido su objetivo y lo había matado.

Siempre desde la máxima prudencia, estamos ante una persona que muy probablemente está enferma desde hace tiempo y no tratada, sobre la que se produce una transformación psicótica en su manera de pensar y percibir la realidad.

Posteriormente se dirigió caminando con cierta parsimonia a otra Iglesia, la de la Palma, muy conocida en la ciudad al ser considera casi como si fuera la catedral. Por el camino hirió a algunaspersonas que se interponían en su camino. Una vez en la Iglesia de la Palma acuchilló mortalmente al Sacristán, confundiéndole probablemente con el Párroco. Y siguió su camino criminal paseando hacia otra ermita cercana llamada Europa, que estaba cerrada.

El Juzgado Central de Instrucción 6 de la Audiencia Nacional, en funciones de guardia, ha abierto diligencias por un posible “delito de terrorismo” en relación con los apuñalamientos ocurridos en los que ha fallecido una persona (el sacristán) y han sido heridas otras cuatro (entre ellas el párroco, que ha precisado cirugía). Dos datos desde la dinámica forense puede ser que el presunto asesino, estaba pendiente de un expediente de expulsión y que vivía en un piso okupado.

 

Sobre las 20:00 horas, es decir media hora después del crimen el presunto asesino fue detenido. Tres transeúntes resultaron heridos leves con pequeños cortes al tratar de detener al agresor.

Desde la óptica médico forense, la única sobre la que podemos pronunciarnos, estaríamos muy probablemente ante un crimen llevado a cabo más por un enfermo psiquiátrico grave con ideas delirantes, que por un peligroso “fanático y radical islamista integrante de una célula durmiente”.

 

 

 

Es decir, y siempre desde la máxima prudencia, estamos ante una persona que muy probablemente está enferma desde hace tiempo y no tratada, sobre la que se produce una transformación psicótica en su manera de pensar y percibir la realidad. Es lo que se denomina en terminología médica, Trastorno Delirante o Paranoia.

La existencia de esta enfermedad mental, posiblemente no anula por completo las bases psicobiológicas de la imputabilidad, pero nos guste o no, si puede ser un atenuante de culpabilidad muy cualificado de su execrable crimen, al perturbar la libertad del acto volitivo.

Probablemente mis colegas, los médicos forenses no especialistas en psiquiatría, dirán que es plenamente imputable, esto es, que el sujeto conocía la ilicitud de su conducta y era libre para actuar conforme a dicha comprensión, ya que aparentemente no verán ningún delirio, alucinaciones, trastornos disociativos, trastornos en el lenguaje ni tampoco en el curso del pensamiento.

Quizá observen un tono anímico bajo, emocionalmente un sujeto frio y distante y a lo mejor con la atención, concentración y memoria moderadamente disminuidas, dando la impresión de estar desconectado del entorno.

 

No observaran, siempre desde un plano hipotético, incongruencias ni incoherencias en su forma de expresión ni otros parámetros que, una exploración psicopatológica puntual, no permite recoger la magnitud de la dolencia. Por lo tanto, será considerado plenamente imputable. No obstante, prudencia y esperemos su dictamen. Todo lo demás son simples conjeturas e hipótesis.

La paranoia o trastorno delirante (terminología actual) son enfermos muy difíciles de diagnosticar por su apariencia de salud, lo que confunde al explorador si no se llevan a cabo varias entrevistas prolongadas, en días diferentes, estudios psicológicos complejos, y aun con todo, pueden disimular hasta límites insospechados.

 

 

Los paranoicos con frecuencia se integran en sectas, grupos radicales, organizaciones místicas rígidas y extremas, donde se encuentran más cómodos ya que les confiere sentido a sus vidas y de alguna forma se sienten entendidos.

Su conducta es, decimos coloquialmente, fanática. Medicamente diríamos que es comportamiento rígido, delirante, volcado en un monotema, pudiendo ser el resto de su pensamiento relativamente normal, y de ahí surge su complejidad diagnóstica y su gran peligrosidad.

Suele haber, como en muchas conductas humanas, una base mórbida previa (personalidad paranoide) que, en un momento determinado y por diversas razones, da un salto cualitativo, y una idea más menos rígida y sobrevalorada, pasa a convertirse en una ideación delirante.

El tratamiento y rehabilitación es posible, pero difícil, ya que no hay conciencia de enfermedad ni sentimiento de malestar alguno. Al revés, “el sujeto ha hecho lo que tenía que hacer”, se siente incluso satisfecho de su proceder, no hay arrepentimiento ni remordimientos: “se lo merecían y se acabó”, pensará o dirá.

No obstante, sea lo que sea, si el caso lo lleva un buen abogado, y si se hace un riguroso informe pericial, es posible que este asesinato consiga una reducción de su pena, cosa que no debería verse como un fracaso del sistema, ya que en lugar de pena de cárcel iría a un psiquiátrico penitenciario

Habrá que hacer uso de fármacos antipsicóticos de forma crónica; llevar a cabo una terapia psicológica (cognitiva-conductual) muy prolongada, y en muchos casos, devolverle a su medio de origen, para evitar disfunciones entre dos modelos de vida muchas vedes antagónicos, que le producen una severa distorsión cognitiva.

No sería adecuado acabar el artículo, sin nombrar al menos otro diagnostico que también puede barajarse: la esquizofrenia. Es decir, la psicosis por antonomasia o la enfermedad mental con mayúsculas como rezan algunos titulares sensacionalistas.

Con los pocos datos que manejo no me atrevo a afirmar que sea una psicosis del espectro esquizofrénico lo que puede tener el “presunto asesino” (lo de presunto es pura cortesía jurídica).

Iría en su favor la existencia de antecedentes personales y familiares previos, la desorganización conductual, la falta de planificación, la existencia de alucinaciones difíciles de disimular, la despersonalización y desrealización, etc.

No obstante, sea lo que sea, si el caso lo lleva un buen abogado, y si se hace un riguroso informe pericial, es posible que este asesinato consiga una reducción de su pena, cosa que no debería verse como un fracaso del sistema, ya que en lugar de pena de cárcel iría a un psiquiátrico penitenciario, donde estaría tratándose durante un periodo de tiempo nunca inferior al que le hubiera correspondido si se le aplica una pena privativa de libertad. Veremos, una vez más, lo que nos dicen los juristas.


* José Carlos Fuertes Rocañín es presidente de la Sociedad Aragonesa de Psiquiatría Legal y Ciencias Forenses.