| 01 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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El consumo de drogas como factor desencadenante de agresiones familiares

Casi la mayor parte de las agresiones que se producen de hijos a padres están relacionadas con las drogas o el alcohol que aumentan deliberadamente la intolerancia. Han aumentado un 400%

| Enrique Arrúe * Edición Valencia

Repasando historias de nuestro próximo libro El Diablo nunca llora, te das cuenta de la relación directa que tiene “el consumo abusivo de alcohol o drogas tóxicas” con respecto a cualquier intervención en la que existe violencia o acciones impulsivas irreflexivas. Te hacen pensar, reflexionar en cada requerimiento atendido. La influencia obvia que tienen las sustancias tóxicas para que la “explosión” se produzca. Consecuencias dramáticas, desmedidas y en ocasiones salvajes.

Consecuentemente, se observa en muchas intervenciones referidas a problemas en el ámbito doméstico, en las relaciones de pareja íntimas, e incluso en la propia calle. Como esas sustancias legales o no (alcohol o drogas) son, tras el consumo, el motivo por el cual se produce primero unas desavenencias que posteriormente acaban en agresión. Puede que no sea el motivo principal, pero siempre forma parte de esas ofensas por “su influencia”, en un coctel de reacciones que potencian la acción irracional.

En el maltrato habitual es bastante dado, más aún cuando llegan fechas navideñas, festivos y algunos se desinhiben con los consumos tóxicos. Llegas y siempre son las mismas excusas: “Es que es mi cumpleaños”, “Estoy de celebración”, “Es fin de semana”… Como si la fiesta estuviera por encima de todo y no importara un ápice la situación creada y a quien se daña, incluida su propia familia.

Casi la mayor parte de las agresiones que se producen de hijos a padres están relacionadas con las drogas o el alcohol que aumentan deliberadamente la intolerancia. Recordemos que estos casos de agresión han aumentado un 400% según algunos medios. Éstos jóvenes, bien porque demandan, exigen, piden estos consumos de forma urgente a sus progenitores (incluyendo el tabaco), bien porque no se cortan a la hora de consumirlos a todas horas provocando constantes peleas en la convivencia.

Pedir dinero para el vicio. Porros o simple tabaco es también motivo de disputas. Trasnochar y no dejar dormir ni a sus familiares ni a sus vecinos, hacer ruidos de madrugada, e insultar a cualquiera, es otra faceta añadida al consumo recreativo abusivo, a la ausencia de reflexión, y como objetivo, satisfacerse sin pensar en nada más. Un egoísmo cada vez más generalizado sin respeto por los demás. Esta es la realidad en tiempos difíciles: Paro, vagancia, falta de objetivos, falta de recursos, vidas complicadas.

En las conductas frente a la conducción de vehículos cada día más observamos la influencia evidente del consumo de alcohol y drogas. Lo peor de todo es que muchos normalizan estos consumos y no lo ven como negativo, sino que tal vez opinan que la sociedad y los expertos exageran. En el consumo de cannabis muchos piensan que no es tan importante la influencia de este hábito como para que te afecte en la conducción, sin embargo, los accidentes están a la orden del día. En cuestiones mundanas pues ocurre lo mismo.

Referente al tráfico de vehículos todavía existen poblaciones que no disponen de dispositivos de detección de drogas en la conducción, claro, esto puede parecer impopular de cara a quedar bien con el ciudadano, pero para el trabajo de Seguridad es imprescindible tener recursos y las herramientas necesarias para que los policías hagan su trabajo. Lugares desastre que tienen otros objetivos.

Con la pandemia, estos comportamientos incívicos aumentarán por la aventura de tratar de ser un infractor… y que no te pillen, fomentar el cachondeo, me río en tú cara, burlas hacia la sociedad, así como mostrar comportamiento rebelde de antihéroe, de libertino con derechos, ahora reforzado por una moralidad que es mentira y que no es ética, sino una constante provocación a las normas. No se paran a pensar en aquellos que solo quieren paz y tranquilidad. No es su problema.

En la violencia de género, en los malos tratos habituales o esporádicos, influye mucho el consumo de sustancias tóxicas para que se produzcan acciones impulsivas imprevisibles en cierto modo. Generalmente empiezan con comentarios sin control, insultos, gritos, órdenes, que terminan con amenazas y que se convierten en violencia psíquica que terminará por llegar a la directa agresión (la escalada de la violencia).

Por ello, si una persona es conocedora de que por estos consumos puede llegar a agredir, y poseen la capacidad intelectual y volitiva suficiente para entender que bebiendo o drogándose son capaces de hacer mal a quien sea, debería ser una agravante en el proceso penal y no atenuar la pena. Algo que debería de evolucionar y cambiar en el código penal.

En los casos inherentes a gente vulnerable, estos consumos abusivos de sustancias que llevan a la violencia deberían de ser consideradas de: “agravantes”, ya que se dan tantas y tantas veces en infinitos casos, con la excusa de que: “Me he pasado consumiendo”, “es que sólo cuando bebo me pongo agresivo”…

Otra cuestión son los casos de personas que beben alcohol o se drogan habitualmente y que por ello se producen constantemente desordenes públicos, disturbios, peleas. Las consecuencias suelen ser denuncias administrativas, cuando en otros países más progres es motivo de detención que conlleva al pago de una fianza para salir del calabozo y duermen la mona entre rejas, después pasan por la corte, es decir, el juzgado. Da más trabajo, pero se resuelve mejor.

Para que se mejore la efectividad policial ante los típicos botellones y consumos no permitidos en las vías públicas con la inseguridad que existe hoy con respecto a los uniformados es una utopía. Estamos todavía a años luz de que todo esto se solucione por políticas que andan muy lejos del concepto de la Seguridad.

La tendencia será el incremento de estos comportamientos con todo lo que conlleva y los ciudadanos llamando desesperados para que alguien pare esto. No entienden que se hace lo que nos permiten hacer. Como si tuvieran una pareja de funcionarios policiales una varita mágica para que esos grupos numerosos de aquelarres juveniles obedezcan y voluntariamente desaparezcan.

Ordenen debidamente con la cantidad suficiente de policías de operativos para solucionarlo, si ello les importa, claro.

Las cosas se complican incluso cuando un policía trata de identificar a un infractor, o a varios. La línea entre los insultos y la infracción penal por desobediencia se da. La susceptibilidad de las noticias entonces se producen y se critica la inacción, o en caso contrario la represión policial… Que vayan los adinerados y bien asentados defensores de los derechos (estos a los que se les llena la boca con consejos) se presenten allí y a ver si lo disuelven, o en caso contrario que se unan a ellos, que es lo más probable. Hay que estar con la mayoría y así siempre se vence. Digo yo…

Más vale prevenir que curar. Lo malo es que aquí solo queda la opción de intentar curar a medias.

*Oficial de Policía Local. Grupo EmeDona.