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El saqueo de Calpe de 1637

El 3 de agosto de 1637 siete galeras argelinas, sin ser vistas, desembarcaron 600 moros en tierra apenas despuntada el alba. Fue la acción más grave en costas valencianas del siglo XVII

| Carlos Mora Casado * Edición Valencia

La segunda mitad de la década de 1630 fue un período de notable tensión para la Monarquía Hispánica. En 1635, tras la victoria sobre los protestantes en Nördlingen (1634), Francia declaró la guerra. El inicio de las hostilidades incrementó considerablemente los gastos militares y los requerimientos de la Corona para un esfuerzo todavía mayor. El reino de Valencia sirvió para la campaña de aquel mismo año con una leva de 1.098 hombres.

La detracción de recursos en socorro de los ejércitos reales supuso un relevante sacrificio para las reservas del reino. Coincidió además con un recrudecimiento de las acciones corsarias berberiscas en las costas alicantinas que demostraban una audacia que no era vista desde el siglo XVI.

Una de las medidas más contestadas por las instituciones representativas del reino fue la movilización de las compañías de caballos de la costa a Navarra en 1636 para reforzar la frontera con Francia. Se perdía así un elemento muy importante en la defensa del litoral y por otra parte, su eficacia en el norte dejó mucho que desear.

Los soldados, al conocerse que se les sacaba de los límites del reino, desertaron en gran número, por lo que las compañías quedaron prácticamente deshechas. Mientras tanto, la amenazante flota francesa era avistada aquel año desde la costa valenciana y las torres de Torrevieja y Cap Roig fueron destrozadas por los berberiscos.

El virrey, Fernando de Borja y Aragón (1635-1640), envió diversas cartas al rey alertando sobre el apreciable riesgo al cual estaban expuestas aquellas costas y la falta de municiones. Además, por la salida de las compañías de caballos, no era posible reunir a las compañías de la milicia para ejercitarlas, puesto que circulaban rumores de que se trataría de sacarlas con engaños del reino. La desconfianza era patente y los ánimos estaban muy crispados.

El gran desastre que tanto temía el virrey se produjo finalmente en Calpe el 3 de agosto de 1637. Ese día siete galeras argelinas, sin ser vistas, desembarcaron 600 moros en tierra apenas despuntada el alba. En una intrépida acción, un pequeño grupo de ellos trepó los muros de la villa con escalas y abrieron las puertas desde dentro. Sus compañeros realizaron una entrada a saco y sembraron el terror. Muchos de los hombres se encontraban fuera en aquellos momentos, trabajando en el campo, y los pocos que quedaban fueron superados y pasados por las armas.

El desastre fue absoluto. La práctica totalidad de la población, 296 personas, en su mayoría mujeres y niños, fue capturada y embarcada hacia un fatal destino de esclavitud. Para cuando llegó la noticia a los lugares circunvecinos y acudieron los socorros de Teulada y Jávea, ya era tarde.

Los moros solo dejaron tras de sí una villa desierta y dos piezas de artillería que habían colocado para atacarla, pero que prefirieron abandonar para no retrasar en exceso su retirada. El botín que habían obtenido compensaba sobradamente su pérdida. Fue la acción corsaria berberisca más grave sobre las costas valencianas en todo el siglo XVII.

La inmediata consecuencia del saqueo de Calpe fue el regreso y remonta de las compañías de caballos, una disposición difícil de ejecutar por los sucesos precedentes, que se tradujeron en una notoria falta de voluntarios para sentar plaza en ellas. Los recelos de las compañías de la Milicia Efectiva para reunirse eran igual de persistentes. Para tratar de tranquilizar los ánimos, se pregonó públicamente de parte del rey que solamente servirían dentro de los límites del reino, estrictamente «para la defensa de la dicha costa».

Sin embargo, el rey no mantuvo mucho tiempo su palabra. Entre finales de agosto y septiembre se solicitó el envío de 2.000 valencianos de la Milicia Efectiva para la defensa del frente catalán, lo que contravenía a lo dispuesto en las reales pragmáticas. Para el año siguiente se repitió el requerimiento, pero acabaron desviándose hacia una emergencia militar aún mayor, Fuenterrabía.

 

 

*Doctor en Historia-UV. Dottore di ricerca-UniCa