| 26 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Rubén Moreno, Javier Maroto e Isabel Bonig
Rubén Moreno, Javier Maroto e Isabel Bonig

Maroto y la de la moto

La ocurrencia de Génova de repescar para la vida institucional al soldado Maroto a través de los senadores territoriales de Les Corts complica más las relaciones entre Casado y Bonig.

| Vicente Climent Edición Valencia

Todo lo que va mal es susceptible de empeorar. Que se lo digan a Francisco Camps y Eduardo Zaplana, protagonistas de una de las más encarnizadas luchas en el seno del PP que la Historia ha contemplado. Ahora tenemos otra que aún no ha llegado a esas cotas, pero que empieza a ser indisimulada.

Isabel Bonig no apoyó a Pablo Casado en el Congreso que le aupó a la presidencia nacional del PP. Antes de que me mande un whatsapp para matizarme añadiré que en realidad no sabemos si le votó o no porque la presidenta valenciana no se pronunció en ningún momento. Pero sí lo hizo su guardia pretoriana, y fue en favor de Soraya Sáenz de Santamaría.

Como venían cuatro elecciones, hubo necesidad de buscar acuerdos vía AVE Madrid-Valencia, que pasaron por repartirse las cámaras: los diputados para el Congreso los elegía Casado, y los de Les Corts, Bonig.

El ciclo electoral ha sido malo para todo el PP, aunque Génova lo disimula con sus opciones para gobernar diversas instituciones, mientras que Valencia achaca los resultados al abandono del centro que propició el líder nacional.

La dirección valenciana no se ha cortado, y en la jornada de reflexión pidió cambios en la central a través de una liebre periodística en Las Provincias. Los críticos con el tándem Bonig-Ortiz, tampoco, con Juan Vicente Pérez Aras y Pedro Agramunt como arietes pidiendo congresos en los tres niveles valencianos, autonómico, provincial y local.

De momento la presidenta valenciana ni siquiera ha convocado comité ejecutivo regional para valorar los resultados, con lo que evita la petición formal de congreso extraordinario para moverle la silla.

En las reuniones de análisis que sí ha celebrado Génova, Bonig se ha aupado en la crítica al nivel del gallego Alberto Núñez Feijóo y del andaluz Juan Manuel Moreno. Bajándose de la moto a la que a veces se sube, pero sin apearse del burro. Con la diferencia de que ella no está blindada por la condición de presidenta de su autonomía.

Casado, que se ve que olvida mal, ha movido más fichas, con José Ramón Adsuara en Valencia y Carlos Mazón en Alicante como avanzadilla, que son de esos políticos que nunca se sabe exactamente de quien son, pero que deben haberse hecho más de uno que de otro a juzgar por quién avala y quién se esfuerza en afirmar que tiene buena sintonía con ellos.

Adsuara ya de momento aboga porque no sea la dirección regional la que imponga los nombres para diputados provinciales.

Pero el movimiento de alfil de Génova ha sido el globo-sonda (o no) del posible nombramiento de Javier Maroto como senador territorial valenciano. El PP sólo puede poner uno, y la idea era que repitiera el ex-presidente Alberto Fabra. Hay que demostrar “condición política de valenciano” ante Les Corts, y para eso puede valer hasta José Manuel García-Margallo, pero non plus ultra.

A Maroto no se le conoce relación con la Comunidad Valenciana, sólo la necesidad de tener un cargo institucional después de no haber salido elegido diputado en la circunscripción por la que se ha presentado, su Álava natal.

Maroto está en la dirección nacional del PP, y es un tipo importante. Ahora además preside el famoso Comité para la Gobernabilidad en el que también están dos valencianos por los que Bonig siente poca simpatía, Vicente Betoret para los acuerdos provinciales, y César Sánchez para los autonómicos.

Se ve que Casado quiere a Maroto de portavoz, y ya sólo puede serlo en el Senado. Pero necesita una cobertura autonómica. Y como por Madrid por lo visto no se puede presentar por no ser previamente diputado autonómico, al parecer la única vía disponible a estas alturas según El Español -que es quien adelantó tal eventualidad- es la valenciana, en donde no hace falta tanto: basta con un voto del partido que le proponga, en aplicación de la Ley d'Hont que asigna los escaños territoriales en función de los resultados electorales autonómicos.

Ahora bien, quitar a un ex-presidente de la Generalitat para poner a un paracaidista vasco empadronado de urgencia en algún pueblo de aquí no sólo sería una afrenta a Isabel Bonig -pies en pared con su “será Fabra, punto y final”-, sino también una burla a Les Corts y al electorado valenciano, por mucho que en Madrid todavía se piensen que ésta es su playa.