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Pedro Sánchez, presidemte del Gobierno
Pedro Sánchez, presidemte del Gobierno

Pan y circo

Con las administraciones que no atienden y los políticos que miran por encima del hombro salvo cuando se abrazan para la foto electoral, todos andamos pendientes del circo

| Manuel Avilés Edición Alicante

Fíjense si la técnica de despiste y la frase son antiguas, que la expresión “Panem et circenses” – pan y espectáculos de circo- se atribuye al poeta satírico Juvenal, que vivió en el siglo II antes de Cristo. Desde hace más de dos mil años, este dicho clásico describe, como nadie lo ha hecho después, la actitud y los procedimientos de los gobiernos de todos los colores para atontar a la ciudadanía, para mantenerlos en calma y para liarlos y oscurecer hechos que podrían y deberían generar inquietud social. Hay que proveer a las masas de alimento y entretenimiento de baja calidad y así se incrementa su estado de gilipollez y se anula su espíritu crítico. Incluso Franco siguió al pie de la letra la tesis de Juvenal cuando, en los primeros de mayo, oscurecía las actividades clandestinas de los Marcelinos Camachos – este sindicalista no comía gambas desaforadamente como los de ahora, había chupado años en Carabanchel [1] en defensa de los derechos y las libertades y sabía lo que era trabajar en  la industria, no era liberado desde el minuto cero y paseante vagos de folios vacíos-. Hasta Franco intentaba neutralizar sus actividades clandestinas, convirtiendo el día del trabajo en día de San José Obrero – la Iglesia ayudaba de cojones- y haciendo demostraciones de juegos y bailes regionales en el Bernabéu, a la vez que montaba siempre un par de corridas de toros y algún partido de fútbol para desengrasar. Clarísimo el lema y la manipulación: Pan y circo.

Hoy, con la luz rozando los trescientos pavos el megavatio -¡qué cabrones!-, mientras acumulo muebles viejos en mi salón oscuro para pegarles fuego cuando aprieten el frío y la humedad alicantinos, me preocupa ver el desfile militar con la cabra de la Legión, la patrulla águila haciendo piruetas y lanzando chorros de humo de colores, los abucheos a Sánchez y el arzobispo de turno haciendo cola, entre polítiquillos y figurantes, para rendir pleitesía al rey que lo es por herencia nefasta y sin que nadie lo haya elegido[2]. Para acabar de valorar la institución solo hay que ver con desapasionamiento el papelón del emérito.

Mucho más que todo esto me preocupa el gol de Mbappé. Que no hayan pitado ese fuera de juego, sí que es una catástrofe nacional y no la desatención de las administraciones que no reciben a nadie ni para entregar una cuartilla, porque es un peligro público  entrar en una oficina sin haber pedido esa gilipollez que llaman “cita previa”. Todas las citas son previas porque se acuerdan antes de que se celebre el encuentro. No pienso pedir ninguna cita previa.  Pedí una con quince años escasos, con un bellezón de mi pueblo que se llamaba Celia y fue un fracaso total. Me intenté alisar el pelo de escarola – entonces se llevaban las melenitas tipo Beatles o tipo Rolling, y nadie sabía qué era la moda afro-; intenté disimular al acné juvenil escandaloso con una crema que me facilitó mi hermana y ponerme los ridículos pantalones acampanados y marcando paquete que hacían furor en la época. Fracaso absoluto de la cita previa: Celia no apareció… y hasta hoy. Me queda ahora el consuelo de la risa porque todos aquellos “melenitas  beatlianos” están hoy calvos mientras yo sigo luciendo mi pelo escarola al completo y al modo de los negros subsaharianos de patera senegalesa.

Con la luz a casi trescientos pavos el megavatio los prebostes eléctricos declaran la guerra a cualquier rebaja y las plataformas de pensionistas, con banderitas y silbatos, continúan sin ponerse acuerdo para hacer un partido que, con veinte escaños – somos nueve millones de abuelos, no os olvidéis- pondría a cualquier gobierno de rodillas al modo como los hacen vascos y catalanes juntos. Con las administraciones que no atienden y los políticos que miran por encima del hombro salvo cuando se abrazan para la foto electoral, todos andamos pendientes del circo, si Samantha se ha enrollado con Borja, si Deborah ha conseguido llevar al huerto a Joshua y si Jonathan ha puesto nuevamente los cuernos a Dhelilah. Los resorts de los putiferios nos mantienen embobados.  Eso sin contar el gol en fuera de juego  de Mbappé, una tragedia que me duele en el alma, una ofensa de los franceses mucho más grave que la venta del país que hicieron el padre y el hijo Borbón – Carlos IV y Fernando VII- en los pactos de Hendaya con Napoleón. Ese gol en fuera de juego, esa puñalada trapera en el espacio intercostal del líder de “Franafrica” me tiene inhabilitado para el análisis político y para el uso del matrimonio y me niego a  practicar el nefando vicio solitario porque ya no está uno en edad de esos menesteres aunque Sandra Aza – la gran autora del Libelo de sangre, léanlo sí o sí- me haya absuelto de todo lo habido y por haber.

Se cumplen diez años desde que ETA anunció la finalización de sus acciones armadas

 

Intento olvidar la afrenta de la selección “franafricana” -nada que objetar, que los  negros nos superan físicamente a los blancos pilitriquis por todos los sitios y soy consciente de que jamás, por mucho que entrene conseguiré correr los cien metros en menos de un minuto y medio, ni rozarle siquiera la cara a Mike Tyson-.

Me centro en la vida cotidiana, dejando a un lado el pan y el circo, y me tortura una pregunta a la que, desde hace meses,  nadie me ha respondido. Dicen que ya están empezando a llegar los famosos fondos europeos, esa riada de ayudas de los países ricos para que salgamos de la crisis permanente en que andamos sumidos. ¿Cuánto dinero ha llegado y en qué se ha gastado? No he oído la pregunta en el debate del estado de la nación o, si alguien lo ha preguntado, yo estaría con una de esas urgencias con las que la próstata tortura a los ancianos.

Mil veces he propuesto – la respuesta es la misma que la que emitían los dioses romanos cuando Julio César preguntaba antes de entablar batallas: ninguna- que lo lógico sería invertir esos fondos en la creación de empleo. Si se crean puestos de trabajo, son innecesarias las subvenciones, los subsidios y los socorros a la seguridad social porque sus arcas se llenan con las cotizaciones de los trabajadores. Pues bien, parece – y si estoy equivocado corríjanme - que Sánchez se ha inventado un bono cultural de 400 euros para los chavales que cumplan 18 años en 2022. Esto huele a electoralismo: vótame que te he soltado cuatrocientos pavos. No lo critico porque ya sabemos cómo todos – los unos y los otros, los de izquierdas y derechas, los rojos y los fachas- se vuelven generosos y complacientes cuando se acercan las urnas. Preocupémonos por la cultura de los jóvenes – bastante ausente por lo que uno puede ver a diario- pero preocupémonos más porque trabajen que los voy viendo mal acostumbrados, dedicados demasiado a lo lúdico y poco a doblar el lomo y así no va a haber quien ponga la hucha de las pensiones donde tiene que estar para ser solvente.

El martes, día de puertas abiertas, estuve  en el Museo Arqueológico solazándome con la magnífica exposición de Los Etruscos, sus monumentos funerarios, su comercio del vino, sus dioses, sus utensilios y su ocaso hasta la fusión con Roma. Aquello parecía una fuga masiva del IMSERSO, todos vejestorios – entre los que me incluyo- y ni un joven entre los veinte y los cuarenta años. Preocupante la inquietud cultural juvenil.

Se cumplen diez años desde que ETA anunció la finalización de sus acciones armadas – el ejercicio del terrorismo para entendernos- la policía, la guardia civil, los jueces, muchos políticos, la sociedad en su conjunto y también las prisiones, han contribuido a la derrota de la banda y a su liquidación por derribo. Por favor, que no se cuelgue nadie medallas individualmente.

[1] No tengo el menor interés ya en hacer propaganda, que el libro va como un tiro, pero lean mi aventura con Marcelino Camacho, Monseñor Ángel Suquía y otros prebostes eclesiásticos en los pasillos del Ministerio de Justicia. #Deprisiones,putasypistolas. Edit.Alrevés. 2021.

[2] Ver Socialismo y republica de José Antonio Pérez Tapias