| 17 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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Rufián, el bocazas del Reino

El malote del Congreso fabula con los casi mil apaleados del 1-O, una mentira nauseabunda que conviene desmontar. Aunque se le estropee la función al chuleta más chuleta de España.

| El Lector Perplejo Opinión

 

 

Ya le tocaba pasar por este consultorio para almas confusas a Gabriel Rufián, que lo lleva todo en el nombre, de ángel caído, y en el apellido, por aquello del discutible honor. Sí, es una crítica recurrente, pero también irresistible. Nos lo sabrá perdonar el interfecto... y aplaudir el resto.

El caso es que don Gabriel ha vuelto a personarse en el Congreso para ejercer de malote en esa Narnia imaginaria en la que habitan los soberanistas, convencidos siempre de que sus mentiras se convierten en realidad si las repites muchas veces.

Así, repiten siete veces "brutalidad" frente al espejo, con los ojos aún semicerrados tras otra noche de borrachera soberanista, y sienten que su sueño distópico se va a hacer realidad. Rufián lo hizo ayer en la tribuna del Congreso, extensión para él de la barra de cualquier garito lúgubre de carretera que cada noche cobija lo más pendenciero de cada casa, para enumerar las supuestas mil víctimas de apaleamientos policiales el ínclito 1-O. Aquí tienen un extracto de la boñiga, oreada a duras penas por la heroica formación a la que pertenece:

 

 

Da igual que nadie se lo crea ya; les es indiferente que la prensa internacional se haya disculpado por dar pábulo a la patraña y, por decirlo en su tono de chuleta de extrarradio, se la sopla la imposibilidad de mostrar ni una sóla prueba decente al respecto de tamaña represión. Ellos lo cascan y a otra cosa, mariposa.

Pero lo cierto es que hasta Human Rights Watch ya ha dicho, en un informe no precisamente proclive al Gobierno, que sólo puede constatar tres casos de "uso excesivo de fuerza policial". Lo cierto es que nadie ha sido capaz de enseñar partes médicos serios que atestigüen la magnitud de la violencia gratuita y los estragos causados a tanta gente de bien.

¿Dónde están sus fotos visitando a los cientos de heridos en sus camas en los hospitales?

Lo cierto es que al día siguiente del 'referéndum' ilegal los hospitales catalanes se pusieron en huelga -¿pero no tenían que atender a tanto herido o qué?-.

Lo cierto es que el martes hasta las propias autoridades catalanas no pudieron ocultar que sólo había tres personas en atención médica -¡Milagrosa sanidad soberanista!-.

Y lo cierto, para terminar, es que ni Rufián ni Colau -la de las denuncias de agresiones sexuales que deberían llevarla al juzgado- ni Puigdemont ni Junqueras pudieron publicar una simple foto suya visitando a los heridos hospitalizados y convalecientes de gravedad; ellos que son tan dados a la propaganda barata y el postureo melodramático. Quizá porque no la había. Quizá porque las mentiras tienen las patas muy cortas por muy largas que sean las patillas de quien las airea.

La mentira

Que el independentismo miente es tan cierto como que Rufián sería un estupendo profesor de bachata en un resort de Puerto Vallarta. Que lo hace en todo y sobre todo, también. Y que en este caso la mentira es especialmente repugnante, por supuesto.

Porque quienes enviaron a gente engañada a votar, a sabiendas de que era ilegal, fueron los soberanistas. Y quienes ocultan que los Cuerpos de Seguridad fueron enviados por un juez y no por Rajoy, fueron ellos también.

La Policía y la Guardia Civil no sólo tiene el derecho, también la obligación, de evitar delitos. Situar como escudos humanos a niños o ancianos es deleznable. Presentar luego las consecuencias de esa vergüenza como un ejercicio de brutalidad y sacar a pasear a Franco, de juzgado de guardia.

Así que menos lobos, caperucito, y un poco más de rigor. Aunque eso sea como pedirle a un entrañable gorrino que no hoze y goce en una charca de lodo. Y perdone usted la metáfora.