| 26 de Abril de 2024 Director Benjamín López

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse

El día a día de un agente de Policía Local con el toque de queda en España

Hoy en día querer pegar a un policía da la risa a mucha gente, es divertido para el espectador ver cómo te insultan hasta que se cansan, cómo te amenazan y señalan con el dedo

| Eva García Lara * Edición Valencia

Desde que se implantó en España el toque de queda como medida para frenar la actual pandemia, las intervenciones policiales en los turnos de mañana y tarde han aumentado de forma exponencial en cuanto al consumo de bebidas alcohólicas, estupefacientes y violencia, disminuyendo las actuaciones en gran medida durante el turno de noche, con excepción de los fines de semana, siendo muy habitual en este periodo las fiestas ilegales en domicilios particulares por doquier.

Algunas personas han trasladado y adaptado su rutina diaria de la noche a la mañana y la tarde. Es decir, que sucede a cualquier hora.

No es extraño que a las doce de la mañana se solicite la presencia policial en un bar porque hay una persona ebria molestando de forma grave a todos los demás clientes, que se quiera pegar con todo el mundo. Y que todos los allí presentes piensen que porque vas uniformado te va a hacer caso. Si no, pues se ponen a grabar la actuación con sus móviles... en vez de ayudar.  

Hoy en día querer pegar a un policía da la risa a mucha gente, es divertido para el espectador ver cómo te insultan hasta que se cansan, cómo te amenazan y señalan con el dedo, y tu herramienta principal es apuntar sus datos para denunciar algo que no le va a llegar al despenalizar las penas de “falta de respeto a la Autoridad y sus Agentes” con la excusa de que “están saturados los juzgados” y la triple moralidad de este país.

Los superiores a los que obedeces piensan que con la consagrada mediación policial y mucha mano izquierda se puede convencer a una persona muy violenta, ebria, o drogada, aunque sabemos todos los policías patrulleros vocacionales que conocemos las calles que las situaciones son imprevisibles, y dependemos del compañero que tengamos al lado. En caso contrario, como dice mi amigo Járru, “atrás Lunarito, atrás”… Es decir, ganar tiempo y que venga alguien que le conozca antes de que acabe detenido. No siempre se consigue.

Ahora es normal que te requieran a las once de la mañana porque una conductora ebria se ha dado a la fuga después de haber causado un accidente de circulación con más vehículos. Que te intente coaccionar diciendo que ella no es una mala persona, y que conoce personalmente a dos compañeros tuyos, y cuando se da cuenta de que esos argumentos no funcionan intenta que no cumplas con la ley, que no le hagas la prueba de detección alcohólica, diciendo una lista de enfermedades y desgracias de sus familiares allegados, y como sigue sin funcionar, como colofón te diga que ella ha sido mujer maltratada…

Cuando cumples con la ley esa persona sufre una transformación de personalidad al estilo del “Doctor Jekyll y el señor Hyde”, pasando del llanto a la amenaza al policía, que simplemente cumple con su obligación, sin ánimo de juzgar a nadie, que para eso ya están los jueces.

No hay que olvidar que los policías de pequeñas poblaciones no tienen los mismos medios ni recursos humanos ni materiales que los de una gran ciudad, y en caso de necesitar refuerzos estos llegan cuando los servicios se lo permiten, no cuando los necesitas.

Lo que te sorprende es cuando llegan esos refuerzos media hora tarde, con muchas preguntas y quieren que le des toda la información, pero cuando ya lo has resulto. Los que son como Dios manda no van de ese palo.

Los agentes después tienen que realizar los informes, los atestados judiciales, prolongando sus horarios, no pudiendo planificar con certeza la vida familiar y social y defenderlos ante su Señoría en los juicios que próximamente se celebrarán.

Cada día parecen importar menos los uniformados que tratan de resolver los problemas de inseguridad en su población; sin embargo, es típico que el pagafantas chaquetero y adulador de oficina lleve más medallas que los que se enfrentan todos los días a la violencia. Aquellos que no salen de las dependencias, que además son los mejor mirados del cuerpo, así critiquen hasta a su propia abuela. Cotillas de salón.

Luego existen otros especímenes que alardean de ser compañeros que son dignos del submundo, ya que son perfectos, critican, rajan, pelan, pero luego cuando se ven en un espejo y “no hay nada”. Tan solo son envidias y celos que no pueden evitar y les corroe por dentro. Mala cosa solo mirar el ojo ajeno.

Que complicado es hacer las cosas bien si estás al lado de uno de esos-as. Pusilánimes. Se complica cualquier servicio.

*Agente de Policía Local. Grupo EmeDdona.