| 28 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El presidente del Partido Popular y candidato a la Presidencia del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo,  durante un acto central en Pontevedra
El presidente del Partido Popular y candidato a la Presidencia del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo, durante un acto central en Pontevedra

Debates, soflamas sin programas

El PSOE puede aliarse con quien le salga de los bemoles, pero contrario sensu el PP no puede hacerlo con los “apestados” por la epidemia con los “apestados” por la epidemia conservadora...

Gracias a Internet ya no te pierdes (si quieres) debate alguno, y tampoco te condiciona el estar pendiente del minuto y resultado como si fuese una final deportiva. Hoy, se trate de duelos a dos, o, fárrago “face to face” entre otros multiplicados portavoces, en este caso con propagación de partidos políticos nacionales, autonómicos, provinciales o locales, todo se cuelga la red para la libre disposición del internauta, hoy internautas somos casi todos, más o menos interesado por un espectáculo duelista que va a la baja.

Lo paradójico es cómo, al día siguiente del mach televisivo, radiofónico o para la letra impresa, los encuentros y aparentes encontronazos no generan titulares mencionables por noticiosos; siquiera análisis comparativos capaces de sorprender al personal supuestamente expectante. Los respectivos “speakers” sueltan el trazo grueso y descalificatorio del contrario nada más abrir la boca ante focos y micrófonos, pero apenas nos explican el trazo fino de la concreción programática durante el resto de la porfía dialéctica.

Apriorísticamente notamos la vergonzante evidencia y cortedad unidireccional en el discurso (sobradamente sabido) de los aspirantes calcándose en lo fundamental y discrepando en lo accesorio. Incapaces de retórica propia, o sometidos a la férrea disciplina de sus respectivas siglas, repiten, como loros y cacatúas, los mensajes precocinados por un grupo multidisciplinar de asesores en comunicación (y por supuesto propaganda), “el medio es el mensaje” que diría Eco, de todo cuanto cuánto nos van a “demagogizar” (verbo este que habrá que proponer a la RAE al haberse convertido en vocablo identitario de nuestros políticos) partiendo del tópico para concluir en la nada.

Presuponer al PP como correa de transmisión de Vox, es elocuencia de la estulticia supina por demagógica, como lo sería concluir análisis históricos con que Hitler aceptaba órdenes de Mussolini, o Roosevelt de Churchill, cuando alemanes y americanos mandaron a sus mandatarios Generales y ejércitos tras el SOS de los respectivos aliados en la Segunda Guerra Mundial reconociendo que lo tenían todo perdido, pues poco pudieron hacer bien solitario.

A buenas horas el gallego sabio Núñez Feijóo va a dejarle la presidencia de un gobierno, sea cual fuere en el ámbito geográfico, al apolíneo Abascal y sus cánticos legionarios llevando a cuestas el saco terrero de la descalificación apriorística como fachendosos reaccionarios. Eso es partir desde un planteamiento falso para llegar finalmente a una conclusión equivocada.

El PP está más cerca, en el espíritu de la letra constitucional, del PSOE que de Vox. Pasen y lean programas, no soflamas.

Pero tal parece el ametrallamiento machacón e inseguro de una siniestra atrincherada en no reconocer las alternancias democráticas, sobre todo tras esa media demoscopia que los viene dando como perdedores, incluso en sus medios afines que cada día van cambiando a la diestra la mirilla de los posibles resultados para no reconocer la evidencia de que el pueblo se ha cansado de Sánchez, y sus mariachis podemitas, hoy conjunto trashumante músico-vocal de la vicetiple Yolanda Díaz, telonera venida a más desde la defunción (política) de Pablo Iglesias, pero y sin embargo insuficiente sopa de letras para “Sumar” mayorías parlamentarias.

Por ejemplo, envolverse en la bandera arcoíris pretendiendo que todos/as/es los homosexuales (y simpatizantes bullangueros), empezando por los más afines al LGTBI militante, y acabando con quienes quieren mantener su sexualidad desde la privativa discreción personal, no voten al amplio espectro de las derechas, desde el centro liberal a los ultraísmos italianizantes, resulta exigencia tan imbécil como demagógicamente interesada y más propia de retrotraernos a las cruzadas medievales y sus voceados maniqueísmos de púlpitos y/o minaretes situándose en la intolerancia de todos/as/es moros, o todos/as/es cristianos. Tales pronunciamientos e investiduras simplistas vamos a dejarlos para nuestras fiestas y sus cábilas, cuarteles y desfiles festeros, pero no para la adversa confrontación según la libre determinación y albedrío sexual de cada cual.

Otra cuestión es si las minorías, independentistas y colaboracionistas de éstas, quieran exigir-imponer al resto sus propios planteamientos tautológicos irrenunciables y, por ende, de imposible aceptación para el resto, inventándose un nuevo frente sexista para resoplar las cada vez más apagadas ascuas de la intransigente separación (definitiva y sin retroceso) de la odiosa España. Algo que, a mi modo de ver, no tiene solución viable, puesto que ni se puede romper una baraja constitucional para ganar la partida, ni desvincularse de la Unión Europea, ni derrocar una monarquía parlamentaria, ni, muchísimo menos, dividir al Ejército (español) reproduciendo el genocida desastre de la II República como si este país llevara por y para siempre la condenación de un ADN cainita.

Que el PP no es Vox, y viceversa, quedó claro ayer y quedará mañana, con las entrevistas y debates presenciados y por presenciar cambiando de canal ideológico, cuando los escuchas y ves reproches y diferencias abisales comprobando que el PP está más cerca, en el espíritu de la letra constitucional, del PSOE que de Vox. Pasen y lean programas, no soflamas.

La izquierda da “consejos que para mí no quiero”: el PSOE puede aliarse con quien le salga de los bemoles, pero contrario sensu el PP no puede hacerlo con los “apestados” por la epidemia conservadora europea, aunque sumadas las formaciones de centro y derecha hayan ganado las elecciones de mayo a julio. O, dicho de la forma más antidemocrática: Sánchez tiene que volver a gobernar sí o sí, testifiquen lo que quieran los debates, las urnas y los españoles.