| 17 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Los 5 parques más románticos de Madrid

Recoletos y llenos de encanto, Madrid alberga algunos tesoros que invitan al romanticismo y que no te puedes perder

| E.V. Viajar

En la capital abundan las zonas verdes. En total cuenta con casi 6.000 hectáreas lo que la convierte en una de las ciudades europeas que más cuida este aspecto. Pero no todo se circunscribe a los parques más conocidos como pueden ser la Casa de campo, el Retiro, la Dehesa de la Villa o el Parque del Oeste. Hay rincones en forma de parques de los que podemos disfrutar de un paseo muy romántico, menos frecuentados por el turismo, y que destilan tranquilidad  y armonía. Te invitamos a descubrirlos. 

 
Jardín del Príncipe de Anglona

Sin duda el más oculto y desconocido de los cinco que hemos elegido ya que su acceso se encuentra en una pequeña puerta situada en la Plaza de la Paja, en pleno Madrid de los Austrias. 

Por lo visto, su diseño es obra del pintor y paisajista Javier de Winthuysen que lo creó por encargo para los marqueses de la Romana en el s. XVIII. A pesar de su pequeño tamaño que no llega a los 1000 metros cuadrados, su parterre en crucero y la tranquilidad que ofrece a sus visitantes lo convierten en un auténtico tesoro. 

 

La Quinta de la Fuente del Berro

Este parque, encajonado en la zona este de la ciudad, lo tiene todo en sus casi 7,5 hectáreas de extensión: setos, escaleras, pavos reales, cascadas, fuentes, árboles y macizos de arbustos que florecen de forma escalonada a lo largo del año le aportan un aire de frescura que se agradece y mucho. 

Nacido en el siglo XVII como real sitio por orden de Felipe IV, que se surtía de agua en uno de los cuatro caños que tiene la fuente de la que toma el nombre, trasladándola diariamente en burros hacia la corte, ha pasado por diferentes manos hasta convertirse en propiedad de todos los madrileños: desde las de los monjes benedictinos hasta las de varios particulares. Sus usos también han sido muy variados ya que a finales del siglo XIX fue convertido en un parque de atracciones que sin embargo, no tuvo demasiado éxito. En Enero de 1941 fue declarado Jardín Histórico y Artístico y en 1948  fue adquirido por el  Ayuntamiento de Madrid

 

El Olivar de Castillejo

Aunque parezca mentira, este olivar de 10 hectáreas de extensión está situado muy cerca de una de las calles más emblemáticas y concurridas de la capital: el Paseo de la Castellana. Para encontrar su origen tenemos que remontarnos a la segunda década del s. XX cuando Jose Castillejo adquirió este terreno en lo que por aquel entonces era el pueblo de Chamartín de la rosa y convenció a unos cuantos de sus amigos intelectuales, como Dámaso Alonso o Ramón Menéndez Pidal, para que construyeran allí sus casas. 

Actualmente, junto con sus más de 100 olivos centenarios, conviven en este espacio de sueño madroños, almendros, jaras y membrillos en perfecta armonía, y por si esto fuera poco hay algunos restaurantes muy coquetos a los que llevar a cenar a tu pareja

 

Parque del Capricho

Es uno de los parques más bonitos y a la vez menos conocidos de la capital. Se lo debemos a los duques de Osuna que en el año 1784 decidieron crear este espacio para que trabajaran en él los artistas a los que la duquesa protegía como mecenas. Durante muchos años estuvo prácticamente abandonado hasta que en 1974 fue adquirido por el ayuntamiento que a lo largo de los años lo ha ido recuperando para poner en relieve la riqueza escultórica, paisajística y botánica de la que ahora podemos disfrutar todos. 

En este parque hay tres espacios bien diferenciados: el de los jardines de estilo inglés; el giardino italiano y el parterre francés. Entre sus muchos atractivos está el de la conservación del laberinto de laureles, creado en tiempos de la duquesa, y un búnker de la guerra civil. 

 

La quinta de Los Molinos

Es el mejor lugar de Madrid para contemplar cada primavera la floración de los numerosos almendros que alberga. Aunque inicialmente fue propiedad del conde de Torres Arias, gran parte de su belleza se la debemos a un profesor de urbanismo de la escuela de arquitectura, de nombre César Cort, que se convirtió en su dueño en 1920 y que fue quien construyó en él el palacete de estilo racionalista y plantó los almendros y olivos que perviven en la actualidad. 

En este jardín, además de fuentes y estanques nos encontramos con un par de molinos de riego que son a los que le debe su nombre.