| 26 de Abril de 2024 Director Benjamín López

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse
Olga Avellán, Mónica Nombela, Pedro Nuño, Álvaro Errazu y Manuel Avilés, durante la presentación del libro "Mi mamá no tiene pelo".
Olga Avellán, Mónica Nombela, Pedro Nuño, Álvaro Errazu y Manuel Avilés, durante la presentación del libro "Mi mamá no tiene pelo".

Luchando hasta el final

Escucho las noticias -pandemia por aquí y por allá, ataques de testosterona entre Rusia y EE. UU. y fútbol-, pero ninguna me parece tan relevante como la del adiós a Avellán.

| Mónica Nombela Edición Alicante

El domingo amaneció frío, gris y lluvioso, parecía que estuviera triste. No me extrañó nada, pues Olga Avellán, periodista, bloggera y escritora, se había ido el sábado por la noche, después de haber luchado a brazo partido contra un cáncer que, al final, le ganó la partida. Maldita sea esta enfermedad, que tantos zarpazos nos pega y que, a pesar de los numerosos adelantos médicos y farmacológicos, no siempre es superable. El enemigo en cada persona evoluciona de una manera diferente y cada paciente es un mundo. Escucho las noticias -ya saben, pandemia por aquí y por allá, ataques de testosterona entre Rusia y EE. UU. para ver quién la tiene más grande y fútbol-, pero ninguna me parece tan relevante como la del adiós a Avellán.

La de Olga es una historia de amor, sin duda. En un país en el que se practican tantos abortos al año, muchos de ellos perfectamente evitables, Olga decidió seguir adelante con su estado de buena esperanza cuando le detectaron la enfermedad. A ella y su marido, el editor de ESdiario Alicante, Andrés Maestre, les hacía ilusión el bebé que venía en camino. A pesar de las advertencias de sus médicos, relativas a que podrían intervenir con más contundencia si no estuviera embarazada, y dejando la pelota en su tejado, ella decidió seguir adelante con el apoyo de Andrés. La trataron estando embarazada como permitía su estado. Nació la niña, Andrea, preciosa y sana. Y siguieron con los tratamientos. Olga quería dejar atrás la enfermedad, pero no parecía posible, porque las alegrías les duraban poco.

A pesar de su complicada situación, fue capaz de emprender un proyecto ambicioso, en plena recidiva. El proyecto se convirtió en una realidad, un libro precioso, titulado “Mi mamá no tiene pelo”, que realizó en colaboración con maestros, artistas y médicos, buscando que fuera una herramienta pedagógica. Con este libro Olga pretendía explicar a los más pequeños, en su lenguaje, la difícil situación por la que se atraviesa en el cáncer.

Como era una luchadora nata y además valiente, presentó el libro a lo grande, más bien diría a lo bestia, con más de trescientas personas que la arroparon en una celebración festiva, no hace ni tres meses. Se puso guapísima, se subió al escenario y nos dio un discurso que nos dejó a todos entre atónitos y emocionados, por la entereza y el aplomo. Nos presentó a sus colaboradores, se hinchó a firmar libros y después, cuando nos quedamos a cenar, fue por las mesas saludando a todo el mundo, como si estuviéramos de boda. Guardo un maravilloso y emocionado recuerdo de aquel día.

Intuíamos, pero no queríamos creerlo, que podía ser una despedida. Olga me decía que la presentación de mi novela la había inspirado a la hora de decidirse a escribir este libro, pero estoy convencida de que la idea ya le rondaba la cabeza desde antes. Olga sacaba fuerzas de flaqueza, pues con su sonrisa siempre en la cara nos hacía sentir importantes y daba la sensación -falsa- de que no estuviera tan malita. En noviembre, ella y Andrés nos hicieron el honor, o mejor diría el regalo, de acompañarnos como invitados de la tertulia Mesa y Mantel. Nos contó sus proyectos, pues quería llevar el libro por toda España y crear una beca de investigación sobre el cáncer, que espero puedan continuar a pesar de que ella ya no se encuentre entre nosotros.

La asociación MACMA (Mujeres Afectadas de Cáncer de Mama de Aspe), de donde era vecina, la apoyó y acompañó en todo momento. Hay que destacar qué importante papel desempeñan estas asociaciones con los enfermos y los familiares, pues hacen una labor encomiable en situaciones de gran vulnerabilidad.

Luchadora infatigable, su ilusión era ver crecer a sus niños, pero lamentablemente no le dio tiempo. Gracias por tu ejemplo, Olga. DEP.