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La tregua de Múnich

Un acuerdo in extremis evitó el boicot de la URSS a los Juegos Olímpicos de 1972, donde la final de baloncesto se convertiría en el mayor duelo deportivo de las dos potencias mundiales.

| Juanjo Crespo* Edición Valencia

A principios de los años 50 una organización “civil” norteamericana -financiada por la CIA- fundó Radio Liberty (Radio Libertad). La emisora, con base en Múnich (Alemania), era una herramienta diseñada y financiada por la administración de los EEUU para desestabilizar al régimen comunista con “noticias” que se emitían en las distintas lenguas de la URSS: ruso, ucraniano, bielorruso....  así hasta 17 idiomas distintos.


Las emisiones iban a comenzar en 1956 desde la misma Alemania, pero a los 20 minutos de empezar a radiar los perturbadores soviéticos dispersos por todo el “telón de acero” echaron abajo la señal. Para vencer esa barrera, tuvieron que cambiar el sistema de propagación: en vez de hacerlo directamente, lanzarían las emisiones hacia el espacio para superar los equipos de perturbación, tras lo cual rebotarían en la ionosfera para “bajar” de nuevo en territorio de la URSS. Para eso había que buscar un emplazamiento a 2.000 ó 3.000 kilómetros del punto de impacto deseado.


Y aquí es donde aparece España. Resulta que Franco le debía un favor al Presidente de Radio Liberty, Howland Sargeant, ya que unos años antes, como Presidente de la Conferencia de la UNESCO en París, le había ayudado a conseguir que nuestro país ingresara en esta organización de las Naciones Unidas. Así que Howland pidió a las autoridades españolas que le alquilaran la playa de Pals (Gerona) a 2.700 km de Moscú. Era el sitio perfecto.


Tras construirse el gigantesco campo de antenas, comenzaron las emisiones. Todos los días un avión volaba desde Múnich hasta el aeropuerto barcelonés de El Prat con las cintas de los programas. Cada día un coche las recogía y las llevaba a Pals. Cada día.


Los soviéticos ya no podían frenar las emisiones, así que decidieron contraatacar. La URSS creó ¨La Voz del Pueblo Libre”, que emitía mensajes en lenguas europeas, intentando desacreditar los gobiernos de la Europa occidental.


En esta singular guerra en las ondas, Radio Liberty ganaba por goleada. Su porcentaje  de audiencia en la URSS era de más del 65%, mientras que apenas nadie hacía caso a “La Voz del Pueblo Libre” en las democracias europeas.


Los programas de Radio Liberty que se diseñaban, dirigían y grababan en Múnich, era uno de los mayores dolores de cabeza para los dirigentes soviéticos a principios de los 70, así que cuando en febrero de 1971 el alcalde de esta ciudad voló a Moscú junto al Presidente del Comité Olímpico Alemán para invitar a la URSS a los juegos olímpicos de Múnich, se llevó un portazo en las narices: los atletas no pisarían la capital bávara mientras allí siguiera el cuartel general de la radio.

El bloque occidental ya intuía que esa sería la primera reacción soviética, por lo que la delegación alemana ofreció a los dirigentes de la URSS un “alto el fuego” en las emisiones radiofónicas. Invocando el espíritu olímpico, hasta la celebración de los juegos en verano de 1972 las emisiones se detendrían a cambio de que en Múnich se viera en los estadios las camisetas rojas de los atletas del soviet.


La propuesta, a priori, era insuficiente, pero los analistas de la CIA estaban seguros que aceptarían. ¿Por qué? Como recoge un informe desclasificado, la “avidez” soviética por las medallas les empujaría a aceptar la propuesta. Creían que la URSS no desaprovecharía la ocasión de vencer en el medallero a EEUU.


Al final acertaron, y dijeron que “sí” en el último segundo. Los soviéticos querían ganar, y además querían mostrar al mundo cómo -en suelo germano- la Alemania comunista (la República Democrática Alemana) humillaba a la República Federal Alemana.


Este “alto el fuego” de emisiones radiofónicas permitió que el 27 de agosto de 1972 se jugara la final que los dos bloques ansiaban ver para vencer al enemigo: la URSS contra EEUU, país que jamás había perdido un solo partido de basket desde que fue declarado deporte olímpico en 1936.


A falta de tres segundos, EEUU se puso un punto por delante y el entrenador soviético pidió tiempo muerto para preparar una última jugada que pudiera dar la vuelta al marcador. Los soviéticos intentan una última canasta desesperada.... pero no anotan. El banquillo norteamericano salta y se abraza mientras sus aficionados comienzan a celebrar el triunfo en la cancha.


El seleccionador derrotado, Vladimir Kondrashin, grita y hace aspavientos a los árbitros. Un fallo en el cronómetro había hecho que se reanudara la jugada con sólo un segundo en el marcador en vez de los tres que quedaban. La confusión se apodera del estadio mientras Vladimir no deja de repetir “¡tres segundos! ¡tres segundos!”. Los jueces se reúnen y acuerdan que se debe repetir esa última posesión de balón para los soviéticos.


El árbitro hace sonar su silbato y el crono marca tres segundos. Desde un extremo del campo al otro, Ivan Edshenkho lanza el balón en una parábola perfecta -como las que recorren las ondas de radio- y supera a todos los jugadores-perturbadores que quieren detener la señal. Alexander Belov lo coge, salta bajo el aro y anota en el último segundo. La URSS gana y se desata la locura en el Karlm Diem Stadium.


Los norteamericanos jamás digirieron perder aquella final. Apelaron el resultado, sin éxito, así que se negaron a subir al pódium a recibir sus medallas de plata que siguen esperando en una caja fuerte de la sede del Comité Olímpico Internacional de Lausana (Suiza).


El tiempo fue pasando. Sólo cuatro años después, Alexander Belov -el héroe de la última canasta- moría con apenas 26 años. Los jugadores norteamericanos jamás superaron perder en el último segundo e incluso hoy, varios de ellos han dejado por escrito en sus testamentos que ninguno de sus herederos recoja jamás aquella medalla que no brilla tanto como la que soñaron.


En 2006 las antenas de Pals fueron dinamitadas y la voz de Radio Liberty calló para siempre. La tregua de 1972 les evitó tener que radiar cómo eran vencidos por los comunistas, y a todos nosotros nos regaló una lección: si tienes razón, no dudes en luchar por tus tres segundos. Se puede encestar cuando todo está perdido.

(*) Experto en defensa y geoestrategia