| 26 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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La presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTBI+), Uge Sangil; la presidenta de la Federación de la Plataforma Trans, Mar Cambrollé y la ministra de Igualdad, Irene Montero, celebran la aprobación de la Ley Trans en las escalinatas del Congreso'.
La presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTBI+), Uge Sangil; la presidenta de la Federación de la Plataforma Trans, Mar Cambrollé y la ministra de Igualdad, Irene Montero, celebran la aprobación de la Ley Trans en las escalinatas del Congreso'.

No me llames Dolores, llámame: Lolo

Intimidan a legislar sus disparatadas ocurrencias, vía Código Penal, al volátil e indolente presidente del Gobierno español

| Pedro Nuño de la Rosa Edición Valencia

El chulesco y prepotente “yo quiero” (no pide, sino que obliga) de Irene Montero ha conseguido de una sola tacada sacar adelante la ‘ley del aborto’ libérrimo, y la ‘ley trans’ al dictado del fragmentario colectivo LGTBI, invistiéndose por ovarios como única y autorizada feminista, reinona de la homosexualidad y desafiante provocadora con que, lo conseguido ayer en pura sodomía política al PSOE, solo es el comienzo de una paranoia progre por la que, tal y cual los soviets del 36 guerracivilista, un iluminado 12% de españoles/as ordena y manda el paso socioeconómico al esclavizado resto tonto de atar (por ellos, claro).

Estos surrealistas trasnochados, podemitas desacralizadores y frívolos asustaconventos, intentan imitar a aquel movimiento rompedor de hace ya un siglo, nada menos, entonces liderado por André Breton, y que diera nombres ilustres al Arte y a la Literatura o el Cine: Dalí, Miró, Alexandre, Buñuel, por citar sólo algunos españoles, todos ellos/as herederos del absurdo Dadá más descreído, y autoproclamados revolucionarios “ya que (el movimiento) es enemigo irreductible de todos los valores ideológicos burgueses”, René Magritte dixit.

Pero una cosa fue aquel noctívago Montmartre de entreguerras que, según Hemingway, seguía siendo una fiesta para grupúsculos de desocupados juerguistas; como recordarán, no hace mucho, homenajeados por Woody Allen en “Midnight in Paris”, donde cualquier locura era celebrada, y la boutade más insultante contra el “establishment”, se convertía en memorable y vitoreado axioma del subconsciente insurrecto frente al capitalismo y su falsaria moral acomodaticia.

Sin embargo, diferente asunto, muy distante y ajeno a las intelectuales vanguardias parisinas de aquel pasado ya remoto, es que a los corrientes de 2023, unos y otras berreas universitarias controladas por Podemos & Asociados, intenten “épater la bourgeoisie”, y no solo pronunciándose (son muy libres en democracia) sobre temas tan delicados y sensibles socialmente como la interrupción voluntaria del embarazo o el irreversible cambio de sexo cuando todavía no se ha salido de la adolescencia; sino que, y además, intimidan a legislar sus disparatadas ocurrencias, vía Código Penal, al volátil e indolente presidente del Gobierno español, quizás alérgico a cualquier ideología extraña o amenazadora contra su resistente permanencia en el férreo perímetro de La Moncloa.

¿están obligados los padres de una niñita de 16 años a callar, mirar y dar tabaco?

Crueles paradojas son, pongamos por caso, que nunca había habido tantas peticiones de cambio de género a cargo del contribuyente, ni de pasivas por activas, como hasta que no se ufanó la “bien-pagá” de Irene Montero de que a un chavalín con 14 años podían convertirlo en un “castrati”, o a una mozuela en el “pito doble”, si un buen día con esos arrebatos y giros fugaces que provoca la inestabilidad de una edad todavía inmadura, deciden, pasando muy mucho de sus padres, que su cuerpo y cerebro aún por desarrollarse en adultos responsables, no concuerdan. Eso sí, seguirán sin poder votar, comprar alcohol o acceder a cierto tipo de locales. Curiosamente es el género femenino nuestro mayor solicitante del gran cambiazo. Turno y dinero que van en detrimento de una sanidad privada a la que se acusa de inoperancia por lentitud en asistencia primaria y consecuentemente en posterior cirugía, a veces de pura supervivencia.

ya de paso también podrían cambiarse el apellido por otro más ilustre o impronunciable

En el colmo de los despropósitos ahora resulta que criaturas menores de 12 años, aunque (de momento, demos tiempo al tiempo) no podrán ir al registro civil a cambiarse de sexo, sí que conseguirán que les cambian el nombre en el documento nacional de identidad y pasaporte (y ya de paso también podrían cambiarse el apellido por otro más ilustre o impronunciable). O sea, que tras una resacón trasnoche de ambigüedades se les vaya la bola, y al poco tiempo te suelten eso de: “No me llames Dolores, llámame: Lolo”; y si ayer (para ti y el resto conocido) fui Paco o Pedro, hoy soy María de las Mercedes o Ikerne, y, además, no me faltes al respeto nominativo porque te denuncio por violación y abuso oral, para que acabes en la cárcel de los indeterminados/as (que esa es otra risotada). Por no hablar, resulta políticamente incorrecto, del maltrato a la inversa, o entre parejas gays donde habrá que determinar cuál es el rol de género entre ambos/as.

Y por último ¿están obligados los padres de una niñita de 16 años a callar, mirar y dar tabaco? como decían los ajedrecistas, ¿o pueden tener voz, ya que no voto, ante algo tan traumático y condicionador para el resto de sus vidas en familia?