| 26 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Del cerdo, hasta los andares (los de Sánchez no)

El personal tiende a ir subiendo hasta llegar a un punto en el que su incapacidad es manifiesta y proporcional a su autoestima, soberbia y -claro está- aferramiento al escalón obtenido.

No hay día que no tengamos que soportar una nueva estupidez de este Gobierno (que desgobierna). O una maldad, o una ignominia. De mal en peor y sin fácil arreglo mientras la oposición de centro y derecha -yo incluyo a Vox sin que por ello me identifique con sus votantes- siga a la greña, y el principal partido de la misma con sus complejos y sus rencillas internas. De manera que, entre unos y otros (gobierno y oposición), dejan por los suelos el famoso camarote de los hermanos Marx.

Y es que en conjunto, aunque el gobierno gana por goleada, resultan una prístina demostración del famoso principio de Peter -que ya enunció antes Ortega mientras escribía a propósito de las masas y su rebelión- por el que todo el mundo alcanza su máximo nivel de incompetencia. Hierarchiology le llamó el menda en su concienzudo estudio de las jerarquías en las organizaciones modernas, que viene a decir que el personal, ya sea en la empresa como en la política, tiende a ir subiendo hasta llegar a un punto en el que su incapacidad es manifiesta y directamente proporcional a su autoestima, soberbia y -claro está- aferramiento al escalafón obtenido. En el ámbito de lo privado la solución (si existiera) a tan delicada como nefasta situación está en manos de los consumidores, en lo público -más delicada y nefasta, porque afecta también al consumo- en los electores.

Y hablando de consumo, cuando uno ya va más de PCRs que de cañas, no hay más remedio que citar al inverosímil ministro del ramo, que en pocos días ha acumulado la más variopinta y divertida colección de memes en las redes sociales tras su ataque frontal a las costumbres gastronómicas, y a la economía en consecuencia, de esta España de la nueva anormalidad consolidada por sus inefables dirigentes.

Con el objetivo inalcanzable de presentar mis respetos al Rey Juan Carlos en su forzado alejamiento ... no me gustan ni unos ni otros andares

Esa coma elíptica del famoso refrán con el que encabezo hoy mi modesta reflexión, me permite parafrasear a Ussía, a quién no le gustan los muslos de Mónica Oltra. Porque a mi -como a los españoles en general, o al menos a los más normales- del cerdo, me gustan hasta los andares. Pero los de Sánchez, no.

He podido percibir que en Emiratos, donde he pasado unos días con la excusa de visitar la Expo 2020 (por suerte tras retirar estos caraduras un execrable Belén) y el objetivo inalcanzable de presentar mis respetos al Rey Juan Carlos en su forzado alejamiento, no gustan ni unos ni otros andares. La reciente visita de la ministra de transportes – también apellidada Sánchez para más inri- ha resultado una clara demostración. De mi corolario del refrán, y del principio de Peter. (Apenas ha destinado veinte minutos al Louvre de Abudhabi, cuya adjudicación logró Jacinto Rey - Construcciones San José-en consorcio con Arabtect y Oger por cerca de 700 millones de dólares en 2013, para la construcción del interesante proyecto de Jean Nouvel. Si bien mi favorito era el de mi querido Alberto Campo Baeza). En este lugar se escenifica lo peor del último capitalismo, y el oxímoron de la simultaneidad en tiempo y forma de la pobreza real y la ostentación del lujo. Y de la soberbia.

Muy a la manera de Sánchez -de ambos Sánchez esta vez- haciendo del autobombo práctica única y permanente (¡qué bárbaro en Sevilla!) y del incumplimiento su consecuencia. Mientras la ciudadanía, el pueblo, las masas -vuelvo a Ortega- asiste silenciosa y hasta complacidamente. Obediente.

El último chiringuito a costa de los fondos europeos destinará la mitad del presupuesto del divertido objetivo estratégico definido como turismo LGTBI a Instituciones y Empresas públicas. Algo parecido a lo de Ribó con la Capital Mundial del Diseño, al abrigo de la venta de braguitas en el urbanismo tácticamente permanente de la Plaza del Ayuntamiento. Tampoco me gustan los andares de Ribó.

Eso sí, del cerdo ibérico. O de Teruel. No de esos cerdos vietnamitas (con perdón) que van a formar parte del Libro de Familia a ocurrencia de Iceta (horribles sus danzares)

Más canalla es la vía de blanqueo de ETA en la que el Gobierno se asocia con el PNV para invertir seis milloncejos en el tercer grado de sus gudaris, que es la antesala de cada futuro y obsceno homenaje en los que el PSOE pone la música. Decididamente no me gustan los andares de Grande Marlaska.

Y desde luego, con toda firmeza tengo que decir que “del cerdo, hasta los andares”. Eso sí, del cerdo ibérico y de la dehesa extremeña, por ejemplo. O de Teruel, querido Chama. No de esos cerdos vietnamitas (con perdón) que van a formar parte del Libro de Familia a ocurrencia de Iceta (horribles sus danzares), o que ya dan forma a la macrogranja -recuerden, por favor, mi Bestiario- gubernamental. Y me están gustando por ahora los andares de Carlos Mazón.