| 30 de Abril de 2024 Director Benjamín López

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse
La situación navarra es peor que la general de España. Y ambas empeoran el original democristiano italiano
La situación navarra es peor que la general de España. Y ambas empeoran el original democristiano italiano

Hubo sorpasso al PSOE y a la vez triunfó el miedo y el ‘turarsi il naso’

Donde la mayoría relativa no importa. Donde el sorpasso amenaza pero no llega. Donde la corrupción no quita votos. Donde todos los partidos son iguales. ¿Italia 1986 o España 2016?

| Pascual Tamburri Opinión

El 26 de junio hubo otra vez elecciones generales, nos aburren de nuevo con un proceso de formación de Gobierno que en todo piensa menos en la Patria y el pueblo, y nos amenazan con más. ¿Y van a salvarnos Rajoy, Rivera o Sánchez? Quizás para hacer más ameno el repetido y monótono espectáculo de los políticos profesionales obedeciendo a sus asesores de imagen –omnipresentes y omnipotentes a diferencia de los asesores de principios, ideas, valores y lealtades, que no existen-, se introdujeron en el debate dos conceptos tomados de la política italiana de hace unas décadas: el ‘sorpasso’ como amenaza o deseo, y el ‘turarsi il naso’ como sacrificio necesario para evitarlo.

No debería sorprender, y esto por una razón que conviene recordar: España tiene desde 1978 una Constitución y un sistema electoral muy cercanos a los que la República Italiana tuvo desde 1947 –es decir, una democracia parlamentaria bicameral con una ley electoral aparentemente proporcional. Desde las elecciones constituyentes de junio de 1946, la izquierda y la extrema izquierda, en torno al Partido Comunista más fuerte de Occidente, pedían el voto de los rebeldes, los revolucionarios y los descontentos para ‘adelantar’ a las fuerzas conservadoras y cambiarlo todo. Al mismo tiempo, el centro de la Democracia Cristiana (rechazando ser ‘derecha’) apelaba al ‘voto útil’ y pedía a todos los anticomunistas (y especialmente a la ‘derecha’, a cambio de nada) que votasen a la DC a pesar de sus escándalos, ‘tapándose la nariz’ y por miedo al cambio. Todo lógico, en un sistema con variedad de partidos.

Más bien extraña lo sucedido en España entre 1977 y 2015, pues con un sistema similar nunca ha habido un Gobierno explícitamente de coalición, y el acuerdo o pacto entre partidos distintos parece poco menos que un imposible, mientras que en Italia con condiciones similares fue lo habitual y pese a todo permitió la reconstrucción del país y su retorno como potencia europea (castrada y domesticada, eso sí). Más aún extraña que nuestros políticos no fuesen capaces de tales acuerdos, en definitiva consustanciales al sistema: en Italia, en 18 legislaturas desde 1946, ha habido 12 Presidentes de la República y 27 Presidentes del Gobierno al frente de 63 gabinetes distintos, algunos de días otros de años, ninguno con mayoría absoluta y sin que nunca se haya terminado el mundo. Quizá sea una cuestión de educación, nivel y estilo político diferentes, tanto como puedan serlo Zapatero y Giulio Andreotti, Adolfo Suárez y Cossiga, o Pablo Iglesias II y De Mita. Pero veamos, desde este punto de vista, qué ha pasado o no ha pasado este verano en España en general y en Navarra en particular.

Sorpasso: miedo e ilusión. En España en junio de 2016 no ha habido ‘sorpasso’  y los de Iglesias sumados a los comunistas de IU han perdido más de 1.100.000 votos respecto a diciembre. No sólo el PP es el primer partido en el Congreso y en votos, y tiene mayoría absoluta en el Senado, sino que el PSOE conserva su liderazgo de la oposición. Los socialistas españoles temían, como los votantes democristianos de décadas en Italia, ser “adelantados” por los comunistas y perder la legitimidad política para dirigir al menos la oposición. El miedo al adelanto, al sorpasso, ha funcionado para movilizar al votante tradicional del PSOE. Un votante que en la España profunda no es exactamente socialdemócrata, pero que ha sentido por primera vez el temor a desaparecer de la política real, como ya le pasó al PSI de Bettino Craxi, después de haber sido el presidente del Gobierno más estable de la República, y uno de los mejores. Un nivel al que Pedro Sánchez no juega, me temo.

En todo caso, cuidado. Porque hubo otra España en la que ese adelanto ilusionaba, aunque menos de lo que Iglesias y Garzón creyeron. E ilusiona. Una España que por muchas razones, y en buena medida por el ambiente social y cultural creado en las últimas décadas por PSOE y PP –ya sin excusas, porque no ha remado a la contra cuando ha podido-, cree que todo puede y debe ser cambiado en la dirección del ‘progreso’. Ilusos unos, populistas otros, sí, pero pueden ganar. De hecho, en Navarra Podemos sí ha derrotado a toda la izquierda y los abertzales. O más bien ha sintetizado una versión popular y juvenil de la izquierda más revolucionaria y del independentismo. Les queda sólo el siguiente ‘sorpasso, el de convertirse en primera fuerza de Navarra; una locura, si hablásemos hace cuatro años. Nada imposible, con esta Barkos, con este PP, con esta UPN. ¿Es la solución pedir el voto contra ellos y hacer cosas que ellos harían?

Turarsi il naso: la eterna tentación de la derecha sumisa. Ha funcionado en beneficio de Mariano Rajoy el votar ‘turandosi il naso’, en detrimento de otras opciones más coherentes y por ahora menos corruptas y volubles como Ciudadanos y lo que quede de Vox; y no por lo mismo ha habido ‘sorpasso’ de Unidos Podemos sobre el PSOE. Esperemos sólo que no extraigan de estos dos hechos las conclusiones equivocadas. Porque el PP no puede tirar indefinidamente de la derecha social, pidiéndole el voto ante el “que vienen los rojos” y luego gobernar haciendo sólo lo que los bancos y la izquierda social y cultural harían. Y porque el PSOE tampoco puede combinar eternamente el miedo y la inacción con lucha entre facciones.

Como en Italia en los 50 y los 60, los dos grandes partidos han buscado sus agentes sociales más clásicos, movilizando a su votante histórico, siempre postergado, siempre maltratado, y por miedo lo han llevado a las urnas “con la nariz tapada”. Porque el estiércol de la política profesional y de las instituciones caras, sectarias y facciosas huele. Más aquí y hoy que en aquella Italia, y por eso aquello que se rompió aquí puede romperse antes.

El miedo y el ‘taparse la nariz’ ante el mal olor han funcionado también en Navarra. Hasta cierto punto. UPN-PP (en coalición) obtienen en junio como en diciembre un voto estable, que no ilusiona pero al menos sí capitaliza el temor. Han mantenido su fuerza con el “voto del miedo”, arañando consensos a Ciudadanos y quizás a la abstención de los hastiados. Es un buen resultado a corto plazo para los profesionales, que sin embargo ni resuelve sus problemas internos, ni les da una meta clara y atractiva, ni soluciona la amenaza abertzale, ni los pone más cerca de derrotar al Cuatripartito foral de Uxue Barkos.

Tangentopoli: la corrupción como arma de muchos filos. A veces ‘taparse la nariz’ es un ‘mal menor’ pero votar por miedo no conquista ilusiones juveniles ni es nunca una verdadera solución. A comienzo de los 80, Bettino Craxi con su PSI trató de abrirse un hueco entre DC y PCI, que en teoría eran rivales por el poder pero en la práctica gobernaban juntos las grandes decisiones del país, salvando las formas no comunistas de la OTAN. Craxi creció porque fue distinto y contactó con la Italia real de entonces, ajena a la retórica de los partidos anclada décadas atrás. A su modo, fue populista. Fue molesto. Se abrió su hueco en el sistema. El sistema lo manchó de corrupción. Y después pagó el las culpas de todos, como si el único corrupto hubiese sido él, que seguramente lo fue el que menos (salva la honestidad, hasta Fini, de la eterna oposición al régimen del MSI).

Los escándalos de corrupción son hirientes ante la gente, y los juicios de Bárcenas en otoño serán muy molestos, más que los EREs del PSOE andaluz aunque sean muchos más millones. Por eso los partidos de un régimen como éste tienen que optar entre no ser corruptos ninguno y castigar sin piedad la corrupción o ser corruptos todos y cubrirse unos a otros, y cuando surja una nueva fuerza ofrecerle la opción entre la guerra total a muerte o un trozo de la rica tarta. Craxi tuvo las dos cosas, sólo que los jueces de Tangentopoli se llevaron por delante mucho más. A Podemos y a Ciudadanos les ofrecen ya esas dos opciones. El tiempo dirá con qué filo de la corrupción eligen cortarse.

Consociativismo: todos los políticos profesionales son, sienten, piensan y hacen lo mismo, aunque digan o parezcan algo distinto. En cifras, PP y PSOE pueden decir que se han estabilizado, o que suben, y cuanto quieran decir. Pero el hecho es que su votante, fiel, está envejecido y desilusionado, carecen de actividad social y juvenil real –como UPN-PP en Navarra- y han renunciado también a la batalla de las ideas, de la educación y de las imágenes. Y no precisamente ahora. Tienen una crisis de afiliación y de activismo, y realmente no saben dónde van. La izquierda radical de Podemos en cambio es joven y sí tiene un proyecto social sugestivo… aunque aún sea minoritario.

Es difícil no participar en un régimen así. Tiene muchos riesgos negarse a ser como los demás, y lo cierto es que mientras que algunos políticos corruptos (unos pocos) perdieron en Italia sus sillones, los verdaderos rebeldes, como los jueces Falcone y Borsellino, que investigaban las relaciones hondamente corruptas entre partidos del sistema, mafia, industria, banca y medios, sin excluir a nadie, fueron asesinados. Cambiar las cosas es peligroso. No cambiarlas, también, porque puede venir Podemos. Quizá se conformen también aquí, por un tiempo, con una apariencia de cambio. O los partidos de "centro" van a cambiar, o se arriesgan a un ‘sorpasso’ político que suceda al ‘sorpasso’ social y juvenil que ya se ha producido. También creyeron imposible perder el gobierno de Navarra en 2015, pero sucedió. Habrá de un modo u otro españoles que paren a la extrema izquierda revolucionaria y a todos los enemigos de España. Y sin necesidad de taparse la nariz, aunque se arriesguen a ser más Borsellino que Craxi y más Falcone que Andreotti.

Pascual Tamburri