| 26 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Joyas olvidadas: Les covetes de San Juan

A pesar de haber sido declaradas Bien de Interés Cultural, Les Covetes de Sant Joan, llevan cerradas y tapiadas desde hace años, acumulando toda suerte de enseres, basuras.

| José Vilaseca* Edición Valencia

A fecha de hoy, quien se anime a pasear por las proximidades de la Lonja y el Mercado Central (porque, lo que se dice conducir por la zona, oscila entre lo imposible y lo milagroso), es posible que descubra la Iglesia de los Santos Juanes, rematada por el pardal de Sant Joan que parece discutir con la cotorra del Mercat, y alguien le hable de que, mirando a ese ave que corona el templo, y con la frase ¡mira al pardal, chiquet!, muchos padres desaprensivos abandonaban, en un pasado afortunadamente olvidado, a los niños que no podían alimentar... y de ahí viene la expresión estar apardalat.

Pero, si en lugar de levantar la cabeza, se mira a ras de suelo, justo en uno de los costados de la Iglesia, la que mira hacia el Mercado Central, podrá fijarse en unas puertas ajadas, situadas un par de escalones por debajo del nivel del suelo, y abandonadas desde hace décadas: se trata de las conocidas como covetes, obra de Leonardo Julio Capuz, entre 1700 y 1702.

Estas construcciones datan de finales de la época barroca y supusieron un proyecto de la propia iglesia, con el objetivo de emplear los beneficios de los distintos negocios que allí se instalaran, para bien de la parroquia. A pesar de ello, con el tiempo fueron ocupadas por talleres de artesanos y pequeñas paradas de venta al por menor, por lo general cerrajeros, zapateros, anticuarios, quincalleros y chamarileros (exquisitos términos, perdidos por la falta de uso).

En la actualidad, solo una de esos espacios se encuentra en manos de particulares, y otro de la propia Iglesia, siendo el resto propiedad de entidades bancarias. A pesar de haber sido declaradas Bien de Interés Cultural, llevan cerradas y tapiadas desde hace años, acumulando toda suerte de enseres, basuras y, con toda probabilidad, un deterioro interior quizá irreparable; las que aún conservan portones de madera se encuentran podridos, y las piedras de la base, llenas de maleza. Que sepamos, el último proyecto de rehabilitación fue promovido por el Consell Valencià de Cultura en 2012.

Así que, si pasean por esa zona, peatonalizada a las bravas, les recomiendo que visiten los numerosos monumentos que encontrarán a su alrededor... pero que no dediquen siquiera una mirada a la demostración viva de inacción particular y pública, pues esa docena de vanos emparedados y tapiados son la mejor muestra de que la mejor manera de degradar un monumento centenario es, simplemente, no hacer nada.

(*) Escritor