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Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal, en el Congreso de los Diputados, a 5 de septiembre de 2023
Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal, en el Congreso de los Diputados, a 5 de septiembre de 2023

El problema de la derecha: Vox o no Vox

Vox debería entender que es un error persistir en prácticas organizativas de centralismo burocrático en el actual sistema de autonomía regional y municipal del Título VIII de la Constitución

| Josep María Felip Edición Valencia

Pablo Iglesias y Albert Ribera pretendieron el 'sorpasso' y terminaron expulsados del Congreso de los Diputados. La misma senda que Santiago Abascal y la actual dirección madrileña de Vox persiste en recorrer equivocándose de adversario político al considerar a Feijóo como su enemigo y no a Sánchez. En noviembre de 2019, Vox obtuvo 52 diputados frente a 66 del PP. Parecía que el sorpasso en la derecha estaba a su alcance y se equivocó. En julio de 2023, Feijóo no era Casado.

Su ambición le costó al PP siete escaños que sumados a los 138 obtenidos hubiera alcanzado 145, cifra que le hubiera dado la mayoría suficiente a Feijóo para alcanzar la Presidencia del Gobierno enviando a Sánchez a liderar la oposición. Los españoles nos hubiéramos ahorrado el espectáculo político al que estamos asistiendo.

Lo hizo público el periodista Ander Azpiroz quien tuvo acceso a un documento interno del PP según el cual, si en siete circunscripciones donde Vox no obtuvo representación el pasado 23 de julio -Pontevedra, La Rioja, Burgos, Albacete, Girona, Lleida y Tarragona-, que sabía de su escasa implantación,  llamando al ”voto útil” y se hubiese elegido la papeleta del PP, por restos de la Ley de Hont el PP habría obtenido un escaño extra por cada una de ellas. La apuesta por el “sorpasso” le dio la Presidencia a Sánchez.

El problema se puede repetir en Galicia. Según los sondeos al inicio de campaña, el PP tiene la opción de 38-39 diputados cuando las expectativas de Vox no superan el 2,19 % de los votos sin posibilidades de obtener escaño ni en Pontevedra ni en La Coruña, su apuesta. La respuesta dada por Abascal a Feijóo al instarle éste al “voto útil” para cerrarle el paso al BNG a la presidencia de la Xunta y afianzar la mayoría conservadora ha sido un 'no' por respuesta. Veremos cómo se resuelven las elecciones gallegas y qué consecuencias tiene esa negativa cuando la mayoría absoluta son 39 escaños.

 

Es la senda que ya recorrieron Albert Ribera y Pablo Iglesias durante los mismos años

Según la media ponderada de los cinco sondeos publicados el pasado mes de enero, excluida la del CIS, si ahora se convocaran elecciones generales Vox obtendría el 10,7% de los votos y 25 diputados frente a 150 del PP, con la expectativa de obtener la derecha española cerca de 12 millones de votos, más del 46% con una participación cercana al 70%. El cambio político sería posible, siempre y cuando Vox cambiara de estrategia.

Techo electoral

El declive de Vox es notorio. En noviembre de 2019 obtuvo su “techo electoral” con 3.640.063 votos y 52 escaños. Hoy, las expectativas de los sondeos le dan 2.621.000 con 25 diputados. En cuatro años habría perdido más de un millón de votos y más de la mitad de los escaños. Extraña que frente a estas cifras conocidas y habiendo perdido la mitad de los afiliados, el pasado fin de semana Santiago Abascal sacara músculo e insistiera en la misma estrategia: el adversario no es Sánchez, sino Feijóo. Es la senda que ya recorrieron Ribera e Iglesias durante los mismos años, cuando el PP de Casado obtuvo 66 escaños y Abascal solo estaba a 14 escaños de arrebatarle la hegemonía de la derecha. Pero las cosas en política no funcionan mecánicamente.

En los mismos sondeos, el electorado conservador que comparten ambas formaciones considera una pesadilla el Gobierno de Sánchez, y no entiende que no cuaje una alternativa al alcance de la mano sin que se entiendan PP y Vox. Lo afirma acertadamente Pablo Salazar cuando sostiene que los votantes que en noviembre de 2019 votaron a Vox, eran desencantados del PP; estos no encontraron una respuesta consistente a la situación política de ese momento en el mensaje de Pablo Casado, el entonces líder popular. Pero en la actualidad ya no es así.

Actualmente la batalla electoral no es contra el PP sino contra el PSOE, Sumar y sus socios, y se pregunta Salazar: “¿A que vienen entonces las pullitas contra Feijóo, el alejamiento de su posición, la necesidad de macar distancias?” Cada convocatoria electoral tiene una pregunta a responder por el votante, y la actual es si es posible una alternativa política a la actual mayoría parlamentaria del PSOE, Sumar y sus socios; y la alternativa es posible con 12 millones de votos, más del 45% del electorado que suman PP y Vox. De persistir en esa estrategia de ruptura del espacio conservador, el castigo del electorado a Vox está cantado.

Pero no solo está la persistencia en ese error estratégico; es, también, la mala praxis organizativa de Vox que le aleja de su base de afiliados. La bunkerización de su actual dirección madrileña ha sido denunciada por las deserciones sonadas en sus filas. Sólo hay que releer el libro de Macarena Olona para encontrar las causas, o las declaraciones de Carla Toscano denunciando presiones y manipulaciones, o los silencios de Ortega Smith y Espinosa de los Monteros. La Falta de autonomía ha sido denunciada por los dirigentes del Grupo Parlamentario de Vox en Baleares, o por los militantes gallegos.

Aceptar únicamente la sumisión a la consigna no casa con un partido que necesariamente tiene que adaptarse a los cambios de mentalidad del votante conservador

Un partido que exige primordialidad a sus consignas por encima de la oportunidad política, reserva y disciplina a sus militantes con amenazas de expulsión, son prácticas de centralismo burocrático. Aceptar únicamente la sumisión a la consigna no casa con un partido que necesariamente tiene que adaptarse a los cambios de mentalidad del votante conservador que no perdona falta de transparencia ni enfrentamientos en su espacio electoral.

El mantra de la 'extrema derecha'

Mientras exista la fractura que se abrió en la derecha española el 28 de abril de 2019 con la irrupción de Vox en el Congreso de los diputados con 24 escaños y el PSOE insista en agrandarla con el señuelo “que viene la extrema derecha” para movilizar su electorado, será difícil desbancar las conjuras de Sánchez por su capacidad en encontrar aliados en los diputados de extrema izquierda, separatistas y nacionalistas. Siempre y cuando Vox no rectifique.

No solo debería entender la dirección madrileña de Vox que es un error persistir en prácticas organizativas de centralismo burocrático en el actual sistema de autonomía regional y municipal del Título VIII de la Constitución, sino que debe entender que el enemigo no es Feijóo sino Sánchez. Y que la solución está en sostener, sin poner trabas, como en Baleares, gobiernos presididos por el PP, o en coalición de Gobierno como en la Comunidad Valenciana o en Murcia, siendo leales a los pactos suscritos sin buscar rentabilización política al margen de los acuerdos.

En 2015 se abrió el debate del fin del bipartidismo, pero ese debate se ha cerrado ya. Y en España, al igual que en el resto de autonomías excluidas Cataluña y el País Vasco, o gobierna el PSOE o gobierna el PP.  El sueño de una noche de verano de 2019 de Santiago Abascal emulando a Meloni, a Orban, o a Trump, mediante un ' sorpasso' al PP se terminó. La senda de su declive está abierta y si no rectifica; su conducta política solo favorece al PSOE y a sus socios. Tendrá que hacérselo mirar.