| 03 de Mayo de 2024 Director Benjamín López

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Los presentadores Ana Pastor y Vicente Vallés durante una rueda de prensa del 'Cara a Cara. El Debate', en Atresmedia, a 7 de julio de 2023, en Madrid
Los presentadores Ana Pastor y Vicente Vallés durante una rueda de prensa del 'Cara a Cara. El Debate', en Atresmedia, a 7 de julio de 2023, en Madrid

Como una moto

Meteduras de pata aparte -que son las más perdonables- asistiremos a algún exabrupto y habrá quien apueste por el juego sucio.

Esta noche asistiremos al famoso debate entre los líderes de los dos principales partidos del amplio abanico de opciones electorales. Soy de los que opino que pocos-por no decir ninguno- de los muchísimos espectadores que es previsible que lo veamos, cambiará de parecer tras esos cien intensos minutos. Apenas servirá para reafirmarse en su posición inicial con respecto al candidato que esta noche se cuela en su salón en una operación de virtual proximidad, no muy distinta de las muy experimentadas técnicas -cada vez más sofisticadas- de publicidad en competencia comercial. Mucho me temo que en está ocasión el pescado -sin el IVA rebajado- está vendido.

Ignoro si el candidato socialista mantendrá con su soltura habitual -como lo hizo en El Hormiguero, broma incluida al intimidado entrevistador- que España va “como una moto”. Y si el candidato popular entrará al trapo con la sentencia y -parafraseándose,  a la gallega-  ensayará repetir el éxito que, al parecer, le procuró su visita al mismo programa. “Como una ola” pensé para mí, evocando a Rocío Jurado, que es reinona y fetiche en bandos extremos -y que nadie malinterprete-, incapaz de tomarlo en serio. Y que es tal vez el Presidente el que va como una moto que pierde aceite -y que nadie malinterprete- y está a punto de gripar. Caí en la trampa.

Estas formas de banalización de la política (como la batalla de lonas) y de parvularización (como las guerras de pijamas) del electorado, hacen un flaco favor a la gravedad de la situación y acaban siendo un insulto a la madurez del votante, que en gran medida asiste perplejo a cada secuencia, mientras reafirma su compromiso de conciencia y la solidez de sus propios principios. Efecto positivo, si así lo quieren, pero  convengan conmigo que innecesario.

La política seria -sin el adjetivo no es política- que estamos necesitando  está tan alejada del mundo virtual (redes sociales incluidas) como la realidad lo está de los vídeos propagandísticos (tampoco ayuda el del verano azul del PP). Deben prevalecer la objetividad, los datos y las propuestas fundamentadas, sobre las legítimas interpretaciones diversas que, acerca de aquellos, cabe esperar de cada candidato. Y sobre ambas cuestiones cabe esperar el debido respeto mutuo. El debate de esta noche será el primer acto de esta épica campaña y bueno resultaría constatarlo. Que resultara ética a la par.

Se me antoja que no será así. Meteduras de pata aparte -que son las más perdonables- asistiremos a algún exabrupto y habrá quien apueste por el juego sucio. No es sencillo proclamar que sales a ganar, cuando sabes -y te comportas- como hipotético colaborador necesario. Al primer registro pertenece un programa de máximos y al segundo un cierto pragmatismo y el sentido de compromiso con sus votantes. Idénticas características observo en los dos partidos que hoy no comparecen a la cita.

Se ahorrará la candidata por Sumar, justificar su aparente error de mantener entre sus propuestas la experimentada censura comunista a medios y autores (veremos como termina lo del referéndum catalán) y el de VOX de explicar lo de Murcia (cuando escribo es todavía incógnita).

Unos y otros seguirán con las proclamas.

Si la participación estimada se confirma -incluidos los dos millones de votos por correo solicitados hasta ahora- asistiremos como era previsible a unos comicios capitales para el futuro de España. En ello coinciden ambas opciones.

Tengo para mí que en ello también coincidimos los votantes. Por eso la participación en plena canícula será alta. Para poner sensatez y razón en la política española. Y lo sensato, y lo razonable, es sustituir al tío de la moto.