| 14 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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Imagen de Andresito.
Imagen de Andresito.

Soledad no deseada

¿Quién no necesita en ocasiones un momento de soledad y desconexión para descansar del ruido externo y reconectar con su “ser” interior?.

| Sergi Tarazona Edición Valencia

Quién no necesita en ocasiones un momento de soledad y desconexión para descansar del ruido externo y reconectar con su “ser” interior?. Pero esta soledad deseada, generalmente puntual, es muy distinta a la soledad que no se elige. La soledad impuesta de la que no se puede escapar.

En España el 13,4% de las personas se encuentran en situación de soledad, según el Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada. Este es un problema que, aunque lleva tiempo visibilizándose se ha puesto de manifiesto con más intensidad a raíz de la pandemia y los confinamientos.

Hablo de esto, porque es muy fácil ponerse en la piel de quienes consideramos son iguales a nosotros/as. Somos capaces de conmovernos ante su situación. Podemos entender su tristeza, su angustia y su desesperación. Podemos sentir empatía y compasión. E incluso las administraciones están llevando a cabo programas para revertir esta situación y diversas organizaciones trabajan en ello.

Durante unas semanas he tenido en casa a Andresito. Andresito era un pichón de paloma que rescaté de la calle un día de fuertes lluvias y viento. Parece que intentó volar, sin estar aún preparado para las condiciones adversas. Estaba perdido, ya acechando la noche, sin posibilidad de sobrevivir solo.

Primero tuvo que aprender a comer solo. En paralelo, sus plumas tuvieron que terminar de cubrir su cuerpecito y sus alas fortalecerse para soportar el vuelo. A lo largo de este tiempo, Andresito estuvo muy bien atendido. No le faltaron cuidados, comida, agua, ni cobijo. Sin embargo, Andresito estaba solo.

No tenía a nadie de su especie con quien compartir el día a día. De hecho, en la habitación en que estaba había un espejo viejo y pasaba pegadito a él gran parte del día, buscando la cercanía de quien él creía un compañero. Amigo al que continuamente perseguía, esperando una respuesta que nunca llegaba.

Afortunadamente el reclutamiento y la soledad de Andresito fueron temporales. Ahora es libre de nuevo, independiente y puede relacionarse con otros de su especie. Pero el mundo está repleto de Andresitos privados de libertad y compañía de forma perpetua. Y aunque un pájaro, un pez o un hámster, no tengan nuestra nariz, nuestras manos, y no sean capaces de mantener una conversación utilizando nuestro idioma, todos tenemos en común la capacidad de sentir la tristeza y desesperación de quien está condenado a la soledad y sufrir por ello.

Así que tengo que pedirte que, cuando veas a un animal encerrado, le mires a los ojos y te pongas en su piel. Piensa qué sentirías tú en su lugar. ¿Cómo puedes ayudarles? La forma más sencilla, no comprar animales y no asistir a lugares, espectáculos o eventos donde los animales son obligados a participar. Detrás de las luces y las excusas, se esconde una vida de aislamiento y miseria. Y nunca lo olvides. Nadie, independientemente de la especie, queremos vivir la soledad no deseada.