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El buque que tuvo dos vidas y un secreto

La compra en 1943 de un buque italiano por parte de España escondía varios misterios. Un ingeniero naval los rescató del fondo del mar, aunque yo creo que se quedó uno… el más importante

| Juanjo Crespo * Edición Valencia

En agosto de 1943, a muy pocos días de la rendición de Italia en la II Guerra Mundial, España hizo una oferta para comprarle tres de sus petroleros: el “Olterra”, el “Fulgor” y el “Pagao”, este último permanecía hundido en la bahía de Gibraltar.

La desclasificación de varios informes secretos nos reveló –y escribí hace un año- que las potencias aliadas se negaron a autorizar la compra en su conjunto. Tan sólo el “Pagao” pudo transferirse a las autoridades españolas debido a que el 14 de agosto ya habían abonado por él 4.000.000 de pesetas.

El “Olterra” y el “Fulgor” volvieron a Italia acabada la guerra donde se descubrió que aquellos supuestos petroleros eran en realidad bases de la “Décima Flotilla” de la Armada Italiana: un grupo de buzos de operaciones especiales cuya especialidad era –mediante acciones de sabotaje- colocar minas en los buques aliados.

¿Y por qué de aquellos tres petroleros italianos España quiso -en 1943- comprar el único que estaba hundido? Tengo una teoría que os contaré si me acompañáis en un viaje que comienza unos cuantos años atrás, en 1922, cuando el petrolero “Pagao” entraba en servicio en la marina italiana.

Un año antes, Bernardo Rechea Moreno había ingresado con 15 años en la Academia de Ingenieros Navales de El Ferrol. Era un oficial inteligente, discreto y que ascendió rápido. A principios de los años 30, ya como Teniente Coronel, era fácil verlo presidir los tribunales de la Armada en las oposiciones al Cuerpo de Ingenieros Navales. Era toda una autoridad.

En la Guerra Civil se unió a Franco quien, en 1938, lo nombró “Inspector de Marina para las Provincias del Norte” con sede en Bilbao.  Allí se encontraba cuando en 1941 recibió una orden de la “Comisión de la Armada para el Salvamento de Buques”: debía trasladarse a Algeciras para reflotar el “Pagao”. Esta comisión había sido creada años atrás para rescatar barcos hundidos durante la Guerra Civil y que podían ser reutilizados en su totalidad o en parte.

Los trabajos para sacar de la bahía de Algeciras al petrolero comenzaron los últimos días de febrero de 1942. Los marineros, ingenieros y buzos a las órdenes de Rechea se aplicaban sin descanso. A finales de mayo consiguieron vaciarlo de combustible. Tras el verano y los correspondientes trabajos de anclaje, hubo un primer intento que falló: había más tanques de lo normal en un petrolero de su clase, así que hubo que seguir achicando agua hasta que finalmente el 2 de noviembre de 1942 consiguió flotar de nuevo.

El “Pagao” fue trasladado por dos remolcadores hasta el astillero de Matagorda en Cádiz, donde fue reparado y “bautizado” de nuevo con el nombre de “Zaragoza”, entrando en servicio como petrolero mercante.

Si cruzamos las fechas de la operación de rescate del “Pagao” con la transferencia de los 4.000.000 de pesetas, veremos que cuando el barco estaba entrando en los astilleros de Cádiz para reparar sus daños, aún quedaban nueve meses para que se formalizara la compra por parte de España a las autoridades italianas.

Otro dato: a Rechea se le ordena dirigirse a la bahía de Gibraltar a recuperar el petrolero casi dos años antes de que en el buque ondeara la bandera española.

Algo muy importante debía esconder ese barco para lanzar la operación de rescate sin saber -si quiera- si se autorizaría la compra del buque. Las fechas no cuadran, y las dificultades del ingeniero en reflotarlo también me sorprenden.

Yo creo que los problemas de cálculo en su primer intento para reflotarlo se deben a la existencia de compartimentos ocultos en el buque con otro fin muy distinto al de albergar petróleo.

Mi teoría es que el “Pagao” era el buque que mandaba la flota de aquella escuadrilla de la armada italiana, y de ahí sus cavidades secretas para ocultar sistemas de trasmisiones, minas y seguramente pequeños torpedos para propulsar a los buzos en sus acciones de sabotaje.

Es sólo una conjetura, lo sé, pero –después de pensarlo mucho- me parece la única explicación para entender por qué España eligió quedarse con el barco hundido en vez de cualquiera de los otros dos.

Apenas cuatro años después, y ya siendo Coronel, en septiembre de 1947 Bernardo Rechea fue nombrado para un importante cargo: Jefe de la Inspección de la Dirección de Construcciones e Industrias Navales Militares en Vizcaya.

El misterio le acompañó hasta el final de sus días, que no fueron muchos más: el 12 de enero de 1952 el diario ABC publicaba una esquela que anunciaba la muerte de Rechea el 3 de enero “en acto de servicio”.

No he sido capaz de encontrar en la hemeroteca información sobre la causa o circunstancias de su muerte, lo que sí que he localizado es el Diario Oficial del Ministerio de la Marina del 1 de febrero de 1952 que al publicar su fallecimiento omite la importantísima peculiaridad para un militar de la muerte en acto de servicio. Muy extraño todo.

El “Pagao”, aquel barco al que la Historia le había dado una segunda vida, fue desguazado en Castellón en 1960. Las planchas de hierro y los amasijos de acero se fundieron –junto a sus secretos- en los altos hornos. Quizás Bernardo Rechea fuera el único que los conoció, llevándoselos demasiado pronto a la tumba.

Dos vidas para aquel petrolero y sólo una -y efímera- para su rescatador. Pareciera que el “Pagao” se la quiso arrebatar al Coronel Rechea por no haberle dejado descansar en el fondo del mar tras perder la guerra.

Las leyes de la física nos dicen que la energía ni se crea ni se destruye, únicamente se transforma. Algo así ocurrió aquel noviembre de 1942 en la bahía de Gibraltar cuando salió a flote.

No le dejasteis descansar y se lo cobró muy caro. Ese rescate no está “pagao”.

*Experto en Seguridad y Geoestrategia.