| 18 de Abril de 2024 Director Benjamín López

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse

Cifuentes, ¿Operación Valkiria o Suicide blonde?

El caso de Cifuentes se debería saldar con una petición suya de disculpas que sería aceptada o con una aclaración de la 'guerra sucia' que, según ella, la ha derribado con falsedades.

| Antonio R. Naranjo Opinión

De todos los matices, sorprendentes, sonrojantes, indignos, indecentes, capciosos, tristes, repugnantes y todos los términos relativos a la coyuntura política, la labor periodística y la condición humana que se han glosado en torno a Cifuentes en este largo mes de penumbras y ocasos; el menos atendido es, sin embargo, el más relevante.

Lo dijo la afectada mientras servía en directo para España su propia cabeza, vestida con un traje blanco de pantalón que destacaba mejor la chorreante sangre que, como en un seppuku ritual, corría por el cuerpo tras decapitarse ella misma con esa nueva arma corta letal llamada micrófono. 

"La tolerancia cero frente a la corrupción, sin duda tiene un alto precio. He sufrido una campaña de acoso y derribo político y personal sin precedentes, en la que se han traspasado todas las líneas rojas... pero me voy con la cabeza muy alta".

Cifuentes, en ese bushido de Carabanchel que intenta emular el honor nipón de los suicidios samuráis, se dio de najas negando de nuevo los hechos y atribuyendo su caída voluntaria -"para que me claven la katana me la clavo yo"- a una inquietante conspiración cuya autoría intelectual y material, sin embargo, no revelaba.

Es decir, en lugar de confesar los pecados y esperar la indulgencia que el ser humano suele conceder si el peticionario ya ha asumido la penitencia, la ya expresidenta madrileña se inmoló denunciando las mentiras de quienes dicen que la mentirosa es ella y atribuyendo la 'Operación Valkiria' a una conjunción siniestra de intereses bastardos que cada uno podía traducir como quisiera pero todos atribuyeron al instante, en distintas dosis, a una pizca de Moncloa, otra de Génova, una más de Ignacio González y tal vez alguna final de Granados.

Conseguida la dimisión, tras un mes despiadado agrandado tanto por la kamikaze defensa de la afectada cuanto por la infinita crueldad de los Salieri que siempre enseñan notas a los Mozart de la vida aunque les detesten; pareciera que a todo el mundo le importara una higa la posibilidad de que hayamos asistido a una operación de derribo en la que, al no ser nada falso del todo ni cierto del todo, lo mejor sea dejarlo estar una vez coronada la cima.

Una parte de esa actitud la explica la obviedad de que, diga lo que diga ya Cifuentes, tiene la misma credibilidad que, digamos, Errejón hablando de transparencia universitaria o Espinar de especulación urbanística; y que para todo Dios la verdad lironda es que obtuvo un máster con el mismo esfuerzo que el primero una plaza universitaria en Málaga o y el segundo un pisito en Alcobendas.

Somos lo que piensan de nosotros

Como ya dijera García Márquez en 'Memorias de mis putas tristes', somos lo que piensan de nosotros, y en una sociedad desbocada al galope de la televisión, lo que todo el mundo pensaba es que La Ambición Rubia se había beneficiado de su posición para engordar su expediente académico.

El rupestre vídeo choni en Eroski, ante el que es imposible no sentir una mezcla de compasión y vergüenza a poco que sigas perteneciendo al género humano, remató la metamorfosis de la lideresa en la 'Suicide blonde' del viejo cancionero de Inx:

 

"Ella sabía que esto terminaría
antes de que empezara
Algo me dice que perdiste el plan".

 

Pero hay otra que, por higiene democrática y para evitar en la medida de los posible que España se convierta en 'El país de las últimas cosas' con todo quisque zumbado y comiéndose por los codos unos a otros, no conviene desechar. Vale, todos creemos que Cifuentes dedicó al máster el mismo tiempo que Zapatero a estudiar economía. Y, vale también, todos vemos en el vídeo un bochornoso desliz sin consecuencias penales pero con demoledores efectos estéticos.

¿Pero alguien puede afirmar, al 100%, que tanto el apaño masteril como el hurto existieron, son incontrovertibles, están legalmente reconocidos y son innegables? ¿Ha salido ya una autoridad incontestable, de rector para arriba, confirmando y demostrando que, pese a la documentación exhibida por Cifuentes, allí hubo una monumental componenda y que toda ella contó con el impulso y la complicidad de la aludida?

Y con respecto al vídeo, ¿dónde está la prueba indubitable de que fue un hurto y no un despiste, dónde el parte policial, dónde el testimonio oral, dónde la certificación de que para ambas partes no fue un incidente irrelevante saldado con el pago de dos minucias que la dama en cuestión podía obviamente costearse?

 

 

Al hacer premeditadamente  de abogado del diablo no significa que esté uno en edad de creer en las hadas ni de no fiarse de sus propios ojos, que ven lo mismo que cualquiera y tal vez algo más, bien irritante y escandalosamente omitido al valorar este tragicómico caso: el máster del universo cifuentista es una ridiculez al lado de las fechorías que se cometen en la Universidad española en general y en la madrileña en particular, sembrada en régimen de monocultivo por la izquierda y dotada de un sistema de financiación, elección, promoción e incorporación tan opaco, sectario, incompetente y endogámico que harían de alguna célebre organización calabresa un ejemplo entrañable de transparencia. Me consta que hay estupendos periodistas detrás de la pista y que, como diría el clásico, a no mucho tardar se podrá expresar aquello de "gorrino cazao" en una previsible sucesión de piezas cinegéticas.

Así que hombre, hay que ser toli en el PP para haber engordado por omisión un bicho voraz que reunió a la vez hasta a tres ilustres del PSOE -Peces Barba, Virgilio Zapatero y el propio Gabilondo y antes de ellos a Manuel Gala- y acumula chiringuitos, despilfarros, dedazos y vergüenzas endémicas; y que ahora el invento parezca una maquiavélica herramienta pepera por la mala copia de la Carlos III que hizo en la Juan Carlos I el celoso Villapalos con la complacencia del ególatra Gallardón.

Esa vieja teoría de matar a besos al enemigo, que tanto y tan tontamente practica el PP en tantas cosas, sólo sirve para que el rival perciba la debilidad en el momento oportuno y muerda sin compasión mientras acumula en la despensa los ósculos y los cuartos y las vergüenzas propias.

Honra y barcos

Volviendo al hilo, pues, y para no parecerle escapista ni protector a nadie sin haber llegado al menos al final del artículo; si yo hubiera sido Cifuentes, me hubiese aplicado el lema atribuido al marinero vigués Méndez Núñez y siempre hubiese preferido honra sin barcos que barcos sin honra, pues al final sueles quedarte sin los dos y la verdad funciona mejor en el reallity  y en la vida que el temor y la táctica: "Pues sí, ni hice exámenes ni pasé por un tribunal, me llamaron para apuntarme, les dije cómo podía cursar el máster, me lo aceptaron y así procedí. Oigan, así es la Universidad y lo mismo tenemos que cambiarla de arriba a abajo en lugar de darles cheques en blanco a los rectores cada vez que vuelven de cuatro meses de vacaciones en formato de plañidera. Y ahora me voy, pero se vienen conmigo unos cuantos".

Y al respecto del vídeo, habría bastado con reconocer un problema del pasado consignado como enfermedad, explicar cuánto se ha peleado por superarlo, esperar la indulgencia del respetable que yo sin duda le hubiera concedido y criticar la perversa difusión -no del periódico, sí de los suministradores- del material con un objetivo tan cristalino como una pocilga donde se rebozan cerdos previamente rebozados en una cloaca rebozada a su vez en una letrina.

Si todo lo que se ha contado es verdad, y llegamos al desenlace, la mera decisión de dimitir no puede ser el final si no va acompañada de un reconocimiento y de una disculpa que, en lo referente al episodio audiovisual reclama una inmediata comprensión, en el del mastercito una auditoría general a la nefasta universidad española y, en el de las mentiras que lo envuelven todo en ese afán alocado de supervivencia, una exigencia idéntica a todos los que las perpetren.

Las opciones

Y si no es así -y aquí sigo echando en falta el dictamen final de las instancias oportunas, incapaces de responder a preguntas bien sencillas-, que aquí alguien se pueda cargar desde las sentinas a nadie que representa a los ciudadanos y haga tambalearse una institución tan poderosa supone un problema democrático de primera magnitud que amenaza al conjunto del sistema y de sus distintos protagonistas ideológicos.

O aquí hay una disculpa sincera de Cristina Cifuentes, desde la asunción honesta de sus pecados una vez bajada la presión coyuntural del cargo público y desprovista ya de huidizas elucubraciones conspiranoicas; o aquí hay una guerra sucia indecente que debe ser aclarada con urgencia. Pero esto de me voy diciendo que todo es falso, dejando la sensación de que vuelan y volarán cabezas de caballo, no. Y si las dos cosas son verdad -las mentiras autopiadosas y la guerra sucia-, sólo la última está sin dirimir.