| 26 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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La icónica imagen del astronauta Aldrin fotografiado por su compañero Armstrong en la superficie lunar
La icónica imagen del astronauta Aldrin fotografiado por su compañero Armstrong en la superficie lunar

El día que llegamos “en paz” (y de verdad) a la Luna

Se cumplen 49 años de la misión de la NASA que logró que el hombre pusiera el pie en nuestro satélite, aunque se recrudece hasta el absurdo la ya célebre campaña que lo niega.

| Pedro P. Hinojos Opinión

A pesar de las apuestas del portero Iker Casillas en contra del histórico hecho y de la innecesaria intervención del ministro-astronauta Pedro Duque a favor, con la campaña ‘negacionista’ más en boga y más absurda que nunca, se cumplen 49 años de una de las proezas más grandes de la historia de la humanidad: la llegada del hombre a la Luna.

A medida que se acerque el cincuenta aniversario se incrementarán, como todo parece barruntar, las tesis que rechazan la existencia de esta hazaña, considerándola una suerte de montaje norteamericano en plena Guerra Fría. De ahí que sea más imprescindible que necesario volver a recordar unos hechos históricos que resultan tozudamente incuestionables.

Todo arrancó el 25 de Mayo de 1961, cuando el presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, anunció su intención de poder enviar astronautas a la Luna antes de que finalizase la década. Esto sucedió tres semanas después de que el astronauta Alan Shepard se convirtiese en el primer americano en viajar al espacio. Ocho años de arduo trabajo tendrían que transcurrir antes de que la NASA viese cumplido su gran proyecto de poner un hombre en la Luna con el vuelo del Apolo XI.

 

 

El 16 de julio de 1969 la nave, propulsada por un cohete Saturno V, despegaba desde el Centro Espacial Kennedy en Florida. Llevaba a bordo a los astronautas Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins. A las 9:32 de la mañana, hora local, el enorme cohete se elevaba sobre el cielo y apenas diez minutos después la tripulación entraba en órbita.

Después de cuatro días de viaje y tras abandonar la órbita terrestre y entrar en la lunar, Armstrong y Aldrin pasaron al módulo llamado Águila, mientras que Collins permanecía en el módulo de mando Columbia. El Águila se separó del módulo de mando y comenzó a descender para posarse en la superficie de la Luna, en una región denominada Mar de la Tranquilidad, llana y sin grandes fallas en el terreno, ideal para el alunizaje.

El pequeño paso, el gran salto

Tras unas horas que se dedicaron a equilibrar la presión del módulo lunar con el de la Luna, ambos astronautas se dispusieron a poner pie en la superficie selenita. El primero en pisarla fue Neil Armstrong, el 20 de julio a las 10:56 hora de Florida, ante la mirada de millones de personas alrededor de todo el mundo, que observaron este histórico acontecimiento a través de la televisión. Mientras descendía por la escalera del módulo, Armstrong pronunció la famosa frase que llevaba preparada: "Este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad". 

Armstrong y Aldrin depositaron una placa metálica en el Mar de la Tranquilidad con la siguiente leyenda: "Aquí los hombres del planeta Tierra han puesto el pie sobre la Luna por primera vez. Julio de 1969 D.C. Hemos venido en paz en nombre de toda la humanidad"

Posteriormente Aldrin, se unió a él ofreciendo una simple pero poderosa descripción de la superficie lunar: "Magnífica desolación". Una vez que ambos astronautas ya se encontraban sobre suelo lunar, comenzaron a realizar las tareas que les habían sido asignadas.

Tomaron fotografías; manejaron una cámara de televisión gracias a la cual los espectadores de todo el mundo presenciaron la gesta; colocaron una bandera de los Estados Unidos y depositaron una placa metálica con la siguiente inscripción: "Aquí los hombres del planeta Tierra han puesto el pie sobre la Luna por primera vez. Julio de 1969 D.C. Hemos venido en paz en nombre de toda la humanidad".

Después realizaron algunas pruebas científicas: instalaron un reflector de rayos láser destinado a medir con exactitud la distancia entre la Tierra y la Luna, un sismógrafo para registrar terremotos lunares y una pantalla para medir la intensidad del viento solar.

Por otra parte, con la ayuda de picos y palas los astronautas recogieron arena y fragmentos de rocas lunares para traerlas a la Tierra. Tras descansar en el Águila, Armstrong y Aldrin realizaron otra salida lunar, en esta ocasión para recorrer y explorar parte de la zona en la que habían alunizado. Transcurrida esta misión, volvieron al módulo lunar que reemprendió el viaje para unirse con el módulo de mando donde les esperaba Collins.

Quedaba en la superficie lunar la plataforma de frenado del Águila, nave que fue abandonada una vez que los astronautas hubieron pasado al Columbia, con el cual iniciaron el viaje de regreso a la Tierra. La hazaña espacial finalizó cuando el módulo de mando cayó en aguas del Océano Pacífico, no lejos de Hawai, el 24 de julio.

Los astronautas tuvieron que someterse a una cuarentena, ya que podía darse la posibilidad, en realidad remota, de que hubieran traído algún germen desconocido de la Luna. Mientras tanto, las muestras de rocas lunares eran estudiadas por los científicos.

 

El presidente Richard Nixon felicitando a los astronautas del Apolo XI, alojados en una cápsula para guardar la cuarentena.


Los análisis revelaron que se trataba de materiales idénticos a los que se encuentran en la Tierra en rocas ígneas resultantes de fusiones y en los meteoros. No se encontró ningún elemento biológico, lo cual confirmaba la inexistencia de cualquier forma de vida pasada o presente en la Luna. La elaboración de los datos de distintos análisis muestra que la Luna, al igual que la Tierra, tiene una constitución en estratos, y que en un tiempo estuvo en estado fluido, al igual que se encontraba nuestro planeta hace 4.500 millones de años.

Con la Misión del Apolo XI el desafío del presidente Kennedy se había conseguido. Los hombres de la Tierra habían caminado sobre la superficie de la Luna y habían regresado sanos y salvos a casa. Aunque todavía cueste creerlo.