| 08 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Nunca terminó de irse, pero regresa la droga antes con más víctimas. Porque los progres también ahora quieren cundas, y jóvenes sumisos.
Nunca terminó de irse, pero regresa la droga antes con más víctimas. Porque los progres también ahora quieren cundas, y jóvenes sumisos.

La heroína cruel que vuelve a caballo de la cunda pagada por Carmena

Vuelve la heroína, domina la cocaína y el cannabis y la marihuana están aceptados socialmente. Pero los progres emplean recursos y tiempo contra terribles “drogas” como el vino y la cerveza

| Pascual Tamburri Opinión

Desde Tuy a los Países Bajos y desde Estados Unidos a la Europa Central, 2016 asiste al regreso acelerado de una turista no deseada. Una que dejó el peor de los recuerdos, pero que a la vez puede alegar que no se ha hecho lo necesario para impedir su regreso. Como en los 70 y los 80, la heroína avanza y, como entonces, lo hace con unas autoridades ora impotentes ora silenciosas.

El cannabis y la cocaína son y con mucho las drogas más usadas en España, aunque con ciertos matices regionales para la química y demográficos para las versiones más rústicas o simplonas de la marihuana. La drogadicción, pese a años de empeño progre abolicionista, sigue dentro de la Clasificación Internacional de Enfermedades; aunque el Ayuntamiento de Madrid parece no haberse enterado, ya que pretende casi municipalizar las ‘cundas’ desde Embajadores a Cañada Real… lo siguiente será montar un  hipermercado subvencionado y a la vez castigar el vino. Ellos son así, les importa más reordenar la sociedad a su gusto que esas personas de las que sólo en público se llenan la boca.

Lo que está sucediendo con la heroína en España se está tapando sistemáticamente. Tal es la verdadera novedad. Nunca en tres décadas ha dejado de haber basura blanca de uso nasal, basura química en pastillas y en solubles y mucha, mucha basura para fumar con una tolerancia escandalosa, ideológica y punible. Nunca en tres décadas los dictadores culturales de esta sociedad y esta juventud desguarnecidas han dejado de estimular todo el pack como la ‘moda’, menuda moda. Pero ahora vuelve con fuerza su vieja amiga de hace unas décadas, una que mató a muchos jóvenes españoles y que castró la fuerza de una generación. Unida a las otras bastardas, sus hermanas, vuelve la heroína.

Millones de jóvenes españoles son hoy politoxicómanos, habituales o casuales. Esto significa que consumen dos o más sustancias, y que están abiertos, según se comporte su entorno o según se muevan los precios y las modas, a consumir más. A diferencia de los 80, la heroína hoy ya casi nunca se inyecta en vena, con lo que gran parte de su estigma social y estético ha desaparecido. La mitad de los consumidores al menos consumen varias cosas, y lo ven como algo normal aunque sean drogas de efectos tan opuestos como heroína y cocaína.

Estigma por estigma, la nueva heroína que vuelve con fuerza –y mientras los “expertos” van por los institutos hablando de los juegos, del tabaco y de las chuches, que sí son malos de verdad- ya no es droga de marginales, de gitanos o de barrios hundidos. Es decir, sí lo es, pero no mucho más que las otras, y no está socialmente condenada. Es sólo cuestión de tiempo, pero hablamos de meses, que marque el ritmo vital de al menos algunas tribus juveniles de aquella pobre víctima a la que antes se llamaba clase media.

Como muchas amenazas, la heroína tiene su mayor fuerza en la ignorancia. Sí, es verdad, la muerte de una generación de consumidores (muerte civil y, en muchos casos, también biológica) creó hace años una vacuna y la redujo a la marginalidad. Pero ya no es así. Los jóvenes nacidos después de 1990 no tienen contacto directo ni indirecto con lo que fue el caballo, y pueden sentirse tentados por un producto no muy caro que les permite evadirse y sentir sensaciones únicas. Y creen que sin peligro…

Por supuesto, el peligro está ahí. Ante todo, el de la adicción. Después, el de la sobredosis, forma de muerte característica de la heroína. Y como en los 80, varios tipos de enfermedades degenerativas y contagiosas, desde formas de reúma a SIDA, hepatitis, enfermedades respiratorias y de corazón. Todo un regalo, para una droga que regresa para dar beneficios económicos a un puñado de delincuentes y para mantener aún más controlada a una generación que navega sin rumbo, más ésta que aquélla.

La generación fin-de-siècle y los ‘millenials’ que ya apuntan padecen algo más grave que las angustias económicas que llevaron a sus tíos hace muchos años a Cañada Real. La vida, que se les ha explicado llena de derechos y de placeres pero sin sentido fuera de sí misma, no es atractiva. Sólo jugar, amistades ligeras, experiencias siempre nuevas, y todo con fechas de caducidad. De esa educación han sido responsables todos los grandes partidos, y son responsables ahora de este repunte que procuran no mencionar en campaña. La vida no tiene sentido, y la heroína, sin dárselo, es diferente, parece transgresora y da contenido. La imagen típica del heroinómano de la década de 1980 no existe ya. Pero su droga sí, y llega a una generación que necesita una razón para decir que no, es más, necesita tenerla para empalar al traficante que se acerque a su barrio o a sus amigos.

Pascual Tamburri